¿Cuándo vienen los geógrafos?

San Andrés y Sauces —
17 de enero de 2022 20:43 h

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“Cuando no sabemos a dónde nos dirigimos, todos los vientos son desfavorables” (Séneca).

Antes todos los faraones tenían arquitectos, ahora algunos arquitectos tienen faraones. El asunto de la piedra tallada y el hormigón armado ha cambiado bastante. El arte de la arquitectura, dentro del cual vivimos, suele dar respuesta a las necesidades humanas, pero a veces, en algunas cuestiones podemos decir que se desarrolla lentamente y en otras, en cambio, de un modo demasiado rápido. Probablemente como todas las cosas humanas. Por ejemplo: por un lado, a raíz de la pandemia se ha descubierto que el 85% de los madrileños no tienen balcón; por otro, ya se pueden construir casas autosuficientes energéticamente. Un déficit de aire y un ahorro en la factura mensual que hay que unir. La arquitectura tiene la llave. En realidad, antes se construían pirámides con un alto coste humano y ahora se construyen diferentes fachadas y en general, el mismo interior de siempre, pasillo, baño al fondo, habitaciones a un lado, etc.; por supuesto que hay excepciones muy loables, pero también hay delirios con un alto coste presupuestario.

Si crean el Nuevo Todoque, propuesto por una de las plataformas en zona de alto riesgo volcánico y del modo masificado que pretenden, será un lugar físicamente amenazado y socialmente insostenible. Las ciencias geográficas y toda la sociología están en contra de este modelo, que no tiene en cuenta las condiciones del entorno. ¿Qué dice el arte de la arquitectura? “Firmitas, utilitas, venustas” (Sólidas, útiles y hermosas), afirmaba Vitruvio en De Architectura (27- 23 a. C.) que debían ser las edificaciones, defendiendo los conceptos de resistencia, de funcionalidad y de belleza. Así que, se aceptan propuestas, esperamos los proyectos y los artículos explicativos con sus mapas, planos y maquetas. Hay que ofrecer diferentes alternativas de hábitat, diversas y espaciadas, donde se pueda acomodar el dolor y el gusto herido de los damnificados,  y nunca, nunca, una gran concentración, nunca establecer un gueto. Algo hemos aprendido. Hay que ofrecer un poco de dignidad. Este es el reto del urbanismo y de la arquitectura. En el caso de La Palma tras la reciente erupción, es indispensable hacer caso a los geógrafos. Si no es así, todas las coladas por venir van a ser desfavorables.

En el artículo El alegato de los geógrafos“(09-01-2022) para este periódico, se nombran los mapas de riesgo volcánico que se están terminando de elaborar, por la Cátedra Universitaria de Reducción del Riesgo de Desastres y Ciudades Resilientes de la Universidad de La Laguna. En Japón y en México tienen planes de emergencia que conocen hasta los niños, aquí ni hay ni ha habido nada de eso, aquí le rezamos a la Virgen de Las Nieves. Tenemos que ponernos las pilas y ”repensar el futuro atendiendo al riesgo volcánico“. Dice la geógrafa, Carmen Llinares:

En cualquier sitio hay riesgo. Pero qué duda cabe de que hay zonas en las que la probabilidad eruptiva es mayor que en otras. El hecho que se propusiera por parte de un grupo de personas reubicar Todoque en la ladera suroeste de Cumbre Vieja, zona declarada de alto riesgo volcánico, se trata de un caso claro de que seguimos sin reconocer nuestro medio natural”.

La geógrafa de la ULL, Nerea Martín Raya en “Análisis del trazado de las coladas de lava en Cumbre Vieja, La Palma” (2019-2020) que he descargado de Internet, afirma en las conclusiones del mismo: “El conocimiento del trazado de las coladas de lava es un paso esencial para el establecimiento de los riesgos asociados a estas y para la implantación de los posibles escenarios geográficos destinados a la planificación y la gestión de la emergencia volcánica. No obstante, como señalan algunos autores para otros contextos volcánicos (Cappello et al., 2012; Favalli et al., 2012; Pérez y Walter, 2016), en la dorsal de Cumbre Vieja pequeñas variaciones en la ubicación de los centros de emisión pueden hacer que la lava fluya en direcciones completamente diferentes. Por lo que, para dicho establecimiento e implantación se precisa de la elaboración previa de mapas de susceptibilidad volcánica muy detallados y de carácter probabilístico, debido a la alta dependencia de los resultados de la simulación con la localización de los puntos de arranque o centros de emisión de las mismas”.

Para construir en la isla dentro de unos parámetros de seguridad, hay que tener en cuenta estas herramientas y lo que dicen los geógrafos. Las razones no son alegatos. A raíz de la erupción han venido a La Palma numerosos vulcanólogos, otros geólogos especializados, biólogos, políticos, periodistas y hasta amables cocineros, pero es indispensable que vengan los geógrafos; tenemos en la ULL buenos profesionales a quienes podemos acudir. Ya lo hemos dicho en otras ocasiones: el volcán sacará lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Lo que no alcanzaba a imaginar es que lo peor fuera tan pronto. Espero y confío que la exigencia de informes científicos y técnicos, de informes contundentes ante los posibles desmanes, sea suficiente para que, olvidando estos, nos centremos en proyectos innovadores y alternativos, convocando varios concursos internacionales por los que, seguramente, muchos ingenieros, urbanistas  y arquitectos se sentirían muy atraídos.

