Desde tiempos inmemorial una mujer no mostraba, por costumbres impuestas socialmente, el tobillo y piernas y menos la ropa interior. La última enagua de la indumentaria tradicional, hoy conocida por falda, era la tercera, digamos “capa”, del vestir cotidiano de la mujer del siglo XIX y siglos anteriores en la isla canaria de La Palma.
El mostrar la mujer ostentosamente la enagua podía tener consecuencias maliciosamente criticadas cruelmente por la sociedad, tanto por mujeres como por hombres, y ser calumniadas de libertinas, además de otros calificativos negativos y “perjudiciales” para su honra. Sin lugar a dudas las estrictas enseñanzas religiosas fomentaron estos usos y costumbres pudorosas.
No debemos satanizar o criticar cruelmente a quien lleva actualmente la falda de la indumentaria tradicional recogida por el costado, por uno o por los dos lados, luciendo los primorosos y delicados bordados de las enaguas. Todo tiene una explicación, y una solución fácil, al no ser lo adecuado en la vestimenta de la mujer palmera de antaño. Muy curioso resulta comprobar que quien hoy critica duramente en alguna ocasión, hace muchos años, llevaron la falda recogida.
La responsabilidad directa viene de cientos de fotografías de principios del siglo XX, todas ellas de “foto estudio”, preparadas para el fotógrafo, dónde la mujer muestra la enagua en los trajes de fiesta y faena. No he visto ningún recogido vistiendo manto y saya.
Ese cúmulo de documentos gráficos tiene un valor relativo y lo consideramos meramente informativos y no una verdad absoluta. En otras fotografías del vivir cotidiano, no vestidas para el fotógrafo, la falda tapa por completo las enaguas.
Por esos años del siglo XIX, y desde tiempos ancestrales, una mujer no enseñaba el tobillo y piernas y menos la ropa intima. Podían ser maliciosamente criticadas y calumniadas de libertinas y otros calificativos sexistas que incluso eran manifestados por las propias mujeres.
La industria del bordado en el siglo XIX en La Palma
A finales del siglo XIX un numeroso número de mujeres ocupaban la floreciente industria del bordado manual de exportación en La Palma.
Reflejo de ello lo recoge una crónica del periódico palmero El país, el 8 de agosto de 1898, en un artículo titulado La Bordadora. El cronista manifiesta que se hacían gestiones en Santa Cruz de La Palma para formar una asociación que protegiera la industria del bordado. Continúa diciendo que esta industria, que daba mucho trabajo a las mujeres de la isla, estaba paralizada porque no se podía exportar estos trabajos a la isla de Cuba. Recordemos que España y Cuba estaban en plena guerra de la independencia cubana.
Los trabajos de aguja de las Islas gozaron desde el siglo xix de una muy buena acogida en los propios mercados insulares, en los peninsulares y en los extranjeros, convirtiéndose los puertos canarios en centros de exportación de estas primorosas labores artesanas desde mediados del siglo. A este auge contribuyó, por una parte, la Ley de Puertos Francos (1852), permitiendo la entrada en las Islas de la materia prima necesaria (hilos y telas) sin trabas arancelarias; por otra, los bajos costes de producción, derivados sobre todo de los salarios femeninos en las zonas rurales del interior, dependientes del precio que ponía a su trabajo el repartidor de telas y diseños.
La Ley de los llamados Puertos Francos vino a significar el abandono paulatino de las producciones textiles de los telares tradicionales de La Palma. Comenzaba el declive de la lana, el lino y la seda de la isla.
El diputado conservador palmero Pedro Poggio Álvarez (1863-1929) en un discurso pronunciado en 1905 titulado En defensa de Canarias, al hablar de las producciones de las Islas y de los ingresos generados por ellas en libras esterlinas, decía: «Los calados bordado típico del país, que en el año 1896 importaron unas 380 libras, ascendieron más tarde a 11.432». Según la reseña de Poggio Álvarez, estas labores femeninas ocupaban, en el año 1900, el cuarto lugar en venta y producción, después de plátanos, almendras y legumbres, entre las mercancías principales que se exportaban a Gran Bretaña. Suponemos que cuando Poggio y Álvarez habla de «calados bordado típico del país» se refiere a la generalidad de labores de aguja e hilo de Canarias.
Llegó un momento que la industria femenina del bordado de la isla se valoró de una manera destacada, debido a su alta demanda y comercialización. Ellas, sus madres y abuelas se esmeraban en el borde de aguja de la ropa interior y ajuar doméstico. Parece lógico que este esfuerzo también se aplicara en lucirlo y presumir de ello en las familias.
Las primeras fotografías de estudio que muestran los recogidos de las faldas dejando ver las enaguas bordadas corresponden al año 1906 en las llamadas Magas del Rey, de fotógrafo palmero Miguel Brito (1876-1972). Años después en la visita a la ciudad de El Paso del ministro Galo Ponte, en 1927, vemos lo mismo en fotografías de José Herrera Fernández (1900-1960).
Las faldas en la indumentaria en las acuarelas de Juan B. Fierro (1841-1930).
En la colección de acuarelas de Juan B. Fierro (1841-1930) de los años 60 del siglo XIX, que se conservan y exhiben en el Museo Insular en Santa Cruz de La Palma, no se observa recogidos de las faldas de la mujer que luce la indumentaria tradicional atribuidas por parejas a los municipios de la isla de La Palma. Que conozcamos sólo aparece el recogido doble en la representante del municipio de Puntallana.
Sin embargo, unos 50 años después, en 1911 el mismo pintor, J. Bautista Fierro Wandewalle, pinta otra acuarela muy conocido titulada Retorno de los Indianos, también en el Museo Insular de Santa Cruz de La Palma, en el que aparece dos mujeres con el vestido tradicional recogido por los dos costados.
Que fue lo que pasó para que Juan B. Fierro tan ostentosamente pintara el recogido de las faldas en 1911, en el Retorno de los Indianos. Con certeza no lo sabemos, pero, pudiera tratarse de la influencia de las fotografías de 1906 de Miguel Brito en la visita de Alfonso XIII, “las magas del Rey” en la que se observa recogidos dejando ver la enagua bordada de “punto cruz” y otros puntos.
Recordemos que la colección de las estampas de Fierro por municipios de La Palma parte el equívoco de que cada uno de las localidades palmeras cuenta con una indumentaria diferente. Eso hoy está totalmente descartado y se tiene por el vestido de La Palma tres categorías o ejemplos: Faena, gala-fiesta y manto y saya.
No obstante las acuarelas de Fierro, de los años 60 del siglo XIX, tienen un alto valor informativo documental al ser, por ahora, la primera imagen gráfica del vestir tradicional de La Palma.
Debemos analizar, razonar y llegar al correcto vestir de la indumentaria tradicional de La Palma, en eso estamos divulgando estos trabajos de colaboración y si fuera preciso debatir.
María Victoria Hernández, cronista oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002), miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009)