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Querido amigo Raul Grass

Santa Cruz de La Palma. 13 de abril de 2.015

Queridos amigos Raul y Beatrice Grass:

La noticia de la muerte de Günther me cogió con un pie en la Isla y con el otro en Madrid. Estaba saliendo de la tienda para el Aeropuerto de Mazo, pero me detuve, lo que hiciera falta, para llamaros y hablar con vosotros. Cuando me dijisteis que el tránsito de Günther había transcurrido de madrugada y sin dolor, me quedé tranquilo, era lo único que me preocupaba, ya como estaba él, que pudiese ser doloroso.

Unos días antes estuviste Raul, por dos veces en la tienda, me habías comentado que la salud de tu padre se deterioraba cada vez más, que había tenido varias crisis hospitalarias, pero que la cabeza la tenía lúcida, como después lo sentí leyendo la última entrevista que le hizo el periódico El País, unas semanas antes de su partida, y que publicó al día, o a los dos días de ella, y me dijiste también que regresarías pronto a Berlín. Pienso que entendías que su muerte iba a ser inminente.

Llevamos ya, tú y yo, unos cuantos años de amistad. Siempre que vienes a la Isla, me visitas, tanto vengas solo, con tus amigos, con Beatrice o con tus hijas. Se ha ido, de esta manera, con ires y venires, esculpiendo entre nosostros una amistad, que abarca a nuestros amigos, los tuyos y los míos, y a nuestras familias, la tuya y la mía. Todo ello, muy a pesar de que tú hablas poco español, y yo nada de alemán; Beatrice y Ángela, cuando están con nosotros, se encargan de ello, pero cuando no, nos las ingeniamos . Esto me hace pensar en que existe un metalenguaje, un lenguaje por encima del lenguaje.

La última vez que estuviste en La Tienda, yo cortaba ibérico, tú hacías tiempo para ir al oculista, por una lesión en uno de tus ojos; yo cortaba y te daba a probar el salchichón; en aquel mediodía, me enseñaste en tu móvil una foto tuya con tu padre, o una foto de tu padre contigo, o una foto de los dos sentados en un banco, muy juntos, en frente de un bosque con el suelo lleno de hojas. Me da la impresión de que los dos sabíais que era la última foto juntos, sin embargo estabais alegres, y dándoos los últimos cariños con el cuerpo. El suelo de la foto está lleno de hojas caídas de árboles, estas hojas son tus años vividos y los de tu padre, os sonreís al verlos en el suelo. Las hojas del árbol de tu padre ya están casi todas en el suelo; al árbol tuyo, le quedan todavía muchísimas hojas por que se caigan. Günther se agarra a tu brazo, se resiste a partir pronto, por eso se coge a él, a ver si consigue vivir un poco más; tú le acaricias la rodilla, como diciéndole: “Sé fuerte papá, la tarea está toda hecha, y bien hecha, la vida ha sido generosa contigo, con ambos”. Detrás de vosotros, a vuestra espalda, está el bosque, donde vive Günther ahora, donde vamos a vivir todos, cuando, como él, muramos. El bosque, el bosque, no sabemos cómo es, porque siempre, como en la foto, está a nuestra espalda, te pongas en donde te pongas, siempre está a nuestra espalda. El bosque es el misterio, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Algunas veces, cuando remiro la foto, no te veo a ti con tu padre, ni a tu padre contigo, veo a dos hermanos traviesos, llenos de complicidades, pero esto prefiero hablarlo cuando nos veamos la próxima vez, con, de por medio, el vino que más te gusta.

Mirabas el reloj, por lo de la consulta médica. Te pregunté si me podías enviar la foto, y me respondiste que lo harías desde tu ordenador. Por la tarde tenía la foto en el mío. La he enseñado a varios amigos, por la riqueza que contiene, es un tesoro desde el que se pueden ir sacando más y más interpretaciones.

Te comenté, cuando viniste a despedirte y a comprarme el vino -que ahora te gusta más The Flower and The Bee, Ribeiro Blanco ( Treixadura ) y Tinto ( Souson )- que quería dar a conocer la foto, compartirla, y poner algunas palabras en su órbita, como un niño coge un creyón y pinta sobre el dibujo que hay en su cuaderno. Me respondiste que te gustaría que lo que fuese a escribir, que te lo enviase antes para dárselo a leer a tu padre. Ahora tu padre está en El Bosque, en donde no sabemos, y no hace falta consultarle. Yo no sabía bien lo que iba a escribir con él en vida, pero sí estaba seguro que no era de política, ni de literatura, probablemente era de las cosas sencillas que a él le gustaban, como ir a la tienda de Gallegos (Garafía) a tomar vinos, entre lugareños que no lo conocían, en donde se transformaba en una persona totalmente anónima. Un día, hablando sobre tu padre, me comentaste que era un hombre austero, que pudo haber tenido todo lo que hubiera querido, pero que solo quiso tener lo que necesitase, y, que así os había educado, con esa austeridad. A mí, me sobra decir cualquier otra palabra más sobre él. ¡Que lo hagan los ensayistas, para eso les pagan!

Raul, mi vida está totalmente vacía de fotos en donde esté yo con mi padre. Mis fotos familiares son con mi madre, mis abuelos, mis tías, mi tío, mi hermana, mi hija. Tener una foto (tendrás muchas más con él), como esta en la que estás con tu padre, me da la impresión de que te ha de llenar gran parte de tu vida, en donde, al contrario, yo tengo un gran vacío, vacío que lleno con amigos, amigos buenos como son tú y Beatrice, o con esta foto que me habéis brindado, o con el cuadro que me regalasteis de Günther.

No sé si estará bien, o no, que os haga esta pregunta ahora: ¿Qué os parece lo de retomar la idea de la exposición, en La Palma, de las pinturas y escultura de Günther? Si no habéis saltado para atrás de vuestra silla, pienso que ha estado bien que os lo pregunte. Entonces lo hablaremos comiendo, con Beatrice y Ángela, una paella de marisco, de las de nuestro amigo Salva, que tampoco tiene ninguna foto con su padre, y bebiendo ribeiro The Flower and The Bee, de las bodegas Coto de Gomariz.

Abrazos por El Lado del Corazón. Salud y Alegría Interior

Las Cosas Buenas de Miguel

Queridos amigos:

Raul y Beatrice estuvieron, de nuevo, el día veinte y seis del pasado junio en Las Cosas Buenas de Miguel. Se habían bajado del avión hacía unos momentos, y quisieron hacer su primera parada entre nosotros, y repostar el vino de su casa. Venían a tomarse unos días de descanso y a celebrar su veinticinco aniversario de pareja. El tema de la exposición de la obra de Günther surgió espontáneamente. No habían saltado de sus asientos para atrás cuando les hice por última vez, en la carta, la pregunta. He sido demasiado insistente con ellos dos acerca de este tema, llevaba años, como un albañil, martilleando con un cincel sobre la piedra de ellos, sobre esta, a retomar, idea, y la piedra cogió forma. Miguel, me dijeron, “hay total disposición por parte de la familia a cerca de la exposición”. Muy probablemente, en agosto del próximo año, si nada lo tuerce, la Isla dará esa campanada al mundo.

Abrazos por El Lado del Corazón. Salud y Alegría Interior.

Las Cosas Buenas de Miguel  

Santa Cruz de La Palma. 13 de abril de 2.015

Queridos amigos Raul y Beatrice Grass: