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Navidades tropicales en el continente casi hermano

Se equivocó la paloma, se equivocaba. Por ir al norte fue al sur, creyó que el trigo era agua. Los versos de Alberti cantados por Joan Manuel Serrat forman parte de la memoria sentimental de la juventud sesentera, del mismo modo que los temas de Paco Ibáñez que nos ponían en pie en aquel abigarrado paraninfo de La Laguna, hace casi 50 años. Ibáñez, que a sus 84, con su voz cansada se atrevió a repetir el 10 de diciembre algunos de sus éxitos en el Teatro Cuyás. La paloma no se equivocó sino que eligió volar al sur, las Navidades en el sur también son Navidades, aunque sea en un entorno cultural y religioso tan diferente que ni parece Navidad, salvo por el detalle de árboles con luces en los hoteles y restaurantes. Nos gusta cambiar el rumbo de vez en cuando, recibir el bofetón de calor de Dákar, la animación callejera, el recuerdo del amigo Amadou Ndoye, aquel gran valedor de las letras canarias y del idioma español en la mejor universidad de África Occidental, aquel amigo que estuvo en nuestra casa y le regaló a Rosario artesanía de su país. Allí hemos comprobado el colorido de los mercados populares, y la huella del tráfico de esclavos en La Gorée, también en su día vivimos la verdadera algarabía de la fiesta final del Ramadán, desde allí hacia el sur para atravesar grandes ríos hacia Barra, el otro lado de la ribera, el camino hacia la isla de Kunta Kinte, aquel muchacho inmortalizado en una serie de televisión, que fue apresado, como tantos, por los que hacían el próspero negocio de vender humanos. En Juffured hay un pequeño museo y las ruinas de un fuerte recuerdan al famoso protagonista de la serie Raíces, Senegal es más potente y en la isla de La Gorée está mejor documentado el tráfico de esclavos, el común denominador.

Al lado de sus hoteles y apartamentos, británicos y holandeses comparten la música en vivo en Senegambia Road, el reggae adquiere vigor cuando lo interpreta el grupo del bar Chosaan. Más al sur, en Guinea Bisau hay un territorio de saudade portuguesa y en Mali, tan lejos del mar, el calor aprieta. Lo peor no es eso, sino los mosquitos, que dan mordidas de serpiente, ulceraciones en las piernas. En Kololi lo que se aprecia es el poderío de los chinos, que han ocupado un extremo del parque de los monos para hacer un fastuoso centro de convenciones. Lo divertido es que todo ello va enmarcado en una operación denominada China Aid. Ves ingenieros y operarios orientales porque la gran potencia se manifiesta aquí y allá. También en Dákar regalaron un gigantesco monumento de dudoso gusto dedicado al renacimiento africano, la estrategia incluye la construcción de modernos estadios de fútbol, de carreteras y otras infraestructuras, que son donadas en distintos países, a cambio de preferentes acuerdos comerciales.

Te tomas un cubata con ron cubano o de Jamaica y escuchas reggae y salsa latina interpretados con gran pasión por un grupo de siete músicos, Bob Marley es el valor de referencia, y además tienen en su repertorio a Enrique Iglesias así como temas étnicos en su mandinga natal. Bailando como si nadáramos dentro de una pecera con luces de colores y ventiladores que apenas refrescan. Las discotecas y los restaurantes están repletos, aunque es la temporada alta los hoteles solo tienen una mediana ocupación, el turismo todavía no ha llegado. Allí son ingleses y holandeses los que hacen la mayoría, el suministro eléctrico es tan precario que los generadores eléctricos meten ruido a toda hora. Pocos españoles han elegido este refugio en Navidad. No hay Papás Noeles en la calle, y mientras jovencitas te ofrecen bolsas de manises, en las esquinas la maría es barata y de buena calidad y la noche cae sin que el calor se haya ido del todo. El agua del mar está bien, casi tibia, y el gran río trae pequeñas ramas, semillas, señales de los manglares que suelen estar repletos de moluscos, que las mujeres recogen en sus barcas. La playa tiene más de 20 kilómetros de largo, y -aunque no está ni mucho menos masificada- la construcción se acelera. Ya hay promotores que ofrecen mínimos apartamentos a precio europeo.

