Espacio de opinión de La Palma Ahora
TTIP (I): Empezar por el Materialismo Dialéctico
TTIP son las siglas de Transatlantic Trade and Investment Partnership, que en su traducción necesaria al español significa Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión. Del TTIP parece que seguimos sin saber mucho, en primer lugar porque es el gran secreto económico de los últimos años, en segundo porque los Estados implicados no quieren airear mucho el asunto, y en tercero porque pareciera que somos sociedades de cortas entendederas. ¿Recuerdan ustedes la genial película ‘Amanece, que no es poco de José Luis Cuerda? En ella el guionista y director, con su ironía habitual, presentaba, entre una pléyade de personajes formidables, a un campesino que quería convertirse, apadrinado por un compañero de faena, en intelectual. Como primera lección el gurú le proponía: “Bien, entonces debemos empezar por el Materialismo Dialéctico…”. Esta perla de Cuerda vale para ilustrar el extremado conocimiento en que falsamente debe cimentarse la conciencia política. Si bien la sabihondez no ocupa lugar, tampoco es necesario ser economista de doctorado para comprender quién siembra las coles, quién las cocina y quién se come el potaje. El asunto de que la ciudadanía en ocasiones no entiende y no debe comenzar a entender los grandes asuntos que le afectan es la perfecta herramienta de que se valen las estructuras de poder político y económico para ejercer su fuerza sin encontrar resistencia. Decía que parece que no sabemos mucho del TTIP, pero sí que sabemos, ¿acaso no conocemos lo que supone el Libre Comercio para las economías dominadas?, ¿no reconocemos la realidad mundo rico – mundo pobre que el capitalismo genera? Para observar el orden global y sus miserias no hacen falta gafas de ejecutivo. A nivel político, cuando se pregunta a los partidos de centro, derecha o socialdemócratas sobre el acuerdo o se pide que fijen una postura las respuestas suelen ser titubeantes: “aún no sabemos nada como para opinar”, “dejemos hacer a los expertos” o cualquier otra máxima parecida e igual de vacía. Sin dar lugar a la sorpresa exactamente esa fue la réplica cuando hace escasos meses Dailos González, consejero del Cabildo, proponía al Pleno una moción de rechazo al TTIP. A escala estatal, cuando en mayo de 2014, Izquierda Plural propuso en el congreso someter a referéndum la participación del Estado en el Acuerdo, cosechó el rechazo de PP, PSOE, PNV, CiU y UPyD, en un evidente acto de sumisión y lavado de manos. Traguemos lo que desde las alturas nos cocinan. Con razón dice bien la economista Aiala Elorrieta que la cuestión del TTIP “no es un tira y afloja entre EEUU y la UE, los lobbies políticos y económicos de ambos lados del Atlántico van a una, en el otro extremo está la sociedad civil, totalmente apartada de los ámbitos de decisión”. Podemos convenir que el rechazo institucional estos meses será escaso, y esto es lógico mientras la representación política sea mayoritariamente neoliberal. La dinámica en que las fuerzas sociales no deben caer es la de aceptar el desconocimiento del proceso como limitador del posicionamiento político. Porque sí que sabemos, más de lo que versión oficial propugna: conocemos lo que el NAFTA supuso para la economía mexicana, también los términos del recién firmado TPPA entre Estados Unidos y los países del Pacífico. Realmente, ¿qué creemos que podemos esperar a nivel social y laboral de esta desesperada creación de alianzas contra la supremacía mundial económica de China? Igual no hay que saber mucho más para rechazar el TTIP, a estas alturas la falsa ingenuidad política es ridícula y no podemos permitirnos jugar con las cínicas reglas del “cállese usted que no sabe nada”. Sí sabemos, y eso es lo que al poder le da más miedo.
TTIP son las siglas de Transatlantic Trade and Investment Partnership, que en su traducción necesaria al español significa Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión. Del TTIP parece que seguimos sin saber mucho, en primer lugar porque es el gran secreto económico de los últimos años, en segundo porque los Estados implicados no quieren airear mucho el asunto, y en tercero porque pareciera que somos sociedades de cortas entendederas. ¿Recuerdan ustedes la genial película ‘Amanece, que no es poco de José Luis Cuerda? En ella el guionista y director, con su ironía habitual, presentaba, entre una pléyade de personajes formidables, a un campesino que quería convertirse, apadrinado por un compañero de faena, en intelectual. Como primera lección el gurú le proponía: “Bien, entonces debemos empezar por el Materialismo Dialéctico…”. Esta perla de Cuerda vale para ilustrar el extremado conocimiento en que falsamente debe cimentarse la conciencia política. Si bien la sabihondez no ocupa lugar, tampoco es necesario ser economista de doctorado para comprender quién siembra las coles, quién las cocina y quién se come el potaje. El asunto de que la ciudadanía en ocasiones no entiende y no debe comenzar a entender los grandes asuntos que le afectan es la perfecta herramienta de que se valen las estructuras de poder político y económico para ejercer su fuerza sin encontrar resistencia. Decía que parece que no sabemos mucho del TTIP, pero sí que sabemos, ¿acaso no conocemos lo que supone el Libre Comercio para las economías dominadas?, ¿no reconocemos la realidad mundo rico – mundo pobre que el capitalismo genera? Para observar el orden global y sus miserias no hacen falta gafas de ejecutivo. A nivel político, cuando se pregunta a los partidos de centro, derecha o socialdemócratas sobre el acuerdo o se pide que fijen una postura las respuestas suelen ser titubeantes: “aún no sabemos nada como para opinar”, “dejemos hacer a los expertos” o cualquier otra máxima parecida e igual de vacía. Sin dar lugar a la sorpresa exactamente esa fue la réplica cuando hace escasos meses Dailos González, consejero del Cabildo, proponía al Pleno una moción de rechazo al TTIP. A escala estatal, cuando en mayo de 2014, Izquierda Plural propuso en el congreso someter a referéndum la participación del Estado en el Acuerdo, cosechó el rechazo de PP, PSOE, PNV, CiU y UPyD, en un evidente acto de sumisión y lavado de manos. Traguemos lo que desde las alturas nos cocinan. Con razón dice bien la economista Aiala Elorrieta que la cuestión del TTIP “no es un tira y afloja entre EEUU y la UE, los lobbies políticos y económicos de ambos lados del Atlántico van a una, en el otro extremo está la sociedad civil, totalmente apartada de los ámbitos de decisión”. Podemos convenir que el rechazo institucional estos meses será escaso, y esto es lógico mientras la representación política sea mayoritariamente neoliberal. La dinámica en que las fuerzas sociales no deben caer es la de aceptar el desconocimiento del proceso como limitador del posicionamiento político. Porque sí que sabemos, más de lo que versión oficial propugna: conocemos lo que el NAFTA supuso para la economía mexicana, también los términos del recién firmado TPPA entre Estados Unidos y los países del Pacífico. Realmente, ¿qué creemos que podemos esperar a nivel social y laboral de esta desesperada creación de alianzas contra la supremacía mundial económica de China? Igual no hay que saber mucho más para rechazar el TTIP, a estas alturas la falsa ingenuidad política es ridícula y no podemos permitirnos jugar con las cínicas reglas del “cállese usted que no sabe nada”. Sí sabemos, y eso es lo que al poder le da más miedo.