Carlos Abreu es un buen ejemplo de lo que un ciudadano de a pie puede hacer para salvaguardar la cultura y el patrimonio de un lugar. Este palmero se ha convertido en el colaborador más importante del Museo Arqueológico Benahoarita (mab) y hasta ha conseguido, con su desinteresada aportación, que los investigadores se replanteen algunas hipótesis sobre la arqueología de La Palma. Dedica su tiempo libre a la práctica del senderismo, a leer libros de historiadores relacionados con Canarias y a conversar con la gente mayor. “Se nos están yendo los viejitos, las fuentes orales, y hay que aprovecharlos”, señala a La Palma Ahora. En sus continuas caminatas por la geografía insular, durante años, Abreu fue recogiendo restos prehispánicos que custodió con celo y que entregó al mab cuando abrió sus puertas. Y se ha convertido en un verdadero guardián del patrimonio aborigen.
Jorge Pais, doctor en Arqueología, jefe de Patrimonio del Cabildo y director del mab, ha relatado a este digital su relación con Carlos Abreu. “Lo conocí apenas un mes después de que el Museo Arqueológico Benahoarita abriera sus puertas el 30 de abril de 2007. Esa primera vez nos contó que había encontrado algunos fragmentos de cerámica que quería entregar. En realidad, pretendía saber qué le pasaría, y si el Cabildo lo denunciaría por tener esos materiales en su propiedad. Le comenté que no ocurriría nada y que solo nos interesaba conocer el yacimiento del que se habían extraído los restos, a pesar de que se trataba de un delito que aparece tipificado en la Ley de Patrimonio Histórico de Canarias de 1999”. “Al día siguiente volvió por el mab con varias cajas y cientos de materiales prehispánicos procedentes de una cueva de habitación con un enterramiento localizada en la parte alta de El Paso”, recuerda. “Desde ese mismo momento hasta hoy día, Carlos Abreu es el colaborador más importante con que ha contado el mab. El hallazgo de nuevos yacimientos se convirtió en prácticamente una obsesión que llevaba a cabo por las tardes, tras su horario laboral, especialmente en su municipio, Puntagorda, incrementando notablemente el número de yacimientos que conforman su Carta Arqueológica, que habíamos realizado en 2003”, asegura.
“Todos los sábados, sin excepción, y durante cinco o seis años, Carlos me enseñaba sus nuevos descubrimientos, no sólo en su pueblo, sino también en Tijarafe y Garafía. La verdad es que esos días permanecerán imborrables en mi memoria; estaba deseando que llegasen. Estos recorridos, sin prisas e intercambiando ideas y discusiones, han sido el germen de nuevas hipótesis y replanteamientos sobre la arqueología palmera que estaban firmemente establecidas entre los investigadores. En este sentido, queremos resaltar el hecho de que fue Carlos quien nos hizo ver la importancia de los grabados incisos, que estaban ahí, pero que habían permanecido olvidados tras la belleza y espectacularidad de los motivos geométricos ejecutados con la técnica del picado”, subraya Jorge Pais, y prosigue: “Su pasión y sus desvelos nos han permitido realizar y publicar juntos diversos trabajos de investigación sobre la arqueología de La Palma, así como participar en encuentros, jornadas, simposios y congresos de todo el Archipiélago canario, y asimismo, ha colaborado con nosotros en la creación y el diseño de diversas exposiciones como el trabajo de la piel o el pastoreo durante la etapa prehistórica y la época histórica”.
Además, resalta el director del mab, “su intervención e intermediación han sido decisivas para recuperar infinidad de restos arqueológicos que estaban en manos privadas y que, en la actualidad, se encuentran depositados en el Museo Arqueológico Benahoarita como, por ejemplo, los objetos descubiertos en una necrópolis vaciada en la zona de Fagundo (Las Tricias, Garafía)”. Pais suma a toda esta labor “el rescate de paneles de manifestaciones rupestres, como el gran panel de canalillos y cazoletas, destruido y sepultado de forma fortuita en la zona de El Palomar (Puntagorda) o el rescate de petroglifos que corrían peligro de destrucción o expolio”.
Pero el campo de estudio de Carlos Abreu, destaca Jorge Pais, “no sólo se ha centrado en la arqueología, sino que se ha extendido a otras temáticas como la etnografía, especialmente en Puntagorda, sobre los que ha realizado una gran cantidad de trabajos que ya han sido publicados en revistas especializadas”.
Carlos, que nació en Venezuela y se crió en La Palma, comenzó a interesarse por el patrimonio insular en 1996. “Volví a Venezuela con 18 años y cuando regresé de nuevo, con 28, tenía ganas de conocer más la Isla y empecé a hacer senderismo, a caminar lomos y barrancos y a leer libros de investigadores de Canarias y de La Palma, sobre todo de Jorge Pais”, dice. “Al recorrer los rincones fueron apareciendo restos que yo guardaba esperando que se abriera el museo; quería que esos restos se pudieran estudiar para entender la vida aborigen, y al final ayudaron bastante”, apunta con satisfacción. “Las fuentes orales me motivan a buscar pequeñas historias, siempre me ha gustado escuchar las historias de la gente mayor; las historias tenemos que buscarlas y cultivarlas, y los viejitos se nos están yendo, y hay que aprovecharlos”, concluye.