Numerosas veces acertamos o nos equivocamos, incluyendo a los nuevos faraones, aunque nunca lo reconozcan por su autoritarismo, pero si se equivoca un arquitecto o un ingeniero, uno tropieza con ese problema y no podemos doblar la esquina, ni acceder a la plaza por donde siempre o a la pequeña cala que ha desaparecido con la carretera. Esto ocurre muy a menudo en el espacio público pero también en el privado. Por eso, un arquitecto tiene que ser más responsable que un artista o que un escritor; aunque hay artistas iluminados que parecen arquitectos y ven el paisaje como una maqueta para sus ensoñaciones, y hay escritoras y poetas que molestan a alcaldes como el de Madrid, existen excepciones y alguna vez hay suerte; pero ese arte antiguo que es la arquitectura, cambia con los tiempos y lo que se consideraba importante hace sesenta años ahora no lo es tanto. El rápido avance de la técnica, los nuevos materiales, las energías renovables, los nuevos medios de comunicación y el propio desarrollo de la disciplina arquitectónica y urbanística, nos han colocado en unas condiciones que nos capacitan para lograr un hábitat más humano, y, en el caso de la isla de La Palma después de la erupción en Cumbre Vieja, para poder construir un asentamiento urbano con el mínimo riesgo posible ante nuevas erupciones. Si con estas cartas sobre la mesa no aprendemos la lección, no lo haremos nunca. En el caso del Valle de Aridane, el futuro es ahora, se ha adelantado de un modo sorprendente. Tenemos estudios geológicos, mapas de riesgo volcánico que se están perfilando, especialistas en el asunto que han estudiado cómo se ha hecho en Italia, en México, en Japón o en Islandia en circunstancias parecidas. El Gobierno regional tiene que presentar de una vez por todas, aunque sea una patata muy caliente, ciertas leyes que impidan construir en zonas de alto riesgo, ciertas medidas junto con un sistema de seguros y con un plan de emergencia que sea conocido por toda la población. Es justo ahora, cuando tienen que cambiar las cosas para que el siguiente volcán no haga tanto daño. He visto los mapas de simulación de las coladas de la geógrafa Nerea Martín Raya. No son una broma.

Y ahora una historia, tal vez, tangente:

Cuando era pequeño, siete u ocho años, a las ventas de ultramarinos llegaban los caramelos de a perra como cascos de mandarina, los caramelos de la vaca, los galletones del enano y también venían unos sobres de magnesia del tamaño de media caja de cigarros que tenían una reproducción a color de algún monumento universal famoso. Allí estaban el Coliseo de Roma, la Gran Muralla China, la Giralda de Sevilla, el Big Beng de Londres y también recuerdo que aparecía una imagen de Brasilia con la gran explanada, el Eje Monumental y la moderna catedral de Nuestra Señora de la Aparecida, que parece una pelota de bádminton. Era sin duda la reproducción más extraña de todas. Le faltaba algo que las demás si poseían. Como uno mismo, pues tenemos la misma edad, la ciudad de Brasilia no tiene un pasado de siglos pero sí una historia reciente.

Al igual que el continente africano, Brasil es más grande de lo que sugiere el mapa al que estamos acostumbrados. Las ciudades del país se hallan muy lejos unas de otras, a miles de kilómetros, siempre en la costa o en la frontera interior, mientras el inmenso centro del país se encontraba deshabitado. El presidente Juscelino Kubitchek, tras largas jornadas con su amigo el arquitecto Óscar Niemeyer y urbanista Lucio Costa, maestro del anterior, presentaron a mitad de la década de los cincuenta el proyecto de creación de la nueva capital, una vieja aspiración desde el siglo XVIII cuando había que evitar ataques navales y revoluciones inesperadas.

