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Soberanía ciudadana

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En contra de la opinión generalizada, no nos encontramos frente a una crisis económica, sino frente a una crisis política. Una muestra de esto es el subterfugio argumentativo según el cual para resolver la supuesta crisis económica es necesario reducir la representatividad política en las instituciones públicas. De lo que podría deducirse que la causa de la crisis es la democracia. Y así lo ve ya un amplio sector de la población. Intentaré aquí defender la tesis contraria, que la corrupción y la crisis económica son por falta de más democracia.

Aprovechando la corrupción generalizada y el desencanto social que provoca, la descripción causal que se hace de los hechos, desde aquel punto de vista, favorece al golpe de estado en proceso que iniciaron en 2008 las facciones financieras internacionales. Pues, paralelamente al desmantelamiento de las instituciones públicas se promueve como solución el reparto de la túnica social, de capital público y organismos reguladores, entre las facciones empresariales y demás autómatas emprendedores. Más de treinta años nos llevamos tragando esa trola.

En los últimos cuarenta años, tras la crisis del petróleo de los 70, la facción financiera internacional ha dedicado todos sus esfuerzos a hacer dependientes de sus préstamos a los “Estados Soberanos”, así como a sus clases burguesas y proletarias. Empezaron por los “países en vías de desarrollo” a los que han depauperado hasta el genocidio, superando con creces las cifras de muerte de la IIGGMM. Luego continuaron con los “países desarrollados” haciendo creer que el crédito no pararía, y sin muchos reparos con la viabilidad económica de las megalomanías que ya conocemos. Supongo que habrán pensado que “cuanto antes se estallen las burbujas, antes los tendremos bajo nuestros pies”.

La lógica es la misma a escala internacional, nacional, regional, municipal y familiar, es la lógica del dinero que sustenta a la religión del mercado y ordena nuestras vidas. Tanto la promoción de los valores conservadores por un lado, como su alternativa, el aislamiento personal por otro, lo que Chomsky llama creación de consentimiento y atomización social, es el mejor caldo de cultivo para el darwinismo social en el que se fundamenta el capitalismo. Los resultados se ven ahora: en lugar de una sociedad fortalecida con valores ciudadanos, nos encontramos con una población despolitizada y desconfiada, sin habilidades para comprender las causas de su sufrimiento y menos para resolverlas, cuya única motivación-motor-obsesión es el dinero. Aún sabiendo que el dinero es sinónimo de muerte, y la política centrada en el dinero es una política de muerte.

Un ejemplo: frente a la nueva política de corporaciones locales la actitud de los representantes políticos no es la de fortalecer a los municipios mediante la promoción de la participación ciudadana, sino enrocarse en el Cabildo y no perder poder institucional. Por si alguien no entendía los extraños movimientos de CC. Error de cálculo del PP respecto a las regiones con poder populista chovinista caciquil, también llamado nacionalismo. El PSOE bisagra, sólo chirría desagradablemente. Mientras, el poder vecinal, profesional y personal se esfuma, al mismo tiempo que las condiciones de salubridad, en un lugar con uno de los mejores paisajes y climas del mundo, pero con los peores indicadores sociales de todo el territorio europeo.

Esa es la inercia que prefigura un destino poco apetecible de empobrecimiento y violencia, como se ve ya incipientemente aquí y que en muchos países está completamente institucionalizado. Un escenario que favorece la represión y el terror policial, la desregularización de recursos y mercados que permite a industriales y comerciantes capitalistas expoliar impunemente, etc. Nos encontramos frente a un problema estructural y ético que necesita un plan estratégico, pues cambiar de dirección requiere un proceso complejo.

