Espacio de opinión de La Palma Ahora
Nuestra vida está condicionada por una ideología de números
Residimos en una sociedad donde medimos o cuantificamos todo, incluso la felicidad y la decisión de nuestro siguiente acto, y esa pauta mecánica y absurda evita la incertidumbre de toda toma de decisión, nos acomoda, y nos salva de todo pensamiento y, al tiempo, nos aleja de él. Nos hace creer que esa medida o cuantificación es el valor que nos guiará ante todo propósito o ante todo inconveniente, y también, el reflejo de un ámbito o situación social. Andamos amparados en esa negligencia, y cohabitamos bajo esa ideología del número, de la estadística fácil, del ranking infranqueable, de índices perfectos, del valor como resultado y como dios. Estamos regidos y condicionados por todos ellos.
Todos esos indicadores que asoman y golpean, y que tomamos en todo momento como criterios y resoluciones para tomar una decisión o para creer que lo expuesto por los mismos son verdades absolutas o verdades objetivas, son en realidad otra pauta irreal y manipulable de la estructura social en la que residimos. Ninguna estadística, por ejemplo, abarca la totalidad del total necesario para que sea fehaciente, pero las usamos constantemente para elegir una u otra opción. Ellas, en la misma manera que las clasificaciones, hacen más cómodo a la ciudadanía interpretar la información que se quiere indicar, porque se ahorran y quedan aliviados de todo desconcierto, no necesitan llevar el pensamiento más allá, y además, los números parecen ordenar el desorden, y lo agrupan todo en tal manera que cualquiera es capaz de entender, pero en realidad no es así, la vida no es así. La vida es una posibilidad alejada de toda cuantificación, trazada entre incertidumbres, entre precipicios que nos obligan a dudar y a elegir, y nos convida a equivocarnos y a que la equivocación sea otra parte más anidada a todo, y es quizás ello, en una sociedad exigente y acelerada donde la equivocación, la incertidumbre y el precipicio, no parecen tener cabida, y los números, la cuantificación y medición constante, expresada en estadísticas, ranking, índices, valores de resultado y otros, los que nos proyectan de manera subliminal e ingenua, cierta seguridad que no existe.
El resultado o la idea resultante no expresa en la mayoría de las mediciones la verdad de los valores medidos, del contenido utilizado para llegar hasta los mismos.
Toda esta pauta cuantificada que maneja nuestras vidas está en todos los ámbitos en que nos manejamos. Nos convidan con su seducción de algo veraz y factible, y lo peor es que, cuando el resultado no nos ha traído personalmente toda la satisfacción que indicaban los números en su momento, y por la que tomamos la decisión, pensamos ingenuamente que el problema no es de los números sino de otros determinantes, la cuantificación sigue siendo válida.
Andrés Expósito
Residimos en una sociedad donde medimos o cuantificamos todo, incluso la felicidad y la decisión de nuestro siguiente acto, y esa pauta mecánica y absurda evita la incertidumbre de toda toma de decisión, nos acomoda, y nos salva de todo pensamiento y, al tiempo, nos aleja de él. Nos hace creer que esa medida o cuantificación es el valor que nos guiará ante todo propósito o ante todo inconveniente, y también, el reflejo de un ámbito o situación social. Andamos amparados en esa negligencia, y cohabitamos bajo esa ideología del número, de la estadística fácil, del ranking infranqueable, de índices perfectos, del valor como resultado y como dios. Estamos regidos y condicionados por todos ellos.
Todos esos indicadores que asoman y golpean, y que tomamos en todo momento como criterios y resoluciones para tomar una decisión o para creer que lo expuesto por los mismos son verdades absolutas o verdades objetivas, son en realidad otra pauta irreal y manipulable de la estructura social en la que residimos. Ninguna estadística, por ejemplo, abarca la totalidad del total necesario para que sea fehaciente, pero las usamos constantemente para elegir una u otra opción. Ellas, en la misma manera que las clasificaciones, hacen más cómodo a la ciudadanía interpretar la información que se quiere indicar, porque se ahorran y quedan aliviados de todo desconcierto, no necesitan llevar el pensamiento más allá, y además, los números parecen ordenar el desorden, y lo agrupan todo en tal manera que cualquiera es capaz de entender, pero en realidad no es así, la vida no es así. La vida es una posibilidad alejada de toda cuantificación, trazada entre incertidumbres, entre precipicios que nos obligan a dudar y a elegir, y nos convida a equivocarnos y a que la equivocación sea otra parte más anidada a todo, y es quizás ello, en una sociedad exigente y acelerada donde la equivocación, la incertidumbre y el precipicio, no parecen tener cabida, y los números, la cuantificación y medición constante, expresada en estadísticas, ranking, índices, valores de resultado y otros, los que nos proyectan de manera subliminal e ingenua, cierta seguridad que no existe.