La Palma y su leyenda negra: cambiemos la historia

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Hay historias que se pegan a una comunidad como el musgo a las piedras de la cumbre. Historias que, por más que intentes sacudirlas, ahí se quedan. Y La Palma tiene una de esas historias pegajosas, una que nos pesa y nos persigue: la leyenda negra del “manicomio sin techo”. Un mito que se ha repetido tantas veces que, de tanto escucharlo, hemos terminado creyéndolo. Pero como todas las leyendas, su peligro radica en su poder para deformar la realidad y hacernos olvidar lo que realmente importa.

Lo escuchas por todas partes: “Es que en La Palma la gente está mal de la cabeza.” Una frase que suena casi a broma, pero que en realidad no tiene nada de graciosa. Porque cuando una historia así se repite lo suficiente, empieza a colarse en nuestra forma de pensar y, lo que es peor, en la forma en que otros nos ven. ¿Cómo hemos llegado a aceptar esto como si fuera la norma?

Cada 10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental, se habla de romper el estigma. Y sí, todos asentimos con la cabeza como si estuviéramos de acuerdo. Pero, ¿cuánto hemos hecho realmente para cambiar esta narrativa en La Palma? Porque el problema no es que aquí la gente esté más “loca” que en otros lugares. El verdadero problema es que aquí no hay recursos suficientes para atender a la gente cuando los necesita. Y así, la desesperación crece. Y la narrativa de “manicomio sin techo” se convierte en un autorretrato distorsionado que seguimos pintando.

Como dice Chimamanda Ngozi Adichie, el peligro de la historia única es que convierte a las personas en estereotipos. Les roba su complejidad, su humanidad, las reduce a una sola dimensión. Y en La Palma, eso es exactamente lo que ha pasado. El mito de que somos una isla llena de “locos” ha ocultado la verdadera historia: una de falta de inversión, de listas de espera interminables, de familias que intentan sobrevivir en un sistema de salud mental que no está a la altura.

Pero ¿sabes qué es lo realmente frustrante? Que esta historia única no es solo falsa. Es peligrosa. Porque nos hace pensar que no se puede cambiar. Que la salud mental aquí está condenada a ser un eterno “bueno, es lo que hay”. Que siempre habrá una espera, una barrera, una excusa. Y cada vez que alguien repite lo de “manicomio sin techo” estamos reforzando ese mito, perpetuando el estigma, empujando a la gente a las sombras del silencio.

Así que, ¿qué tal si rompemos con todo eso de una vez por todas? ¿Qué tal si dejamos de lado la resignación y empezamos a pensar en cómo construir una nueva historia para La Palma? Porque cambiar esta narrativa no se trata solo de darle la vuelta a una frase. Se trata de comprometerse de verdad. Se trata de crear un Pacto Insular por la Salud Mental que no se quede en palabras bonitas, sino que se convierta en acciones concretas. Un pacto que implique a todos, sin importar el color político, sin importar las diferencias ideológicas.

Lo que La Palma necesita no es más discursos vacíos. Necesitamos más psicólogos, más psiquiatras, más plazas en la sanidad pública. Necesitamos dejar de ver la salud mental como un lujo al que solo unos pocos pueden acceder y empezar a verla como un derecho universal. Un derecho que garantice que nadie se quede fuera por falta de recursos. Y, sobre todo, necesitamos un enfoque comunitario que aborde la salud mental no como un problema individual, sino como un desafío colectivo que todos debemos enfrentar.

Porque la verdad es que la salud mental no se trata solo de que una persona esté bien o mal. Se trata de que la comunidad entera tenga las herramientas para apoyar, para acompañar, para no dejar a nadie atrás. Y en La Palma, con el contexto que tenemos —la insularidad, la falta de recursos, las listas de espera—, un enfoque comunitario es más necesario que nunca.

¿Te imaginas lo que sería tener un verdadero Pacto Insular? Uno en el que la prioridad no sea rellenar papeles, sino reducir el tiempo de espera para una consulta. Donde las personas que piden ayuda no tengan que esperar meses para ser atendidas, donde se invierta en prevención, en programas de apoyo, en iniciativas que conecten a las personas y fortalezcan el tejido social de la isla. Eso no debería ser un sueño imposible. Debería ser la realidad.

Y, sinceramente, ya va siendo hora de que dejemos de aceptar el “manicomio sin techo” como parte de nuestra identidad. La Palma no es un estigma con playas bonitas. Es una comunidad de personas que merecen algo mejor. Una comunidad que puede hacer frente a sus desafíos con los recursos adecuados y con un enfoque que ponga a las personas en el centro, no como casos a gestionar, sino como historias a respetar y apoyar.

Así que, este 10 de octubre, basta de repetir la misma historia. Si vas a contar algo, cuenta esto: La Palma no es un “manicomio sin techo”. Es una isla que merece un pacto real por la salud mental, que se construya sobre la acción, el apoyo y la colaboración. Una isla que, lejos de resignarse a una narrativa dañina, puede alzar la voz y decir: “Estamos aquí, y no vamos a aceptar menos de lo que merecemos”.

Porque la verdadera historia de La Palma no es la de una comunidad condenada al estigma. Es la de una comunidad que lucha, que resiste y que está dispuesta a cambiar su narrativa. Una comunidad que se merece algo mejor. Y que, con valentía, puede construir una nueva historia para todos.

Darío García Rodríguez

Psicólogo colegiado (T-03816)

La Palma Psicología

Contacto: 603-259-115

Email: dariogarcia@lapalmapsicologia.com