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“La felicidad, en estos tiempos adversos, se puede encontrar en la satisfacción de dar algo por los demás, quizás más que por nosotros mismos”

-¿Cómo estás viviendo esta crisis como profesional de la sanidad?

-Los médicos también estamos expuestos a los riesgos de esta epidemia. También sufrimos el  estrés que supone escuchar noticias inquietantes sobre este virus, pensamos que podría afectar a nosotros mismos, a nuestra familia, a nuestros seres queridos. A la humanidad en general. A la gente con menos recursos. A los países más pobres y vulnerables… Y a los más ricos, a veces más egoístas porque parece que a algunos dirigentes no les importa que parte de su población muera a costa de que no se vea afectada su economía. Una particularidad del estado de inquietud que estamos viviendo es que podemos percibir el peligro, pero no podemos verlo. Esa preocupación pasa por no saber dónde y de qué manera podríamos contagiarnos. Un estado de inseguridad que nos acompaña desde que salimos de casa, hasta  pensar en lo que podamos traer desde la calle, sin saber dónde ni cómo quitarnos de encima, con absoluta seguridad, un posible foco de contagio. Esta tensión nos tiene en ascuas casi permanentemente. Esto es agotador física y emocionalmente.

-¿Hay formas de afrontar este estado de inquietud?

-Pues claro que sí. Quizás lo más importante que nos pueda ayudar a  soportar mejor esta situación de forma que nos afecte lo menos posible,  son nuestras cualidades psicológicas. Una buena parte de ellas son innatas, nacemos con ellas.  Otras son adquiridas: las incorporamos en los primeros años de nuestras vidas, de las personas que nos cuidan, que están a nuestro cargo: nuestros padres, nuestras familias…

-¿Qué cualidades nos pueden ayudar?

-Una persona segura, capaz de estar sola consigo misma, probablemente sobrelleve la cuarentena de una forma más sosegada,  e incluso podría transformar este tiempo de inactividad laboral y de obligado aislamiento social para enriquecerse interiormente: leyendo lo que estaba pendiente por las prisas antes de la pandemia, cuidando su físico, pensando cómo afrontar la vida ahora y después de esta crisis…Pero otras  pueden sentirse más afectadas y desesperarse  por no ver a sus familiares, a sus amigos, por no poder hacer lo que hacían en sociedad…   A estas  personas, que quizás se angustien más, van dirigidos algunos mensajes y consignas que tratan un asunto tan complejo de forma simple y  ante el que hay que guardar ciertas cautelas.

-¿Cuáles son esos mensajes?

-Por ejemplo, se dice: “Hay que tener una actitud positiva”. Pero no siempre es fácil cumplir con esa recomendación cuando lo que nos rodea es la percepción de una amenaza constante sobre la salud. Ese mandato puede hacer que nos sintamos responsables de que, si no estamos bien, es porque no ponemos lo suficiente de nuestra parte. Es probable que sea mejor aceptar los momentos de tristeza y cierta zozobra como normales, e incluso defensivos para estar más pasivos a la vez que alerta y así protegernos. Otras aseveraciones que escuchamos, incluso de altos responsables políticos (hasta el Rey lo dijo en su discurso) y también mencionados en los medios por las llamadas autoridades sanitarias, es que “de esto saldremos más fuertes”. Es cierto que saldrán más fuertes algunos, quienes logren inmunizarse, quienes puedan resistir el embate sobre su economía, quienes no sufran pérdidas familiares.  Pero… ¿y los que no? ¿También saldrán más fuertes?  Pues no necesariamente. Saldrán seriamente afectados, tristes, malheridos muchos por las pérdidas…  Y a esos habrá que apoyarles, escucharles y comprender que no tienen por qué estar todo el tiempo optimistas y como si no hubiese pasado nada. Ignorar esto es negar las realidades particulares y no tener en cuenta a quienes la tragedia les ha alcanzado.

-Sí. También se escucha: “Todo lo que quieres lo puedes. Depende de tu actitud”

-Pues no. No ser afectados por esta enfermedad depende de muchos factores que se escapan a nuestra voluntad y a nuestras actitudes.  Lo que tenemos que hacer es cuidarnos en todo lo que esté de nuestra mano y siguiendo las recomendaciones. Pero pensar que depende solamente de nosotros enfermar es propiciar a que quien pierda la salud se sienta además responsable de ello. Y esta sensación puede ser muy amarga y difícil de superar. Este tipo de recomendaciones están más basadas, en el mejor de los casos, en la buena voluntad que en la validez de unos consejos que, en lugar de ayudar, se pueden volver en contra y contribuir a minar la resistencia de quien los escucha.

-¿Crees que hay que llevar mascarilla en la calle, en el trabajo o en la casa?

 -Si estoy solo en casa no la llevo. Pero si ocasionalmente tengo que acercarme a alguien (el cartero, por ejemplo), sí que me la pongo. Creo que tenemos que aprender de los países asiáticos. Ellos han logrado contener la pandemia. El uso de la mascarilla es generalizado allí. Gracias a ello se evita no tanto contagiarse sino evitar propagar el virus en esas gotas de saliva que se emiten continuamente por parte de los que son portadores y no lo saben, por ejemplo, cuando hablan. Nosotros, en occidente, somos más indisciplinados y transgresores con las normas.  De cada 10 personas que se han contagiado, más de la mitad ha contraído el virus de otras que no tenían síntomas. Pensaban que estaban sanas y se encontraban en periodo de incubación. Por tanto, debemos usar mascarilla siempre que nos expongamos a estar cerca de alguien, guardando, además, y por supuesto, la distancia de seguridad. Estas precauciones evitan muchas muertes y sufrimiento.

-¿Cómo podemos aprovechar este tiempo de confinamiento?

-Debemos usar esta ventaja que nos da la red para mantener el contacto con las personas cercanas, que nos importan, que nos ayudan…  familiares, amigos. Para enriquecernos en este tiempo de obligada quietud. Para disfrutar de la lectura, el cine y las reflexiones sobre nuestra vida, pensar qué podremos hacer para tratar de mejorarla cuando todo esto pase. Y sobre todo, debemos facilitar que nos ayuden cuando lo necesitamos, y muy importante, ayudar a quien lo necesite. Escuchar y que nos escuchen. Somos gregarios por naturaleza. Nos hace bien vivir agrupados y en sociedad. Justo lo que se nos prohíbe ahora para procurar sobrevivir.

-¿Y podemos ser felices en estos tiempos?

-Según un proverbio árabe “el alimento del cuerpo es la comida mientras que el alimento del alma es alimentar a otros”.  La felicidad, en estos tiempos de adversidad, podemos encontrarla en la satisfacción de poder dar algo por los demás. Quizás más que por uno mismo.