Confeccionan y venden dibujos artesanales de hilo para “subsistir”. Armando Pérez, natural de Las Palmas de Gran Canaria, y Marta González, de Barcelona, forman parte desde hace algún tiempo de la estampa urbana de la Calle Real de Santa Cruz de La Palma, donde pasan prácticamente toda la jornada elaborando piezas de hijo que comercializan a una media de 20 euros. Se declaran “artesanos no reconocidos” porque “en el Cabildo nos han dicho que lo que hacemos no es artesanía y que no nos pueden dar un carnet”, explica Armando, quien insiste en que “son cuadros hechos a mano y como única herramienta utilizamos un cepillo de diente”.
Pero lo que realmente le preocupa a esta pareja es que, al carecer de autorización para desarrollar su actividad en la vía pública, la Policía Local, en cualquier momento, “nos puede echar de aquí, como ha ocurrido alguna vez, aunque normalmente nos permiten trabajar”, dice Marta. “Esto es para superar el día a día, para comprar un pan en el supermercado y algo que ponerle dentro, porque si vendemos un cuadro a 20 euros y tenemos que pagarle al Ayuntamiento y a Hacienda, qué nos queda para comer”, se pregunta esta mujer que, asegura, “cobro una pensión de invalidez pero no me da para pagar el alquiler, el agua y la luz”.
Armando recibe también una prestación, pero su situación, sostiene, es precaria. “Somos pobres y lo que pedimos en un pelín de margen, que nosotros aquí no molestamos ni hacemos daño a nadie; si ganamos 20 euros es para comprar pan, porque hay días que no tenemos nada en los bolsillos”.
Marta recalca que “lo que queremos es ganarnos la vida decentemente, y poder tener una mesa y una silla para trabajar, porque yo hago los cuadros sentada en unas escaleras y tengo artrosis”. “Aquí estamos aproximadamente desde las 09:30 hasta las 20:30 horas, comiendo bocadillos que compramos en el supermercado; esto es pura supervivencia”, concluye.