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De la pana a la moqueta

De la pana a la moqueta. Esa ha sido la evolución que, con honrosas excepciones, ha experimentado una significativa parte de la clase dirigente de la izquierda que, en su momento, ilusionó a muchos ciudadanos. De los ideales y principios de solidaridad e igualdad a los postulados de la aristocracia, pasando por las cúpulas de la instituciones públicas; ese, insisto, ha sido el recorrido.

Cuando, en las históricas elecciones generales de octubre de 1982, el PSOE ganó por mayoría absoluta su derecho a gobernar España, recuerdo que uno de los grandes periodistas de la época –creo que fue Manuel Martín Ferrand- escribió un artículo en el que le pedía a Felipe González, entonces joven líder indiscutible de los socialistas y ahora megabarón, que no se encerrase en el Palacio de La Moncloa, que siguiese pisando la calle.

Me viene esto a la cabeza al constatar el rechazado de FG y otras vacas sagradas del PSOE a que Podemos toque poder en el Ejecutivo central. FG sostiene que los dirigentes de la emergente formación morada “quieren liquidar, no reformar, el marco democrático de convivencia, y de paso a los socialistas, desde posiciones parecidas a las que han practicado en Venezuela sus aliados”, según indicaba a El País el pasado 28 de enero. Creo que, desde hace tiempo, no sabe lo que siente y reclama la gente de la calle.

Porque, vamos a ver: ¿No es Podemos un partido legal de un estado democrático votado por más de cinco millones de ciudadanos?. Entonces: ¿Por qué no puede formar parte del Gobierno de la nación para intentar mejorar, con sus propuestas, aciertos y errores, el futuro de las personas? ¿qué pasaría si Podemos, en unos nuevos comicios, consigue la mayoría suficiente para dirigir los destinos del país?

Las élites tienen siempre la misma sensibilidad, privilegios y objetivos.

De la pana a la moqueta. Esa ha sido la evolución que, con honrosas excepciones, ha experimentado una significativa parte de la clase dirigente de la izquierda que, en su momento, ilusionó a muchos ciudadanos. De los ideales y principios de solidaridad e igualdad a los postulados de la aristocracia, pasando por las cúpulas de la instituciones públicas; ese, insisto, ha sido el recorrido.

Cuando, en las históricas elecciones generales de octubre de 1982, el PSOE ganó por mayoría absoluta su derecho a gobernar España, recuerdo que uno de los grandes periodistas de la época –creo que fue Manuel Martín Ferrand- escribió un artículo en el que le pedía a Felipe González, entonces joven líder indiscutible de los socialistas y ahora megabarón, que no se encerrase en el Palacio de La Moncloa, que siguiese pisando la calle.