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En las sombras de la ley del aborto

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El terror y lo indecente no queda solo sostenido y procurado en la propia ley, es lo que acarreará en las sombras y en las callejuelas mugrientas de la necesidad.

Esta ley del aborto impuesta a yugo por el actual Gobierno, no solo coartará el derecho a la libertad, sino que, por otro lado, para todas aquellas que no puedan acudir al extranjero a ejercer esa libre elección, (penoso y degradante es no hacerlo en su propio país), tendrán que acudir en sigilo, discretas y necesitadas, como ya así ocurría en tiempos pasados, a pisos clandestinos, locales desvalidos, a usureros, y demagogos, y curanderos, y aprovechados, que ejercerán y proclamarán que son las personas correctas y precisas para que ellas puedan decidir sobre sus vidas. Estos presentarán en todo momento documentos fidedignos y fiables, en un liviano y primer atisbo, y publicitarán que todo saldrá bien, que la seguridad es la base y la estructura de su oficio y ejercicio.

Y en esa necesidad imperiosa que arrojará a muchachas, y mujeres, y niñas, al vacío de putrefactos agujeros, y que en realidad solo sostendrán una ventaja económica, no una ventaja física, no les quedará más remedio que quedar sus cuerpos desvalidos ante penosos, y tétricos, y oxidados, e irrisorios utensilios y herramientas, o fármacos, o ungüentos, o pócimas con múltiples efectos secundarios, incluso efectos primarios. Y esto es quizás, aparte de la libertad de poder elegir, el rasgo característico y la más recurrida posibilidad que traerá entre sombras y clandestinidades, la absurda ley del aborto del actual Gobierno. Sin embargo, cuando las muertes ronden y caigan y azoten en los telediarios y periódicos y otros medios de comunicación, ellos subirán a sus torres de babel, a sus púlpitos frívolos y acomodados, y dictarán y proclamarán convencidos, que toda la culpa es de los progenitores o tutores o de los propios protagonistas, y del exceso de libertad, en nada y ningún momento de la ley.

Los pisos clandestinos, las herramientas mugrientas y desfasadas, las muertes en los intentos por posibilitar la necesidad de abortar, el horror familiar, será nuevamente un paisaje cotidiano, y a la vez, historia negra y oculta de un país que se degrada e involuciona con celeridad y embrutecimiento, porque no todas tendrán la salvedad suficiente y el saldo económico para recurrir a un viaje al extranjero y realizar el ejercicio de su libre elección.

El terror y lo indecente no queda solo sostenido y procurado en la propia ley, es lo que acarreará en las sombras y en las callejuelas mugrientas de la necesidad.

Esta ley del aborto impuesta a yugo por el actual Gobierno, no solo coartará el derecho a la libertad, sino que, por otro lado, para todas aquellas que no puedan acudir al extranjero a ejercer esa libre elección, (penoso y degradante es no hacerlo en su propio país), tendrán que acudir en sigilo, discretas y necesitadas, como ya así ocurría en tiempos pasados, a pisos clandestinos, locales desvalidos, a usureros, y demagogos, y curanderos, y aprovechados, que ejercerán y proclamarán que son las personas correctas y precisas para que ellas puedan decidir sobre sus vidas. Estos presentarán en todo momento documentos fidedignos y fiables, en un liviano y primer atisbo, y publicitarán que todo saldrá bien, que la seguridad es la base y la estructura de su oficio y ejercicio.