El `padre´ de la Ley de Cabildos será Hijo Predilecto de la Isla

El pleno del Cabildo de La Palma ha aprobado este jueves, a través de una Declaración Institucional, el inicio del expediente para el nombramiento de Hijo Predilecto de La Palma, a título póstumo, de Pedro Pérez Díaz, principal figura de la consecución de la Ley de Cabildos en 1912.

El acuerdo también hace referencia a la denominación de la Sala de Consejeros del Palacio Insular del Cabildo de La Palma, que a partir de este momento pasará a denominarse Sala de Consejeros “Pedro Pérez Díaz”.

Esta acción de enmarca dentro del programa de actos organizado por el Cabildo de La Palma con motivo del Centenario de la Constitución de los Cabildos Insulares.

El palmero Pedro Pérez Díaz (Villa de Mazo, 1865-Madrid, 1930) fue una figura primordial en la creación de los cabildos insulares hace cien años, tanto en su nacimiento como en su primitiva regulación recogida en la Ley de 11 de julio de 1912 y en el Reglamento provisional de 12 de octubre del mismo año.

Desde 1906, el letrado defendió con insistencia la existencia de un organismo administrativo insular que prestase carácter de unidad a las aspiraciones de cada isla, siendo pionero en el planteamiento de estos planteamientos que luego recogieron los impulsores del proceso. Este planteamiento de autonomía insular lo confirmaba Pérez Díaz en su trabajo La cuestión regional y la autonomía, impreso en Madrid en 1908.

Pérez Díaz participó también, y de forma decisiva, en la comisión permanente que los tinerfeños constituyeron en Madrid en 1908 para interceder en favor de la unidad de la provincia y de la autonomía insular. La intervención de Pérez Díaz en el seno de esta comisión, en especial tras la publicación del decreto Moret en 1909, fue de gran importancia, puesto que fue el miembro de la ponencia que se encargó de redactar la propuesta de bases del cuestionario que se incluyó en la información pública que abriría luego el Gobierno Canalejas en 1910. A este hecho se debió que las preguntas del citado cuestionario abundaran sobre la personalidad insular y los organismos que deberían establecerse para su desarrollo.

El jurista de la Villa de Mazo fue asimismo el promotor de la importante asamblea que se celebró en La Palma el 6 de noviembre de 1910, en la que el compromiso con los cabildos resultó sólidamente fundamentado. Fue el momento en el que Pérez Díaz publicó su opúsculo El problema canario, que se revela como un auténtico “anteproyecto” de la Ley de 11 de julio de 1912, y que suponía la ponencia original elaborada para su discusión por la asamblea.

Decisiva fue asimismo su participación durante la tramitación de la Ley en el Congreso, a pesar de no ser diputado. En este caso, son suficientemente demostrativas las palabras pronunciadas por Luis Morote, a raíz de la intervención de Pérez Díaz en la información parlamentaria, para valorar su contribución al primer dictamen de la comisión, donde se asomaron los cabildos insulares por primera vez: “Tres cuartas partes, por lo menos, del dictamen en el sentido de la autonomía, de establecer el cabildo insular, se debe a las alegaciones tan justas y atinadas del Sr. Pérez Díaz”.

Tampoco puede obviarse su aportación a través de la enmienda que suscribió y defendió su mentor y amigo Gumersindo de Azcárate, que reproducía sus tesis y que contribuyó a definir con mayor precisión los nuevos organismos y a facilitar la aprobación definitiva del proyecto de ley.

La contribución de Pedro Pérez Díaz fue más allá de la mera aprobación de la ley y el reglamento, porque su permanente preocupación por estos organismos insulares le llevó, por ejemplo, a entrevistarse con Calvo Sotelo durante el Directorio Militar (1925) con el fin de salvaguardarlos de las pretensiones reformistas del nuevo Régimen, que se planteaba suprimir alguno de ellos.

En consecuencia, su interés por los cabildos no se limitó a su nacimiento, a su recreación, sino que, una vez constituidos, el letrado palmero continuó velando por su preservación y desarrollo.

Pedro Pérez Díaz fue durante casi 40 años letrado del Consejo de Estado, donde desarrolló toda su carrera administrativa y donde llegó a desempeñar los cargos de letrado mayor de Sección y consejero interino. Fue, además, un publicista y sociólogo de relieve, persuadido por el pensamiento krausista, como aventajado discípulo de Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y de su propio suegro, Nicolás Salmerón.

Durante un largo periodo fue, asimismo, un activo miembro del Ateneo de Madrid, perteneciendo incluso a su junta directiva, y de la Academia de Jurisprudencia y Legislación.

También escribió varias monografías de carácter científico en las que mostró, aparte de su altura intelectual, cierto reformismo de base armonicista, una honda preocupación social y su avanzado regionalismo.