Del erial al vergel: la frontera de la vida en el borde de la colada

Luis González Morera/ Efe

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Dos años después de que comenzara la erupción del volcán Tajogaite, el 19 de septiembre de 2021, la biodiversidad se ha recuperado en los terrenos anexos a las coladas de lava, mientras que en el desierto de basalto central las altas temperaturas y las condiciones ambientales no permiten el desarrollo de la flora y fauna.

El biólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Manuel Nogales, ha realizado una monitorización de distintas áreas de afección de las condiciones volcánicas durante, y en los meses posteriores a la erupción, constatando la recuperación de la mayoría del pinar y la aparición de insectos que constituyen la base de la cadena trófica.

Durante el 2022, el seguimiento de la biodiversidad fue mensual, pero a partir de 2023 y hasta 2025, se ha intensificado con seguimientos trimestrales, involucrando un equipo más amplio de investigadores.

El terreno se ha subdividido en 25 a 30 cuadrados de seguimiento a lo largo de dos ejes, uno desde el cono del volcán en dirección norte-sur, y el otro desde el cono hasta la costa en dirección este-oeste.

En estos cuadrados de estudio, se han realizado conteos minuciosos de aves, lagartos e invertebrados, no solo con el objetivo de identificarlos, sino también de cuantificar su presencia.

Una de las revelaciones que más ha sorprendido a los investigadores durante su última visita ha sido la aparición de reyezuelos, aves insectívoras endémicas de Canarias, que habían desaparecido de la zona desde el inicio de la erupción.

“Este hecho sugiere que la fauna de invertebrados, que sufrió un fuerte impacto durante los primeros días de la erupción, está comenzando a recuperarse, y se espera obtener una imagen más clara durante los meses de otoño e invierno”, afirma Nogales en conversación con EFE.

El paisaje también ha experimentado transformaciones notables. Los pinos al sur del cono del volcán, que durante la erupción sufrieron un amarilleo debido a la fotosíntesis subóptima causada por la presencia de gases, han recuperado su verdor.

En cambio en la actualidad, es en las inmediaciones del cono del Tajogaite a 1120 metros de altitud, donde los pinos están sufriendo de clorosis y su consiguiente amarillamiento de las hojas, un misterio que Nogales cree haber resuelto recientemente, tras casi un año de observación y análisis.

“Creemos que como ya el volcán tiene una desgasificación muy lenta y no tiene fuerza para enviar los gases a la parte alta de la atmósfera, estos se disipan en las inmediaciones y por eso los pinos más cercanos están siendo gaseados por dióxido de azufre continuamente hasta que el proceso termine”.

Aún más cerca del cono volcánico, en un radio de doscientos metros, la situación es más grave. Allí, la mayoría de los pinos, que parecían recuperarse inicialmente, han perecido en un 95%, posiblemente debido al calor que dañó sus raíces, provocando su muerte meses después, teoriza el biólogo.

Siguiendo el borde de la colada desde el cono hasta la costa, el paisaje cambia desde el salvaje pinar a terrenos cultivados hasta la misma pared de basalto que algunas plantas como la vid comienza a colonizar antes incluso que el ser humano.

En las cotas más cercanas al mar es donde el contraste es mayor. A un lado, el gris y negro rocoso del malpaís, que en ocasiones se eleva por encima de los tres metros de las extensas huertas de plataneras que compiten entre sí por un hueco entre la mejor zona para este cultivo de Canarias.

Pero sin importar la cota sobre el nivel del mar, o la velocidad de enfriamiento del basalto, lo cierto es que en el equipo de investigadores al que pertenece Manuel Nogales todavía no han podido constatar de manera significativa la presencia de biodiversidad en el campo de coladas de 1200 hectáreas de superficie que generó la erupción de 2021.

“Encontramos algún pino suelto en las acumulaciones de ceniza sobre las coladas, y también hay presencia de flora y fauna en las islas que se salvaron de la afección de la lava, pero el resto es todavía un paisaje inhóspito”, ha afirmado Nogales.