Si queremos cambiar de rumbo es necesario un plan para la recuperación de la soberanía ciudadana. Hablando de La Palma, ya desde los años 80 con la infiltración de API, y después los otros partidos, en las asociaciones vecinales comenzó el desmantelamiento de cualquier posible germen de democracia participativa. Los ayuntamientos acabaron con el poder vecinal y ahora nadie quiere a los ayuntamientos. Lo cual deja vía libre para una concentración de poderes en capitales administrativas, donde se mueven los negocios, y alejar a la gente de la toma de decisiones.

Sindicatos y partidos de izquierda no lo hicieron mejor, al abandonar la formación de su militancia en los valores y modales socialistas, para convertirse en iluminados tutores de las masas proletarias en el tablero de juego de capitalistas y viejos facinerosos. Tampoco la escuela ha servido a la democracia participativa, pues su estructura y funcionamiento, a pesar de objetivos biensonantes, ha sido jerárquica y reproductora de valores y actitudes tradicionalistas. Delegados y representantes de alumnos siempre fueron “hombres de paja”. Hoy, los mismos, ya como políticos profesionalizados, son hombres y mujeres de paja de los muy antisociales capitalistas de turno.

Si no queremos seguir en la dirección de muerte que marca el capitalismo, es necesario un plan para la recuperación, no de la economía, sino de la soberanía ciudadana. Porque si el capitalismo implementa una política de facciones capitalistas, estilo senado romano, estilo mafia, con apariencia democrática, y desmantela a la persona ciudadana como institución fundamental de la democracia, es porque es precisamente eso lo que les molesta: la soberanía personal. Nadie se sometería a sus condiciones de explotación. El problema es que la inercia del plan capitalista es muy poderosa y actúa desde múltiples vectores que superan nuestra conciencia y voluntad, personal y colectiva. Hasta que no los comprendamos no sabremos como actuar.

Sólo un colectivo consciente de que su pervivencia en sucesivas generaciones depende de la fortaleza integral (afectiva, intelectual y profesional) de cada uno de sus miembros y del libre compromiso de sus miembros con el colectivo que le fortalece, puede emprender esa gran infraestructura social. Este primer escalón es el más difícil de todos, pues depende de que se produzca una especie de sinergia desde diferentes perspectivas culturales y políticas, y distintas metodologías de análisis personales y grupales. El siguiente paso no es más sencillo, consiste en poder, en poder hacer, en poder proporcionar los recursos, las instituciones y los modales que permitan y estén al servicio de la sostenibilidad de la libertad, la solidaridad y la justicia. Para empezar, ir resolviendo la situación de precariedad que muchas personas padecen, para que a la vez, se puedan ir incorporando al trabajo de analizar, planificar y ejecutar acciones estratégicas para la solución y prevención del desmantelamiento social y la instrumentalización de las personas al servicio del mercado o cualquier otro yugo por el estilo.

Personalmente, desde mis circunstancias actuales, y desde la perspectiva de una generación disuelta entre el colaboracionismo, la despolitización y la precariedad económica, intelectual y moral, me pregunto, inevitablemente, si no será ya demasiado tarde para todo esto a pesar de que es posible?

En contra de la opinión generalizada, no nos encontramos frente a una crisis económica, sino frente a una crisis política. Una muestra de esto es el subterfugio argumentativo según el cual para resolver la supuesta crisis económica es necesario reducir la representatividad política en las instituciones públicas. De lo que podría deducirse que la causa de la crisis es la democracia. Y así lo ve ya un amplio sector de la población. Intentaré aquí defender la tesis contraria, que la corrupción y la crisis económica son por falta de más democracia.

Aprovechando la corrupción generalizada y el desencanto social que provoca, la descripción causal que se hace de los hechos, desde aquel punto de vista, favorece al golpe de estado en proceso que iniciaron en 2008 las facciones financieras internacionales. Pues, paralelamente al desmantelamiento de las instituciones públicas se promueve como solución el reparto de la túnica social, de capital público y organismos reguladores, entre las facciones empresariales y demás autómatas emprendedores. Más de treinta años nos llevamos tragando esa trola.