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Los forenses niegan que el asesino de la palmera Saray González tenga un trastorno

La Palma Ahora / EFE

Las Palmas de Gran Canaria —

Las forenses que estudiaron al joven que mató a la universitaria palmera Garay González, la vecina que le pidió que hiciera menos ruido, “descartan absolutamente” que tuviera un trastorno que le impidiera saber lo que hacía en contra de los psiquiatras de la defensa, que aseguran que confundía el mundo real y el virtual.

La personalidad marcadamente introvertida de Alberto M.P., que incluso tiene rasgos esquizoides, y su adicción a los videojuegos, equiparable a la de las drogas, se conjugaron para llevarle a golpear hasta fallecer a la chica en octubre 2015 en Las Palmas de Gran Canaria, según ha sostenido estejueves en la cuarta de la jornada del juicio en su contra el perito de su defensa Carlos Lamela.

Su dictamen, elaborado a partir de cuatro sesiones de entrevistas con el homicida, al igual que el de las peritos que evaluaron su estado mental por encargo de la Administración de Justicia, contradice, sin embargo, el redactado por estas, que concluye que no presenta patología alguna que pudiera limitar su responsabilidad en el homicidio de su víctima, una universitaria de 27 años.

“Lo que sí hay son rasgos muy acentuados de personalidad introvertida y de falta de empatía, pero no hay trastorno”, ha sentenciado a ese respecto una de esas forenses, Eva Bajo.

Quien ha rechazado, al tiempo, la tesis de Lamela de que el encausado sufriera un brote de “irritabilidad” semejante al de los toxicómanos que padecen síndrome de abstinencia que influyó en sus actos cuando su víctima interrumpió la partida que jugaba en el ordenador tratando de que hiciera menos ruido.

Ya que “no hay datos concluyentes ni fiables” que establezcan que realmente exista una patología de adicción a los videojuegos, ha asegurado Eva Bajo, que, como prueba de sus palabras, ha aludido a un catálogo internacional de enfermedades mentales en el que se habla de ese fenómeno pero como una materia que está aún en estudio, sin que se haya alcanzado un consenso científico al respecto.

Pese a ello, el psiquiatra de la defensa ha insistido en lo contrario y ha hecho referencia al mismo catálogo internacional, argumentando que, si bien en él esa adicción aparece como una cuestión todavía por clarificar, se debe a que la afición desmedida a los videojuegos es algo relativamente reciente y se sigue debatiendo sobre ella.

Razón por la cual ha mantenido su planteamiento de que el acusado sufría “un estado de irritabilidad, de ansiedad” cuando le impedían dedicarse a su afición, ya que “le dedicaba una multitud de horas al día”, hasta el punto de que “su vida giraba exclusivamente alrededor de los videojuegos”.

Lo cual, sumado a que es una persona “máximamente introvertida” en la que “su mundo interior pesa mucho más que el exterior”, determinó que procediera como lo hizo porque “es un enfermo mental” en cuya mente “se empiezan a confundir” imaginación y realidad, ha concluido Carlos Lamela.

A su parecer se han opuesto tanto el fiscal del caso como la acusación particular ejercida por la familia de su víctima, basándose en el informe de las forenses y en la declaración que estas prestaron hoy ante el tribunal jurado que ha de enjuiciar a Alberto M.P.

Declaración en la que se les preguntó por la afirmación que el procesado hizo el primer día del juicio sobre que cuando mató a la joven “no era él” porque estaba fuera de sí, respondiendo Eva Bajo que eso no sucedió “en modo alguno, no hay manera de sostenerlo”.

“Eso se puede descartar de forma absoluta, no hay ningún criterio clínico para ello”, ha añadido la especialista.

Además, ha opinado que, de ser verdad que Alberto M.P. tuviera un trastorno psicológico, habría episodios de su vida anterior al homicidio que lo denotarían y ha asegurado que esa circunstancia no se da porque su existencia hasta ese momento fue “absolutamente normal”.

Justifican esa afirmación, según ha dicho, hechos como que la suya es “una familia estructurada” en la que “no le ha faltado de nada”, que “tanto él como su madre refieren que tenía un grupito de amigos” y, “además, salía con ellos y jugaba con ellos”, y que “no tenía problemas académicos”, en la medida en que no repetía cursos por suspender.

No obstante, Carlos Lamela y otro experto que colabora con él en el caso han sostenido lo contrario, aludiendo a que sí que vivió algún episodio no corriente en su infancia, como que fue objeto de acoso escolar, y que “tiene comportamientos que llaman poderosamente la atención”, como que no dejó de jugar con peluches hasta los 17 años y a los 18 aún iba a veces a dormir al cuarto de sus padres.

Tras escuchar el parecer de unos y otros peritos, el juicio contra Alberto M.P. proseguirá esta tarde en la Audiencia Provincial de Las Palmas, con la lectura de las conclusiones definitivas de fiscal, acusación particular y defensa, tras lo cual se dará paso al debate del tribunal jurado que deberá acordar un veredicto.