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Anoche volví a robarle horas al sueño. Un documental: 'La ciudad de los fotógrafos', de Sebastián Moreno, sobre Chile y el papel de sus reporteros gráficos durante la dictadura de Pinochet, tuvo la culpa. Un emotivo retrato de las vivencias de los miembros de la Asociación de Fotógrafos Independientes, surgida para auto-protegerse durante los años del infierno. Un tiempo negro en que se llegó al extremo de prohibir la publicación de cualquier fotografía en las revistas, apareciendo en su lugar un espacio en blanco y un imaginativo pie de foto. Ellos se la jugaban cada día en las calles cuando salían todos juntos para testimoniar los abusos del ejército, gritarle al mundo; y, por qué no decirlo, intentar frenar la impunidad tomando fotos de los violentos, de los torturadores. Luego también estuvieron ahí para amansar el dolor de las familias, en el recordatorio de los muertos, de los desaparecidos, de los cuerpos más queridos.

Hace pocos días dos reporteros gráficos fueron detenidos mientras se encontraban en sus propios domicilios, Raúl Capín y Adolfo Luján. Pero esto no sucedió en algún país distante del cono sur, sino en España. Estos dos reporteros gráficos son habituales en las protestas callejeras, conocidos por haber tomado algunas de las imágenes más impactantes de la violencia policial desatada durante las últimas concentraciones. En 2013 más de 400 personas han sido detenidas en lo que constituye una preocupante deriva represora; y en este momento hay cinco jóvenes anarquistas de Sabadell que aún lo están. Capín y Luján fueron retenidos por agredir presuntamente a varios policías durante una manifestación; tal vez por aquello de que “una cámara puede hacer más daño que un arma”, como le dijeron en una ocasión a Luis Navarro, uno de los reporteros chilenos, testigo amenazado por retratar la verdad. “Pero a pesar de todo la vida se impone”, nos recuerda también Navarro. Y algún día ya no estarán los ladrones del porvenir, y las fotografías de los paisajes, los fantasmas del pasado, las alegrías chiquitas y familiares, volverán a llenar otra vez, inofensivas y toleradas, las alacenas de las casas, los espacios vacíos de la memoria.

mvacsen@hotmail.com

Anoche volví a robarle horas al sueño. Un documental: 'La ciudad de los fotógrafos', de Sebastián Moreno, sobre Chile y el papel de sus reporteros gráficos durante la dictadura de Pinochet, tuvo la culpa. Un emotivo retrato de las vivencias de los miembros de la Asociación de Fotógrafos Independientes, surgida para auto-protegerse durante los años del infierno. Un tiempo negro en que se llegó al extremo de prohibir la publicación de cualquier fotografía en las revistas, apareciendo en su lugar un espacio en blanco y un imaginativo pie de foto. Ellos se la jugaban cada día en las calles cuando salían todos juntos para testimoniar los abusos del ejército, gritarle al mundo; y, por qué no decirlo, intentar frenar la impunidad tomando fotos de los violentos, de los torturadores. Luego también estuvieron ahí para amansar el dolor de las familias, en el recordatorio de los muertos, de los desaparecidos, de los cuerpos más queridos.

Hace pocos días dos reporteros gráficos fueron detenidos mientras se encontraban en sus propios domicilios, Raúl Capín y Adolfo Luján. Pero esto no sucedió en algún país distante del cono sur, sino en España. Estos dos reporteros gráficos son habituales en las protestas callejeras, conocidos por haber tomado algunas de las imágenes más impactantes de la violencia policial desatada durante las últimas concentraciones. En 2013 más de 400 personas han sido detenidas en lo que constituye una preocupante deriva represora; y en este momento hay cinco jóvenes anarquistas de Sabadell que aún lo están. Capín y Luján fueron retenidos por agredir presuntamente a varios policías durante una manifestación; tal vez por aquello de que “una cámara puede hacer más daño que un arma”, como le dijeron en una ocasión a Luis Navarro, uno de los reporteros chilenos, testigo amenazado por retratar la verdad. “Pero a pesar de todo la vida se impone”, nos recuerda también Navarro. Y algún día ya no estarán los ladrones del porvenir, y las fotografías de los paisajes, los fantasmas del pasado, las alegrías chiquitas y familiares, volverán a llenar otra vez, inofensivas y toleradas, las alacenas de las casas, los espacios vacíos de la memoria.