La Palma: repunte sísmico y la sombra del volcán

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La isla de La Palma vuelve a mirar con atención a sus entrañas. Tres años y medios después de la erupción del volcán Tajogaite, que transformó su geografía y marcó la vida de miles de palmeros, una reciente actividad sísmica ha puesto en alerta a los científicos y a muchos palmeros. No es el primer repunte desde aquel fatídico 2021, pero su evolución ha sido suficiente para que la comunidad científica y los habitantes de la isla vuelvan a preguntarse: ¿es este el indicio de un nuevo episodio eruptivo o simplemente los ajustes finales de un sistema volcánico que aún busca su equilibrio?

Desde el fin de la erupción, La Palma ha experimentado una progresiva disminución de su actividad sísmica, siguiendo un patrón predecible dentro de las fases post-eruptivas. Sin embargo, los movimientos telúricos que han sacudido la isla en la última semana han roto con esa tendencia de aparente calma. Podría tratarse de una señal de que algo está cambiando en las profundidades de Cumbre Vieja.

Las primeras señales llegaron de forma discreta, con sismos de baja magnitud registrados a una profundidad considerable, en un rango habitual para sistemas volcánicos activos. Pero lo que en un primer momento parecía una actividad residual, pronto comenzó a mostrar un comportamiento diferente. La cantidad de terremotos ha ido en aumento y su energía liberada ha comenzado a crecer. Aún estamos muy, muy lejos de los parámetros que precedieron a la erupción de 2021, pero el patrón de esta actividad sugiere que la isla podría estar entrando en una nueva fase dentro de su proceso de recuperación volcánica.

Un sistema que sigue activo

La historia geológica de La Palma nos recuerda que este tipo de cambios no son inusuales. Los volcanes no tienen relojes ni calendarios predecibles. Sus procesos pueden prolongarse durante años, incluso décadas, alternando periodos de calma con repuntes de actividad. El Tajogaite, como cualquier otro volcán, no se apaga de un día para otro. La lava se enfría en la superficie, pero en las profundidades la historia aún se sigue escribiendo.

Uno de los elementos clave que los científicos están observando con especial atención es la profundidad de estos sismos. Muchos de ellos coinciden con la zona de transición entre la corteza y el manto superior de la Tierra, un límite conocido como la discontinuidad de Mohorovičić, o simplemente “Moho”. Esta región es crítica en la dinámica volcánica, ya que allí se producen cambios significativos en la composición de las rocas y en la circulación del magma. ¿Se trata de un reajuste tectónico natural? ¿O estamos ante los primeros indicios de una recarga magmática en las profundidades de La Palma?

A día de hoy, no hay indicios de que el magma esté ascendiendo hacia la superficie. Uno de los factores más determinantes para prever una erupción es la deformación del terreno, un fenómeno que ocurre cuando el magma empuja desde el interior y genera una elevación visible en la superficie. Por el momento, los sistemas de monitoreo no han detectado ninguna deformación significativa en la isla, lo que indica que, aunque el subsuelo está en movimiento, no hay presión suficiente como para provocar una nueva erupción.

Un futuro bajo vigilancia

Para los habitantes de La Palma, cada temblor es un recordatorio de la fragilidad del suelo que pisan. La memoria de la erupción de 2021 sigue presente en cada vivienda reconstruida, en cada huella de lava petrificada, en cada negocio que lucha por volver a la normalidad. Forma parte del día a día de quienes viven en una isla volcánica.

Sin embargo, la situación actual no es motivo de alarma sino de vigilancia y atención continua. Los científicos insisten en que los repuntes sísmicos son normales en islas volcánicas y que, aunque la energía liberada está aumentando, esto no implica necesariamente una erupción. Muchos sistemas volcánicos atraviesan periodos de mayor actividad sísmica sin que esto se traduzca en un nuevo episodio eruptivo.

Lo que sí parece es que la fase de calma post-eruptiva parece haber llegado a su fin. El subsuelo de La Palma sigue vivo, y el repunte en la actividad sísmica podría ser la primera señal de una nueva etapa en la dinámica volcánica de la isla. Si este proceso se estabilizará o si evolucionará hacia un episodio más activo es algo que solo el tiempo y la monitorización podrán confirmar.

Ciencia, prevención y tranquilidad

El aprendizaje dejado por la erupción de 2021 juega a nuestro favor. Hoy, La Palma cuenta con un sistema de vigilancia volcánica robusto y con una comunidad más consciente de la importancia de la preparación ante eventuales crisis.

En este contexto, la clave está en la información y en la prevención. Los científicos trabajan en un monitoreo constante, analizando cada variación en los datos, cada nuevo movimiento del subsuelo. La población, por su parte, mantiene la calma, consciente de que vivir en una isla volcánica implica convivir con los volcanes.

El futuro volcánico de La Palma sigue escribiéndose. Lo que hoy es un repunte sísmico podría ser solo una fluctuación dentro de un proceso natural, o la antesala de un nuevo capítulo en la historia geológica de la isla. Por ahora, lo único claro es que la tierra bajo nuestros pies sigue viva, recordándonos la poderosa e impredecible naturaleza del planeta que habitamos.