Yo sé que a todos ustedes muy posiblemente les importe un bledo si a mí me gustan o no me gustan algunas frutas. Y bueno, es lo normal. Pero la verdad es que a medida que pasa el tiempo más me apasionan las frutas. Pero de todas las frutas, de todas las que he probado, las que realmente me alucinan son las papayas.
Me encanta la papaya. Me flipa comerla maridada con pequeños taquitos de queso blanco palmero. Créanme, es un alucine esta fruta mezclada con el toque del queso palmero.
El caso es que hace unos días al llegar la noche quería cenar papaya. Y tuve un problema. Ya se habían acabado todas la que teníamos en nuestra papayera. Me desilusioné tanto que mi hermana me miró con cara de pena. Cené otra cosa (no recuerdo qué) y me fui a dormir.
Al día siguiente mi hermana vino a casa a vernos. Traía en su mano una bolsa opaca con algo que parecía muy grande dentro. Se acercó a mí y me dijo: “Si adivinas lo que hay dentro es para ti”.
Me quedé totalmente fuera de juego. ¿Qué habría en aquella bolsa? -pensé-.
Pero ustedes ya lo saben, ¿no? Sí, lo saben. Dentro de aquella bolsa había no una, sino dos papayas gigantes y realmente apetecibles.
Me puse enormemente feliz con esas dos papayas que mi hermana me acababa de regalar. Llámenme simple, si quieren. Pero las pequeñas cosas de la vida son, en mi opinión, las que nos hacen más felices.
Eran tan hermosas y tenían tan buena pinta que inmediatamente le pregunté a mi hermana: “¿De dónde las trajiste?”. Que yo supiera, ella no tenía papayeras.
Mi hermana me respondió: “De Puerto Naos”. “¿Puerto Naos?” -dije yo-. “Sí, del SPAR de Puerto Naos”.
Y entonces, toda la ilusión de las papayas se desplomó en un solo segundo. ¡Plof!
Me alegro enormemente por mis queridos vecinos de Puerto Naos. Lo digo de verdad. Me alegra enormemente que por fin puedan volver a sus casas, a su barrio, a su vida... Sé que todo será muy pero que muy difícil. Pero sé también que todo se puede conseguir con trabajo y ánimos. Muchos ánimos.
Y ahora sé que todos ellos lo tendrán un poco más fácil. Porque ellos, allí junto al mar, han conseguido en menos de un mes lo que nuestro barrio de Las Manchas no ha conseguido en casi tres años: tener un supermercado.
En Las Manchas teníamos 6 pequeños supermercados antes del volcán. Hoy tenemos uno pequeñito que abre solo durante la mitad del día.
Sé que esto de los súper depende de la iniciativa privada. Lo sé.
Pero, ¿de verdad alguien cree que en Las Manchas no hay familias suficientes para que montar un súper sea un negocio?
¿De verdad no saben, por dar una cifra, que la asociación de vecinos de Las Manchas cuenta con más de 400 socios?
¿Cuántas familias son esas?
Bueno, dicho queda. Porque poco más que decirlo podemos hacer los que no tenemos los recursos para montar un negocio de estas características. Si yo los tuviera, ya habría súper en mi barrio. Pueden estar seguros.
Enhorabuena Puerto Naos, de corazón. Y p'alante amigos. A recuperar el barrio. Como nosotros aquí arriba. P'alante.