El continente casi hermano está ahí, tan cerca y tan lejos. Hay mucha miseria pero la gente tiene algo para comer, la pesca es abundante aunque apenas hay trabajo, no hay futuro para los jóvenes, en sus precarias ocupaciones la gente gana 40 euros al mes y lógicamente hay muchos que ansían dar el salto hacia esa Europa que todos los días les ofrece los partidos de la Premier y de vez en cuando la liga española, la portuguesa, la italiana, etcétera. Algunas ONGS han perdido prestigio, y lo más aconsejable es la ayuda directa a las familias. Tanto en Senegal como en Gambia la TV ofrece las ceremonias de las mezquitas pero también los cultos católicos y evangélicos, ese es el camino de la tolerancia, en Nochebuena daban la Misa del Gallo desde la parroquia de Santa Teresa de Calcuta y del lado de Senegal sucedía lo mismo.

Dentro de cincuenta años Europa será tan mestiza y tan mezclada como ahora lo es EEUU, habrá una importante minoría con la piel más oscura, habrá mucha fusión porque el Viejo Mundo tiene mucha necesidad de inmigrantes. Se nota mucho en países como España donde apenas nacen niños, habrá muchos musulmanes y lo importante será que todos aprendamos a convivir más allá de los radicalismos que siempre están tras la puerta. A fin de cuentas, este pequeño planeta tiene que seguir siendo la casa de todos antes de que llegue la gran extinción cósmica, en su destino final la Tierra será una mota de polvo en el gran vacío, el sol ya no será sino una estrella muerta, no quedará ni rastro de lo que fuimos hasta que surja un nuevo Big Bang con infinitos universos y de nuevo los dinosaurios y tal vez de nuevo la Edad de Piedra, y al fin los humanos, acaso una vez más Egipto y Grecia, una vez más las grandes devastaciones de las guerras, las bombas atómicas y el resurgimiento, una y otra vez en el gran ciclo de las repeticiones. Seremos olvido, pero la vida fue un regalo tan maravilloso como este sol de diciembre. Y finalmente hemos de desear que el 2019 traiga la mayor salud y la mayor alegría posible para todos.

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Se equivocó la paloma, se equivocaba. Por ir al norte fue al sur, creyó que el trigo era agua. Los versos de Alberti cantados por Joan Manuel Serrat forman parte de la memoria sentimental de la juventud sesentera, del mismo modo que los temas de Paco Ibáñez que nos ponían en pie en aquel abigarrado paraninfo de La Laguna, hace casi 50 años. Ibáñez, que a sus 84, con su voz cansada se atrevió a repetir el 10 de diciembre algunos de sus éxitos en el Teatro Cuyás. La paloma no se equivocó sino que eligió volar al sur, las Navidades en el sur también son Navidades, aunque sea en un entorno cultural y religioso tan diferente que ni parece Navidad, salvo por el detalle de árboles con luces en los hoteles y restaurantes. Nos gusta cambiar el rumbo de vez en cuando, recibir el bofetón de calor de Dákar, la animación callejera, el recuerdo del amigo Amadou Ndoye, aquel gran valedor de las letras canarias y del idioma español en la mejor universidad de África Occidental, aquel amigo que estuvo en nuestra casa y le regaló a Rosario artesanía de su país. Allí hemos comprobado el colorido de los mercados populares, y la huella del tráfico de esclavos en La Gorée, también en su día vivimos la verdadera algarabía de la fiesta final del Ramadán, desde allí hacia el sur para atravesar grandes ríos hacia Barra, el otro lado de la ribera, el camino hacia la isla de Kunta Kinte, aquel muchacho inmortalizado en una serie de televisión, que fue apresado, como tantos, por los que hacían el próspero negocio de vender humanos. En Juffured hay un pequeño museo y las ruinas de un fuerte recuerdan al famoso protagonista de la serie Raíces, Senegal es más potente y en la isla de La Gorée está mejor documentado el tráfico de esclavos, el común denominador.

Al lado de sus hoteles y apartamentos, británicos y holandeses comparten la música en vivo en Senegambia Road, el reggae adquiere vigor cuando lo interpreta el grupo del bar Chosaan. Más al sur, en Guinea Bisau hay un territorio de saudade portuguesa y en Mali, tan lejos del mar, el calor aprieta. Lo peor no es eso, sino los mosquitos, que dan mordidas de serpiente, ulceraciones en las piernas. En Kololi lo que se aprecia es el poderío de los chinos, que han ocupado un extremo del parque de los monos para hacer un fastuoso centro de convenciones. Lo divertido es que todo ello va enmarcado en una operación denominada China Aid. Ves ingenieros y operarios orientales porque la gran potencia se manifiesta aquí y allá. También en Dákar regalaron un gigantesco monumento de dudoso gusto dedicado al renacimiento africano, la estrategia incluye la construcción de modernos estadios de fútbol, de carreteras y otras infraestructuras, que son donadas en distintos países, a cambio de preferentes acuerdos comerciales.