¿Qué ocurre cuando la lava de un volcán llega al mar?
Los científicos esperan una humareda blanca con sustancias tóxicas debido a las sales que contiene el agua del océano. Hace 50 años, en la última erupción terrestre en La Palma, una persona murió intoxicada por inhalación de gases tóxicos a pocos kilómetros de las corrientes de lava que caían al mar
La lava del nuevo volcán de La Palma ha llegado al mar después de estar recorriendo la isla desde el punto de explosión, en Cabeza de Vaca (El Paso), arrasando con todo a su paso. Según han explicado los expertos, al entrar en contacto con el océano, la lava, que se encuentra a unos 1.100 grados centígrados, y el agua salada, a unos 20, se produciría una contracción térmica que provocara una humareda blanca perjudicial para la salud por las sustancias tóxicas que contiene. El catedrático de Geología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), José Mangas, lo explica así:
“¿Qué tiene el agua salada? Por cada litro, hay 35 gramos de sales: cloruro, sodio, azufre, bromo, flúor... Cuando llega la lava, se evapora el agua y se forman grandes columnas de humo ricas en clorhídrico y fluorhídrico, que son corrosivas para las personas. Las erupciones en Hawái, por ejemplo, provocan corrosiones en los pulmones de la gente. Todo el mundo habla allí de fluorosis y de afección por clorhídrico”, detalla el experto.
Salvamento Marítimo ha prohibido el paso a cualquier barco a una distancia de dos millas de la costa y en tierra mantiene un radio de exclusión de dos kilómetros. El comité científico del Plan Especial de Protección frente a Riesgo Volcánico de Canarias (PEVOLCA) recomendó estos perímetros porque “la interacción con el océano puede generar explosiones, emanaciones de gases y desprendimiento del frente de lava”.
La Palma no guarda un buen recuerdo la última vez que la lava y el agua del mar se fundieron. Ocurrió durante la erupción del volcán de Teneguía, hace 50 años, cuando Juan Acosta, un vecino de Fuencaliente, murió intoxicado poco después de dirigirse a pescar en “percheles”, a dos kilómetros de las corrientes de lava que caían al océano. Los gases tóxicos, según indica la hemeroteca del periódico La Vanguardia, marearon a Acosta, quien quedó inconsciente y no pudo llegar al hospital con vida. Dejó a su mujer embarazada y a cinco hijos, el mayor con 11 años.
Más consecuencias: olor a azufre y posible afección a ecosistemas marinos
Magdalena Santana Casiano es catedrática de Oceanografía Química de la ULPGC. Hace diez años se embarcó hacia la isla de El Hierro, en el extremo más meridional y occidental del Archipiélago, para estudiar los efectos que el volcán submarino Tagoro había originado en la reserva del Mar de Las Calmas, a unos 350 metros de La Restinga. Ahora se ha dirigido a La Palma con el mismo propósito.
Santana Casiano asegura que a la humareda blanca y el burbujeo en el mar que se produce por el choque de temperaturas entre la lava y el océano le acompaña un intenso olor a azufre que advierte del riesgo. “Los gases más volátiles se empiezan a eliminar y generan ese típico olor que puede afectar al sistema respiratorio, por lo que conviene estar lejos”, apunta la catedrática, que precisa que en Hawái este tipo de acontecimientos se ha podido observar “a cierta distancia”.
Según la científica, la magnitud de la reacción química en el mar depende de las características y naturaleza propia del magma que ha expulsado el volcán, de la cantidad que llegue al océano y del tiempo que ha tardado en llegar. “Estamos hablando de una zona de costa, de una zona muy superficial. En el caso de El Hierro, el volcán apareció en el agua, a 350 metros de tierra, y se elevó hasta 80. En esa zona había gran cantidad de peces. Ahora estamos en la orilla. La lava se asentará sobre el sustrato” de la zona en la que el río desemboque.
En cualquier caso, la catedrática se muestra prudente y cree que no se podrá conocer la afección “con seguridad” hasta que no se calcule la cantidad de lava que llega y qué tipo de reacciones se producen y hasta que se no se mida también en las profundidades.
