La innovación marida a la persona emprendedora

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Es curioso, cuando se habla de innovación, mucha gente se confunde, totalmente, se confunde. Piensan en batas blancas, en probetas densas o en líquidos “azul Windows”; en el mejor de los casos, acercan este término a la innovación tecnológica, a pantallas en las que bajan ceros y unos en correctas filas verdes, “a lo ciberseguridad” … 

La RAE dice que innovar es “mudar o alterar algo, introduciendo novedades”. Fíjense, “mudar algo” … “alterarlo” … “introducir novedades” … 

Los seres humanos somos arrabaleros en el mundo emprendedor; cuando las cosas no funcionan, lanzamos la culpa más lejos que Jan Železný su jabalina, echamos la culpa al hermano pequeño, al césped (véase Xavi) o, como decía Gabinete Galigari (qué viejo soy), al “cha-cha-chá”. Son muchas las ocasiones que la culpa no es de lo anterior, es más, no es de nadie salvo del propio emprendedor. 

No se miden los éxitos, primer error, y, cuando llegan los fracasos, lo fácil es culpar a algo, a alguien o a un todo, sin volver a medir esa bajada de ventas, pérdida de clientes, de visitantes, de usuarios o de venta de “barraquitos”… 

Las cosas suelen tener un “porqué”, pero nos limitamos a buscar más los parches que las curas.

Y aquí es donde entra eso de “mudar”, “alterar” … de “introducir novedades”. 

La innovación en el mundo emprendedor debería tener la importancia del móvil, del estocaje o de la mismísima Hacienda. 

Innovamos como última opción, cuando incluso ya es tan tarde que ni la fórmula de la invisibilidad nos salvaría. Pero cuidado, realmente innovar no es atropar cuatro ideas y llevarlas a cabo, es mucho más que eso. Para poder mudar o alterar con éxito, hay que pararse un momento a pensar. ¿Necesitamos innovar en el servicio/producto, en el cliente, en la comunicación…? 

Por mi experiencia les diré que en lo menos que se innova es en el cliente, segundo error. Debería ser algo prístino, obligado tal asignatura troncal de un “párvulo intensivo”. Y créanme si les escribo que incluso es la innovación más económica. Ya les gusta más el cuento, ¿no? 

Hace algunos años, teníamos un negocio del sector HORECA. No avanzábamos, o más bien, perdíamos dinero día a día. El local, con la principal misión de ser un restaurante, se había convertido en una “simple” cafetería. No me mal lean, cuando digo simple lo hago con el retintín de que la unidad de negocio no estaba pensada para ello. Contábamos con un chef, un ayudante de cocina, una persona en el office a la vera de los fogones, camareros y camareras de sala… Pero repito, “solo” vendíamos café; que sí, éramos el local que más café vendía de toda la franquicia, pero eso, precisamente eso era nuestra ruina. 

Pensamos en innovar en el género, en nuestra cocina, en la forma de emplatar; en cambiar a un personal más amable, más dirigido a la venta… Innovar incluso en tarifas, en decoración… Si leen de nuevo lo de arriba, verán que hablábamos únicamente de la innovación del producto y/o del servicio. ¿Por qué no innovar en

el cliente? 

Para descifrar esta ecuación, había que estudiar ubicación, paso de personas, qué tipología de estas… Sí, lo sé, esto teníamos que haberlo estudiado antes de abrir, pero normalmente las cosas no van así de simples. Si ustedes mirasen el “restaurante” desde fuera, dirían eso en tono despectivo de “joder, esta gente se está forrando”, “vaya mina” … Sin embargo, la realidad era otra, el ticket medio de compra no llegaba a 3€, una auténtica cicatería para una empresa de fogones. 

La innovación del cliente fue lo que nos salvó. Empezamos a estudiar, no a nuestro público objetivo, sino al que llenaba día a día nuestro “local de cafés”. Ver su poder adquisitivo, con la regularidad que nos visitaba, establecer una batería de acciones para lograr más venta cruzada, en definitiva, teníamos ya un público, no era el que estábamos buscando, pero era el que teníamos y, si lo potenciábamos de algún modo, si cambiábamos el rumbo del negocio, seguramente podríamos tener una buena oportunidad de pagar las deudas y salir “airosos” de aquella aventura. 

Fue en este punto donde entendimos que la innovación del emprendedor tiene que perseguir la eficiencia, y no solo mirando a los procesos, productos o manera de comercializar estos últimos, sino a nivel incluso de modificaciones en el modelo de negocio. 

Sé que así, leído, parece fácil… Yo no he escrito eso. Nada es fácil, aunque los humanos tendemos a complicar las facilidades. 

Bajo la coyuntura actual, por sacar cosas positivas, las personas emprendedoras tenemos ante nuestros ojos un celaje por “explotar”, y si no lo ven, pidan ayuda, es mejor invertir tiempo en ello que en Netflix. 

Bueno, les dejo que voy a terminar la 3ª temporada de “The Last Kingdom”, realmente, con organización, hay tiempo para todo…

Rayko Lorenzo

www.raykolorenzo.com