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A propósito de todo

Santa Cruz de La Palma —

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Era una mañana diferente, me había despertado fijándome en un vértice de la ventana de abajo. No coincidía con el de arriba. La preocupación me asaltó. Era imposible que los ángulos, los raíles no coincidieran. Me di cuenta de que era mi forma de ver las cosas la que desvirtuaba la realidad ¡Qué desparpajo el mío! Hemos nacido y moriremos viendo la realidad que queremos. ¿No les parece maravilloso que tengamos esta oportunidad? Dentro de lo compleja que es la vida, el simple hecho de existir. Tengamos la fortuna de convertir lo que observamos, olemos, saboreamos, sentimos o escuchamos en lo que nos dé la real gana. Mi ventana se salía de la realidad a la que pertenece, porque yo la observaba a mi manera. Este hecho tan aparentemente banal me regaló la posibilidad de imaginar algo nuevo. Igual le sucede a un director de orquesta proyectando su manera de entender a Wagner. O a un ser que se enamora de otro ser y las emociones aparecen sin orden. O el pájaro carpintero que decide hacer su nido cuadro en vez de circular. Lo mío, en este día cualquiera era una ventana descontrolada. Entonces, me levanté de la cama, me hice un café, y dejé que la creatividad hiciera el resto. ¿Estás seguro de que una ventana deformada hará que el mundo cambie? - me pregunté. Sí. Y sí es no, tampoco pasa nada- reflexioné en silencio.

Un poco más tarde, me acordé de una persona que estaba a punto de dejarnos para siempre y observaba las ventanas. Allí ocurrían infinitos sucesos dispares que ocasionaban verdaderas obras de artes imaginadas, todo. Aún quedaban fuerzas para transmitirlos, pese que la felicidad era efímera y él lo sabía con una certeza abrumadora. Entonces vislumbró, al final de su vida, que aún andaba comprendiendo cosas. A lo mejor adrede, o como todo el universo, en un accidente extraordinario. Se produce entonces la irónica sensación que, siendo aún libres en nuestras vidas, de forma invisible, estamos atrapados en la incoherencia de un tiempo que aún no sabemos controlar, y que, de momento, no hemos dado con la fórmula para equilibrar la balanza de lo que creamos, amamos y desechamos.

A propósito de todo, aún tengo la sensación de que no sé de nada. Lejos de la hipocresía, el ego y la conmoción, gasto una parte importante de mi vida en perder el tiempo, ya que considero que luchar contra él es una epopeya ilustrada con todos los matices y colores que puedan imaginar. Y perder el tiempo es hacer muchas cosas a la vez. Unas veces se ven; otras, solo suceden en nuestro interior que no sabemos; otras, son correctas, otras amargas; otras, esplendorosas y florecidas; otras, son verano, invierno o primavera; en otras ocasiones, son hojas cayendo.

A propósito de todo, qué ganas tengo de seguir amando todo lo que me rodea. Qué ganas tengo de vivir en un mundo diferente al que ha sucedido hasta ahora. Qué ganas tengo de que seamos capaces de comprender y que cuando no lo hagamos, dibujemos un lugar invisible donde aprender y compartir. Qué ganas tengo de que la persona que haya leído esta última frase no me tache de cantautor o poeta de causas perdidas. Qué ganas tengo de que las personas tristes puedan gritar y escuchar una melodía sin sostenidos y bemoles. Qué ganas tengo de que todos podamos pensar, reflexionar y creer desde el interior propio y no instalarnos en la comodidad, o peor aún; en la de otro.

Errores, fallos, discrepancias, vida, muerte, amor, recuperar, dolor, odio, paz, abrazos, la piel, mirar, vaciar, llenar, acompañar, luz, oscuridad, monotonía, simple, difícil, la flor, una llegada, arrancar, sembrar, besar, el camino, un rio, un árbol, parar.

He pensado en la posibilidad de un atardecer enojado y brillante de felicidad al mismo tiempo; opaco y brillante, que se pregunta la eternidad y lo finito, que se escuche, se hable y se espante; que la luciérnaga que lo abraza se conmueva y se desarme; desnude el alma incierta, en tu mirada sobre la piel muerta. He pensado en la posibilidad de amanecer otra vez y dejar que el día se precipite veloz, sin más; para volver a sentir tus dedos en mi papel blanco y vacío. He comprendido que has querido, y siniestra es mi esperanza.

La ventana, seguía igual, a propósito de todo.