Cuál es la diferencia con el volcán de El Hierro
En El Hierro, la erupción arrasó el ecosistema marino en las fases iniciales por la alta concentración de gases nocivos. La emisión de dióxido de carbono y de otros componentes provocó una bajada de tres unidades en el PH. Es decir, el agua se volvió mucho más ácida. A su vez, otras sustancias que desprendía el volcán en menores cantidades, como el hierro o el manganeso, hicieron que el oxígeno disuelto disminuyera, explica Santana Casiano. El ambiente se volvió “mucho más corrosivo” por las características de la lava y todos los organismos de la zona murieron. Sin embargo, a los seis meses de que cesara la actividad eruptiva, el sistema comenzó a regenerarse motivado, en parte, por todos los nutrientes que también había depositado el volcán en una reserva marina de gran riqueza biológica.
La catedrática de la ULPGC augura que las consecuencias en el mar de La Palma “no serán tan radicales”. “Es diferente. En El Hierro, la lava salió directamente en el mar y todos los gases se liberaron inicialmente en la columna de agua. En La Palma, viene de la tierra al mar y ya está desprendiendo gases directamente hacia la atmósfera. Por eso, a lo mejor ni el cambio de PH ni las condiciones serán tan extremas, a excepción de la zona limítrofe, muy próxima (a la zona donde el río de lava se junte con el océano), pero no lo podemos decir con seguridad”, afirma la investigadora y docente de Ciencias del Mar de la ULPGC.
Tras más de 25 años estudiando los niveles de dióxido de carbono y acidificación en el océano abierto de la región canaria, Santana Casiano y su equipo tendrán la oportunidad de analizar por primera vez en costa la reacción que produce en el mar las coladas de lava procedentes de un volcán terrestre. Un comportamiento que, dice, ya se ha estudiado y comprobado en Hawai. “La lava lleva azufre, flúor o cloro y cuando entra en contacto con el agua de mar genera una reacción importante, más gases. Esos gases, si se disuelven en agua, pueden contribuir a que haya un ligero descenso del PH, a que el agua se vuelva más ácida”, relata.
Qué otras hipótesis se barajan
Con la predicción de lluvia ácida, por el momento, habría que ser muy prudentes. El geólogo José Mangas ha dicho que, efectivamente, “habrá explosiones” cuando la lava contacte con la superficie del mar. “Es como si mezcláramos aceite hirviendo con agua. Se puede generar una lluvia ácida que cause a la población irritaciones de garganta y de nariz”, ha expuesto. Sin embargo, Itahiza Domínguez, sismólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN) en declaraciones Televisión Canaria, ve “complicado” que algo así tome forma.
La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) también se ha pronunciado. Pero no lo ha hecho sobre la humareda blanca generada cuando la lava ha tocado el mar, sino sobre los gases tóxicos que salen de las muchas bocas del volcán. Según el meteorólogo David Suárez, existe una baja probabilidad de que tenga lugar un episodio de lluvia ácida porque los gases, en su mayoría, una vez que entran en la atmósfera se adentran en la circulación general de la misma. Además, también se producen “fenómenos de eliminación por deposición seca, húmeda y de transporte”, ha explicado el experto.
Al igual que ocurrió con el volcán Tagoro, en el Hierro, la lava podría actuar como un fertilizante para el océano. Según un estudio publicado en 2018 en la prestigiosa revista Science, tras la erupción del volcán Kilawea, en la isla de Hawái, los ríos de magma que cayeron al mar elevaron las temperaturas y las concentraciones de metales y nutrientes en el océano que a su vez estimularon la subida a la superficie del fitoplancton, lo que dejó en la zona afectada un manto de color verdoso durante semanas.
Según concluyeron los autores de la investigación, la lava calentó el agua del subsuelo y provocó la afluencia de nutrientes de aguas profundas a la superficie, en lugar de la inyección directa de micronutrientes de la lava. “Esta fertilización oceánica fue, por lo tanto, un evento de perturbación único que reveló cómo los ecosistemas marinos responden a las aportaciones exógenas de nutrientes”, apostilla el texto. Se desconoce si en La Palma podría suceder algo similar, ya que en este caso la lava es menos líquida que la de Hawái.
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