“Brasilia cocerá Brasil desde sus adentros” afirmó Kubitchek. En 1956 comenzaron los trabajos siguiendo los principios arquitectónicos de la Carta de Atenas, todo bajo la influencia de Le Corbusier y con la intención utópica de eliminar en el nuevo asentamiento las clases sociales. Tras un inmenso despliegue, sólo se tardó cuatro años en culminarla, en 1960 se inauguró la flamante nueva ciudad. Como Capital de la esperanza fue bautizada por Malraux en el discurso de inauguración. Brasilia se vendió como la modernidad misma. A partir de un eje en forma de cruz o de avión, que se llamó Plan Piloto, se establecieron áreas por separado según su uso administrativo, residencial, comercial, bancario, hotelero o cultural. En el apogeo de la industria automovilística de los sesenta, la joven capital fue concebida para los coches, con autopistas sin cruces ni semáforos. Sin transporte público bien pensado y lejos unas cosas de otras, todo era demasiado grande y la sensación de vacío se sentía en la soleada meseta tropical de temperatura estable. Ideas racionalistas y funcionalistas eran la moda de entonces. Pensaron que iba a albergar a 500.000 ciudadanos. Sin embargo, no se tuvo en cuenta que los trabajadores que la iban a construirla serían sus primeros habitantes. Había fijación por controlar el tamaño y este se desbordó desde el inicio. Hoy la ciudad original (el Plan Piloto) es un barrio de la gran metrópoli. En él viven 220.000 mil ciudadanos y la zona metropolitana o las ciudades satélites, albergan a 2.780.000 habitantes. Es la tercera población de Brasil después de Sao Paulo y Río de Janeiro.

Eran otros tiempos, de más esperanza que ahora, la renovación arquitectónica y la renovación social no pudieron ser lo mismo. “Las cosas no son tan simples”, reconoció Lucio Costa, admitiendo que en algo se habían equivocado. Después de 62 años de su inauguración, la vida de la capital de Brasil transcurre fuera de la idea general con que fue concebida. Dice para la BBC News, Silvia Fischer, profesora de Teoría e Historia de la Arquitectura de la Universidad de Brasilia: “Lejos de ser un fracaso, fue un momento específico, que después se cuestionó. La ciudad es más que eso, la gente se vino a vivir aquí y Brasilia se convirtió en una metrópoli por sí misma”. Camberra en Australia e Islamabad en Pakistán, también ciudades recientes, mantuvieron un control en el crecimiento, pero Brasilia fue un desborde a partir del Plan Piloto. Es la única ciudad construida en el siglo XX que, desde los años ochenta, forma parte del Patrimonio de la Unesco.

La escritora brasileña de origen ucraniano Clarice Lispector (1920-1977), visitó Brasilia en 1962 y después en 1974. En “Todos los cuentosSiruela, 2019, se incluye al final “Visión del esplendor”, un texto dividido en dos partes que se refieren a sus dos viajes a la moderna ciudad. Lúcida y brillante, Clarice vio aquella ciudad sin sabor, con el aspecto de un juguete extraño al que hace poco se le ha sacado la envoltura. Si para mí en la niñez era una imagen que regalaba una golosina, para la gran escritora era otra cosa:

Brasilia está construida en la línea del horizonte. Brasilia es artificial. Tan artificial como el mundo cuando fue creado. Cuando el mundo fue creado fue necesario crear un hombre especialmente para aquel mundo. (…) Es un punto y coma. Los dos arquitectos no han pensado en construir belleza, sería fácil: ellos han levantado el asombro inexplicado. La creación no es una comprensión, es un nuevo misterio. Cuando me morí un día abrí los ojos y estaba en Brasilia…Brasilia empezó con una simplicidad de ruina. La hiedra aún no ha crecido.

(…) Si me hiciesen una foto de pie en Brasilia, cuando la revelasen solo saldría el paisaje.

(…) La erosión desnudará Brasilia hasta los huesos. Esta ciudad se ha logrado con la plegaria. Dos hombres beatificados por la soledad me crearon aquí de pie, inquieta, sola, contra el viento. Hacen falta caballos blancos sueltos por Brasilia. Por la noche serían verdes bajo la luz de la luna. (…) Muchas veces el miedo me ha tomado de la mano y me ha guiado. El miedo me lleva al peligro. Y todo lo que amo es arriesgado. En Brasilia están los cráteres de la luna. La belleza de Brasilia son las estatuas invisibles“.

Estas palabras de alto lirismo, son de la primera visita, cuando la ciudad acababa de nacer. Para cerrar el artículo, les dejo las que escribió la autora en su segunda inspección diez años después:

“Brasilia es una ciudad abstracta. Y no hay manera de concretarla. Es una ciudad redonda y sin esquinas. Tampoco tiene bares para tomar un café. Es verdad, juro que no he visto esquinas. En Brasilia no existe lo cotidiano. La catedral ruega a Dios. Son dos manos abiertas para recibir. Pero Niemeyer es un irónico: ironizó la vida. Es sagrada. Brasilia no admite diminutivo. Brasilia es una broma estrictamente perfecta y sin errores. Y a mí solo me salva el error.

(…) Ahora me pregunto: si no hay esquinas ¿dónde se ponen a fumar las prostitutas? ¿Se sientan en el suelo? ¿Y los mendigos? ¿Tienen coche? Porque allí solo se puede ir en coche.

La luz de Brasilia lleva a veces al éxtasis y a la plenitud total. Pero también es agresiva y dura; ah, cómo me gustaría la sombra de un árbol. Brasilia tiene árboles. Pero no convencen. Parecen de plástico.

(…) Brasilia es un futuro que sucedió en el pasado“.

ÓSCAR LORENZO

17-01-2022

San Andrés y Sauces

Isla de La Palma