Hace 125 años se apagaron los faroles de vela en Santa Cruz de La Palma y la ciudad se iluminó con electricidad, recordó este 31 de diciembre de 2018 Mauro Fernández Felipe, presidente de la Delegación en La Palma de la Cámara de Comercio de Santa Cruz de Tenerife y ex responsable de Unelco en la Isla. La noche de la citada jornada de 1893, la capital palmera fue la primera localidad de Canarias y la sexta del mundo en alumbrarse con bombillas. París, en 1879, fue la primera en ser iluminada con fluido eléctrico, seguida de Nueva York (1882) Londres (1886), Barcelona, (1888) y Madrid (1891).
En La Palma, el hito histórico tuvo lugar a las 12.00 de la noche del 31 de diciembre de 1893 en la Plaza de La Alameda de la capital insular.
El fluido eléctrico procedía de la central pionera de El Electrón situada en el Barraco del Río. Aprovechaba, como fuente de energía, el agua para el riego procedente del referido barranco.
En los primeros años, solamente la clase social más alta pudo permitirse tener luz eléctrica en sus viviendas. Durante 1894 y 1895 solamente había 49 abonados.
La empresa Electrón suministró electricidad a La Palma desde 1893 a 1949. Fue adquirida por RIFU (Riegos y Fuerzas de La Palma) empresa anterior a Unelco. Estuvo en funcionamiento hasta 1954, cuando fue sustituida por la Central de Los Guinchos en Breña Alta.
Luis Cobiella Cuevas, en el prólogo del libro Los orígenes de la electricidad en La Palma-El Electrón, señala que “en septiembre de 1892 se constituyó la Sociedad Anónima Electrón, término que, juntamente con otros igualmente representativos del romántico modo decimonónico, entre ellos la sociedad menos anónima Urcéolo Obrero, extendió a la primera mitad del XX los gustos del XIX. Posteriormente advendría el largo Riegos y Fuerzas de La Palma, SA, feamente abreviado en RIFU. De Electrón a RIFU ganamos la suficiente cantidad de medios y perdimos la calidad del candor. Aparte de la energía suministrada por Electrón (el letrón para los niños de entonces), desde finales del siglo XIX hasta buena parte de la segunda mitad del XX la venta pública de electricidad coexistió o, en algunos casos, fue precedida por la que hacían establecimientos con elementos motrices orientados a particular industria, más bien limitada y pequeña, que, secundariamente, con lucro o sin él, suministraban energía a terceros en zonas igualmente limitadas y pequeñas y en número generalmente corto. En ocasiones no frecuentes, tales centros de venta de energía continuaron haciéndolo aún después de cerrar su inicial negocio particular. Se dieron casos de pequeños fabricantes exclusivamente dedicados a la venta de energía, siempre de una manera casera y con graves limitaciones. El negocio lo era merced a la dejación de requisitos necesarios no ya para el crecimiento de la empresa sino, simplemente, para su mantenimiento; tales requisitos, generalmente obligatorios, eran de orden económico, técnico, legal y de seguridad. Estas empresas estaban condenadas al fracaso; duraron más de lo previsible por: a) la dificultad de ser sustituidas por otras empresas idóneas; b) la dificultad de otras empresas en alcanzar la debida idoneidad; c) la tolerancia de la Administración, generalmente por motivos políticos”.
Explica también que “el servicio eléctrico propiamente dicho, en la isla de La Palma y en las demás, comprende tres etapas: implantación (1890/1950), desarrollo (1950/1980) y consolidación (1980/1990). A su vez, en la trayectoria global cabe una clasificación aún más simple: empresa privada (1890/1970) y empresa pública (1970 hasta finales de los noventa). Víspera de la implantación, y como premonición de la tensión eléctrica, la tensión del progreso y la aventura animaba a una singular confluencia, cordialmente diferenciada, de nobles en ocaso, burgueses en alza y selectos maestros artesanos; sumábanse así diferentes y complementarios intereses e inteligencias, en virtud del gradiente1 que impulsaba a emprender, preciosa palabra que funda, salvadora, el sentido de la palabra empresa”.
El Cabildo de La Palma, en 1942, “se sintió llamado a remediar la pública penuria de energía eléctrica: una vez más se redactaron proyectos para explotar saltos de agua y se invitó al patriciado isleño a participar en la aventura... y aquí concluye el paralelismo con la primera aventura: el palmero no acudió esta vez a la suscripción de acciones. ¿Se había consumido su patriótico entusiasmo? Únicamente constato que había cesado la tensión y no hubo corriente de ilusiones y aventuras, ni de dineros, ni de electrones. Tampoco acudió capital de otras islas. Sí acudió desde otros puntos de la península: Barcelona, Madrid, Alicante (el nombre de la nueva sociedad eléctrica palmera fue mera copia de Riegos y Fuerzas de Levante)”.
Luces para la ciudad
El 31 de diciembre de 1893, como recordaba por su parte Víctor Hernández Correa en 2014 en la inauguración en la exposición Luces para la ciudad: 120 años de El Electrón con motivo del 120 aniversario de la llegada de la luz eléctrica a Santa Cruz de La Palma,“un grupo de la burguesía urbana, integrado por comerciantes y profesionales liberales, llevó hasta el límite aquella vieja aspiración de hacer de la noche el día y alargar las horas de luz en las calles de la ciudad, fomentando un ambiente agradable y propicio al paseo y a ir de compras. Con la fundación de la sociedad El Electrón en 1892 y la llegada del alumbrado eléctrico a sus principales calles y plazas, Santa Cruz de La Palma asiste al nacimiento del primer proyecto importante que pone en comunión a su sector mercantil. Especialmente las calles de O'Daly y Santiago, los dos tramos de la arteria principal (que desde el siglo XVI concentraban el mayor número de establecimientos de venta al por menor), viven entonces el mejor impulso dado en sus cuatro siglos de historia a su posición hegemónica como travesía por excelencia del comercio y para el comercio, y a la que contribuyeron su trazado regular, la estética de su arquitectura y el acusado esmero puesto en su buen acondicionamiento para la excursión urbana y el turismo local”.