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Pica pica

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Llevaba un tiempo aplatanado. Después de cuarenta años entre máquinas de escribir, luego ordenadores con paquetes de folios por las esquinas y, en las estanterías, centenares de libros, algunos de ellos pendientes de leer todavía. Después de haber dedicado a la información media vida, en una profesión nacida de una vocación libre y espontánea, he aquí que entré en un marasmo intencionado en el que los más allegados detectaron alarmados una apatía culposa. Dejé de escribir al desvincularme del medio que me dio de comer, y únicamente mantuve el contacto con los micrófonos y con el público desde el escenario, ante un patio de butacas, por suerte casi siempre lleno. Últimamente he vuelto a escribir, a sentar mi trasero ante el ordenador y a mendigar a la inspiración la frase más oportuna. He roto mi silencio, y lo he hecho con la libertad de no depender de nada ni de nadie, con la poca sabiduría que puedan dar las canas a la hora de hablar de nuestra gente y de nuestras cosas, aunque algunas de ellas nos arruguen el gesto y nos ensombrezcan el corazón. La última ha sido la drástica medida que obliga a los cultivadores de estas islas a tirar, entre el 15 y el 21 de abril, más de un millón de kilos de plátanos. Eso, que de forma tan mezquina llamamos “la pica”. Los lectores de a pié leemos la noticia y nos sentimos avergonzados de que todavía, en pleno siglo XXI y en una etapa de crisis y hasta de hambre, el sector platanero pase por un trance que creíamos desterrado al existir una planificación de las organizaciones de productores. De ahí que el incidente nos lleve a pensar en una falta de previsión o en un desacierto, un error estratégico, como mínimo, de las “cabezas pensantes” que regulan el sector.

El presidente de Palca, Amable del Corral, ha sido, como casi siempre, perspicaz en sus declaraciones: “No quisiéramos pensar que, al día de hoy y con los medios técnicos al alcance, se desconozca la producción con un mes de anticipación. Parece inaudito que se tomen las decisiones a toro pasado y cuando el mercado ya está saturado”. Conozco a Amable del Corral y sé que más de una vez su dialéctica punzante y grotesca ha herido sensibilidades porque, en las antípodas de la “amabilidad” de su nombre, se mueve como “el Pepito Grillo” de nuestras conciencias en el claroscuro de las relaciones humanas. No es extraño que el dirigente agrario con sus afines de Palca hayan acordado solicitar “a los plataneros” que “exijan” en “sus respectivas organizaciones de productores que sufraguen los perjuicios económicos derivados” de “la tardía decisión de picar” la fruta para frenar la caída de precios. No hace falta comulgar con las ideas de Del Corral para entender que los agricultores no son en absoluto responsables de este dislate, sino las grandes víctimas. Manifestar lo contrario sería una pobre prueba de inteligencia.

En La Palma todos nos sentimos arropados por el mismo paisaje. En él, plataneras y plátanos ocupan un lugar preponderante, tal vez por eso, nos cuesta comprender una pica de miles de kilos de nuestro producto bandera, primer renglón de nuestra economía, porque exista saturación en los mercados. Y nos preocupa que consejeros del Partido Popular y Coalición Canaria se tiren los trastos a la cara intentando pescar en el río revuelto de la “pica” con el “Frutín” como aparejo. El Frutín es (y supongo que sigue siendo) un proyecto ideado tres años atrás (aquí las obras se eternizan), que con importantes fondos europeos y del propio Cabildo persigue contar con una instalación dotada frío industrial para la transformación agroalimentaria del plátano (se llegó a hablar de hasta diez millones de kilos). Con esta planta se evitaba que los excedentes de fruta fueran a parar al vertedero. Recuerdo que se planeaba entonces, envasar y comercializar papilla de plátano que sirviese de base para multitud de productos derivados: natillas, zumos y yogures. Como comprenderán, ante el hecho puntual de esta nueva pica, los políticos sacan a relucir el proyecto y se echan las culpas de que todavía hoy no es una solución. No sé si debemos dar a los políticos un premio por su fracaso o por atreverse a mentar en estos momentos “la soga, es decir el Frutín, en casa del ahorcado”.

Pero Amable del Corral no es político y por eso tampoco su discurso es políticamente correcto. Amable ha cambiado aquella curiosa rebeldía de joven agresivo y descarado, por esa experiencia que abre la veda a los que vamos cumpliendo años para decir la verdad sin que nos tachen de locos. No es mala cosa entrar en la vejez con carné revolucionario después de los cursos aprobados, aunque sea por los pelos, en la dura y difícil universidad del campo y de la vida. Amable llama al pan pan y al vino vino o, lo que es lo mismo denomina “meter la pata” a un error de cálculo; tilda a “la pica” de despilfarro que coloca a los productores al borde de la ruina; y pide explicaciones a los responsables de las organizaciones de productores: “Exigimos profesionalización, transparencia, democracia y que el que no esté capacitado se vaya para su casa, que bastante caros nos salen”.

Con la precaria situación que vivimos, con doce mil palmeros en paro, muchos de ellos sin prestación y otros comiendo cuando pueden, hacer una “pica” de toneladas de plátanos para mantener los precios del mercado me parece un agravio brutal. En cuanto a Amable del Corral sus afirmaciones acostumbran a ser tremendamente incómodas, pero su probado amor al sector primario está fuera de toda discusión. Y de sus palabras entendemos que la burda maniobra de la “pica” (sin políticos de por medio) sólo sirve para solapar la falta de previsión y la torpeza de quienes dirigen el cotarro en las propias organizaciones de productores, pues una planificación coherente con los sondeos periódicos del mercado, bastaría para impedir lo que ahora nos avergüenza.

Llevaba un tiempo aplatanado. Después de cuarenta años entre máquinas de escribir, luego ordenadores con paquetes de folios por las esquinas y, en las estanterías, centenares de libros, algunos de ellos pendientes de leer todavía. Después de haber dedicado a la información media vida, en una profesión nacida de una vocación libre y espontánea, he aquí que entré en un marasmo intencionado en el que los más allegados detectaron alarmados una apatía culposa. Dejé de escribir al desvincularme del medio que me dio de comer, y únicamente mantuve el contacto con los micrófonos y con el público desde el escenario, ante un patio de butacas, por suerte casi siempre lleno. Últimamente he vuelto a escribir, a sentar mi trasero ante el ordenador y a mendigar a la inspiración la frase más oportuna. He roto mi silencio, y lo he hecho con la libertad de no depender de nada ni de nadie, con la poca sabiduría que puedan dar las canas a la hora de hablar de nuestra gente y de nuestras cosas, aunque algunas de ellas nos arruguen el gesto y nos ensombrezcan el corazón. La última ha sido la drástica medida que obliga a los cultivadores de estas islas a tirar, entre el 15 y el 21 de abril, más de un millón de kilos de plátanos. Eso, que de forma tan mezquina llamamos “la pica”. Los lectores de a pié leemos la noticia y nos sentimos avergonzados de que todavía, en pleno siglo XXI y en una etapa de crisis y hasta de hambre, el sector platanero pase por un trance que creíamos desterrado al existir una planificación de las organizaciones de productores. De ahí que el incidente nos lleve a pensar en una falta de previsión o en un desacierto, un error estratégico, como mínimo, de las “cabezas pensantes” que regulan el sector.

El presidente de Palca, Amable del Corral, ha sido, como casi siempre, perspicaz en sus declaraciones: “No quisiéramos pensar que, al día de hoy y con los medios técnicos al alcance, se desconozca la producción con un mes de anticipación. Parece inaudito que se tomen las decisiones a toro pasado y cuando el mercado ya está saturado”. Conozco a Amable del Corral y sé que más de una vez su dialéctica punzante y grotesca ha herido sensibilidades porque, en las antípodas de la “amabilidad” de su nombre, se mueve como “el Pepito Grillo” de nuestras conciencias en el claroscuro de las relaciones humanas. No es extraño que el dirigente agrario con sus afines de Palca hayan acordado solicitar “a los plataneros” que “exijan” en “sus respectivas organizaciones de productores que sufraguen los perjuicios económicos derivados” de “la tardía decisión de picar” la fruta para frenar la caída de precios. No hace falta comulgar con las ideas de Del Corral para entender que los agricultores no son en absoluto responsables de este dislate, sino las grandes víctimas. Manifestar lo contrario sería una pobre prueba de inteligencia.