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Rentabilizar el marchamo de calidad

La Unesco, cuando el 6 de noviembre de 2002 decidió declarar a La Palma en su totalidad Reserva Mundial de la Biosfera, además de conceder un certificado oficial de calidad ambiental, hizo un reconocimiento expreso a una forma ancestral de relacionarse de manera armoniosa con el entorno. Los habitantes de la Isla, en su inmensa mayoría, generación tras generación, han sabido conciliar el desarrollo económico con la protección del medio en un ecosistema frágil y, a la vez, privilegiado. Evidentemente, se han cometido atropellos, pero la exuberancia de este territorio en mitad del Atlántico ha logrado amortiguar el impacto.

La Isla se ha convertido en un referente para las reservas de la Biosfera de la Unesco. Sin embargo, no se puede dormir en los laureles pues, sin duda, a la hora de rentabilizar el marchamo que supone ser un modelo en gestión ambiental a nivel mundial, le quedan pendientes asignaturas relevantes que, en los actuales momentos de recesión, son fundamentales para rentabilizar los recursos sin hipotecar el futuro.

La inclusión de La Palma en su integridad en la red de espacios modélicos de la Unesco debe tener sus efectos prácticos en la mejora de la calidad de vida de los palmeros y, para ello, los responsables de administrar el diploma, en colaboración con empresas, entidades y colectivos han de impulsar las iniciativas necesarias. En ese camino están, pero la población no termina de constatar la riqueza que genera en la vida diaria la puesta en valor de un territorio singular. Este prestigioso sello de calidad ha de ser algo más que una pomposa credencial de dividendos únicamente honoríficos.

La Unesco, cuando el 6 de noviembre de 2002 decidió declarar a La Palma en su totalidad Reserva Mundial de la Biosfera, además de conceder un certificado oficial de calidad ambiental, hizo un reconocimiento expreso a una forma ancestral de relacionarse de manera armoniosa con el entorno. Los habitantes de la Isla, en su inmensa mayoría, generación tras generación, han sabido conciliar el desarrollo económico con la protección del medio en un ecosistema frágil y, a la vez, privilegiado. Evidentemente, se han cometido atropellos, pero la exuberancia de este territorio en mitad del Atlántico ha logrado amortiguar el impacto.

La Isla se ha convertido en un referente para las reservas de la Biosfera de la Unesco. Sin embargo, no se puede dormir en los laureles pues, sin duda, a la hora de rentabilizar el marchamo que supone ser un modelo en gestión ambiental a nivel mundial, le quedan pendientes asignaturas relevantes que, en los actuales momentos de recesión, son fundamentales para rentabilizar los recursos sin hipotecar el futuro.