Van a movilizarse

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Ante la noticia de que el PP asume la idea de Vox de movilizar a las Fuerzas Armadas contra la inmigración, lo que anuncian como despliegue para contener en las costas africanas la salida de cayucos, uno se echa las manos a la cabeza ante una postura que podríamos calificar como menos de agresiva por no decir criminal. Me imagino que, con esa palabra, “movilizar” han querido expresar un movimiento perverso para impedir que los inmigrantes salgan de sus países y acudan a los llamados nuestros. ¿Cómo nos movilizamos en una armada? He ahí la cuestión. ¿Vamos a bombardearlos, a hundir sus embarcaciones y lanzarles misiles a los poblados para que no avancen y paren ya de recorrer desiertos y selvas hasta alcanzar la costa? ¿Vamos a recibirlos con himnos y pancartas con caballos de Troya pintados sobre cayucos repletos de negros criminales y ladrones o los vamos a dejar que salgan hasta llegar a alta mar y allí les damos un toque ligero con la proa acorazada y que se ahoguen directamente?

Qué hacen, cómo lo hacen, para qué lo hacen son las tres preguntas que me rondan el alma cuando leo lo que leo y presiento a donde nos conducen estas teorías. ¿Cómo puede un ser humano pensar fríamente que esa es la solución a un problema de tal envergadura? Yo no pongo en duda que haya buena gente que considere esa medida oportuna para no pensar en las consecuencias de la llegada de miles y miles de africanos que arriban a nuestras costas esperando encontrarse con una vida mejor; gente necesitada de trabajo que se han creído el sueño europeo; hombres y mujeres engañados por los mismos que trafican con sus vidas y las nuestras; hombres y mujeres que se han creído lo de encontrar trabajo y ganar millones metiendo goles en campos de fútbol (lo que ven y les cuentan); mujeres embarazadas que han sido violadas sucesivamente en el camino hasta llegar a ese cayuco y subirse en él para parir en plena navegación criaturas indefensas que cuando llegan a nuestras costas ya no tienen mi madre mi padre porque han muerto en el camino. Lo que pongo en duda es que no se les hiele la sangre a esa buena gente cuando leen lo de las Fuerzas Armadas. Señores, por Dios, que el que la infanta Leonor se vaya a hacer la mili y salga en las revistas vestida de soldado no es lo mismo que embarcarse en un barco de guerra y paralizar la vida de quienes tienen derecho a comer y vivir lo mejor posible. ¿De verdad un ser humano dotado de inteligencia se cree esa milonga?

Consentir algo así es aceptar la destrucción de determinados grupos humanos para mejorar la existencia de otros. Esas teorías están dentro de unas ideologías parecidas que están empezando a extenderse por media Europa. Que le dé su apoyo a Le Pen el señor Putin es consecuente con su manera de ser, pero que un gobierno con una oposición como la del PP, democrática y legítima, pueda pensar y decir semejante disparate no me cabe en la cabeza. No lo entiendo. Creo que la ignorancia, el no saber entender determinadas manifestaciones, determinados discursos, determinados artículos, me hace a veces dudar de nuestra condición humana. Puede que nos estemos convirtiendo en esas máquinas maravillosas que eliminan a la gente de sus trabajos de un plumazo para quedarse ellas en su lugar. ¿En qué lugar estaremos en el futuro cuando veamos masacrar a los inocentes y no se nos mueva una tripa? ¿Qué seremos después de esto? ¿Cuáles serán los discursos futuros que caigan sobre nuestras cabezas cuando en una manifestación se propone en una de las pancartas una imagen como un cayuco lleno de negros y encima se coloque el ya citado caballo de Troya para insinuar levemente y de una manera subliminal que los que llegan a nuestras costas se van a quedar dentro de nuestras ciudades como hicieron aquella noche los aqueos bajo el mando de Odiseo; que van a salir en la oscuridad y se van a apoderar de nosotros, de nuestras casas, de nuestros hijos y de nuestras tierras?  Hay que ser más que un ignorante para no entender esa ofensiva que nos quieren colar con la idea de que los inmigrantes consumen nuestra educación, nuestra sanidad y nuestra hacienda.

¡Qué gran mentira! Los que llegan no tienen nada que les asegure ni la comida ni la estancia ni el trabajo. Es falso. No son residentes y no tienen derecho a la sanidad pública ni derecho a la educación. Esos niños que llegan, si no tienen un documento que diga que residen en esta tierra nuestra, no pueden acceder a nada de lo público. Eso que les echamos en cara cuando decimos que nos van a robar lo nuestro, es falso, porque ellos no tienen derecho a nada excepto a las ayudas y a lo que recogen para ellos entidades y personas generosas que les ayudan a sobrevivir. Muchos de ellos hacen trabajos en los que no están ni asegurados o son, sencillamente, utilizados como esclavos para trabajar en el campo o cuidando a nuestros viejos a cambio de habitación y comida. Eso nadie lo cuenta. ¿Son ilegales que están viviendo a costa nuestra? ¿Quién vive a costa de quién?  

Estas y otras preguntas las tenemos bien sabidas. El resultado de tanto vericueto intentando entender algo es que somos una rara especie condenados a vivir continuamente con la zozobra de que siempre mueren los más débiles sean negros, blancos o de color aceituna, y que, al final, van a masacrarlos los más fuertes con o sin armada.

 

Elsa López 7 de julio de 2024