Espacio de opinión de La Palma Ahora
Pedro Cobiella: adiós maestro
Son muchos los palmeros que no podrían decir adiós a Pedro Cobiella Cuevas sin una semblanza sutil de simpatía. No hace tanto tiempo que le vi. Es posible que la angustia le rompiera por dentro, pero por fuera allí estaba entero como siempre. Vivió la última etapa de su vida al otro lado del mar, en Tenerife, pero siempre dispuesto a regresar a la tierra de su canto, en la que el alma se le quedó afincada eternamente.
No sé si fue un Sancho generoso o un Quijote rebelde con la frente erguida, lleno de afanes y de ardientes pasiones. Con ellas, Pedro Cobiella resucitaba cada mañana para enfrentar, lanza en mano, los crudos molinos de la diálisis que, en hospitalarias sesiones, le permitieran rescatar su propia vida. Al final la muerte se impuso… Y la muerte no tiene cura. Es el camino de ir y no volver. Sin embargo, de Pedro nos queda el recuerdo. La palabra que, en su boca, se abría en hermosura como el eco que llega desde el corazón y vuela vibrante hasta la gente. Cobiella era un buen orador, un locutor nato y un presentador irrepetible. Recuerdo aquella última entrevista que le hizo al torero palmero José Mata, antes de que “Cascabel”, así llamaban al toro, lo hiriese de muerte en Villanueva de los Infantes. Pedro Cobiella lo mismo dialogaba con grandes artistas que venían a actuar a la Isla, que con ministros del tardo-franquismo que nos visitaban.
Amante de la cultura, especialmente de la música, en los primeros años de La Emisora, Pedro, junto a Luís Ortega, hurgó en nuestras raíces con el programa Hombres y paisajes. Y me parece estar viéndole junto a Miguel Rodríguez (Miguelín), Pilar Rey, Ana María García Sanjuan y Rosabel Rodríguez, actuar como presentador en aquellos festivales que transmitía la antigua Voz de La Isla de La Palma y que hicieron proliferar una pléyade de solistas y grupos locales de música ligera en la década de los 60. Para los locutores jóvenes Pedro Cobiella era la cátedra: un aprendizaje vivo de cómo utilizar la voz. Una frase de aliento suya hacía brillar el iris de nuestros sueños. Por eso, no puedo olvidar aquel partido Tenisca-UD. Las Palmas en la Bajada de la Virgen de 1970, Pedro lo transmitía al alimón con Segundo Almeida, otro de los históricos de la radio en Canarias, y yo estaba allí haciendo mis pinitos sentado en medio de la historia. Luego, como Delegado Insular de la Federación Tinerfeña de Fútbol, Pedro Cobiella Cuevas gestionó con abnegación y acierto nuestro deporte. De manera que en situaciones complejas y momentos comprometidos por las rivalidades existentes, el amigo Pedro Cobiella, no sólo supo estar sino que posiblemente debido a su prestigio, casi nunca fue carne de rencores.
Julio M. Marante
Son muchos los palmeros que no podrían decir adiós a Pedro Cobiella Cuevas sin una semblanza sutil de simpatía. No hace tanto tiempo que le vi. Es posible que la angustia le rompiera por dentro, pero por fuera allí estaba entero como siempre. Vivió la última etapa de su vida al otro lado del mar, en Tenerife, pero siempre dispuesto a regresar a la tierra de su canto, en la que el alma se le quedó afincada eternamente.
No sé si fue un Sancho generoso o un Quijote rebelde con la frente erguida, lleno de afanes y de ardientes pasiones. Con ellas, Pedro Cobiella resucitaba cada mañana para enfrentar, lanza en mano, los crudos molinos de la diálisis que, en hospitalarias sesiones, le permitieran rescatar su propia vida. Al final la muerte se impuso… Y la muerte no tiene cura. Es el camino de ir y no volver. Sin embargo, de Pedro nos queda el recuerdo. La palabra que, en su boca, se abría en hermosura como el eco que llega desde el corazón y vuela vibrante hasta la gente. Cobiella era un buen orador, un locutor nato y un presentador irrepetible. Recuerdo aquella última entrevista que le hizo al torero palmero José Mata, antes de que “Cascabel”, así llamaban al toro, lo hiriese de muerte en Villanueva de los Infantes. Pedro Cobiella lo mismo dialogaba con grandes artistas que venían a actuar a la Isla, que con ministros del tardo-franquismo que nos visitaban.