El activista, mediador intercultural y defensor de los derechos humanos Sani Ladan fue invitado el pasado sábado a la sexta edición de Saraba, Espacio África, en el que a través de la Concejalía de Cultura de Los Llanos de Aridane y la asociación Karmala Cultura, dedicaron este año al fenómeno de la inmigración, tema de preocupación actual en Canarias.
Sani Ladan, 1993 Camerún. Vivió una odisea hasta llegar a España y ahora se encuentra en el último curso de la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad Loyola Andalucía y es responsable de un centro de acogida para refugiados en la asociación de Espacios Berakah, (Sevilla). Su sueño de llegar a la universidad casi le cuesta la vida cuando con 15 años decidió salir de su país. Soñador incansable, este camerunés de 27 años ha visto uno de sus sueños cumplido al ser invitado a la universidad más importante del continente africano, Cheikh Anta Diop de Senegal, para dar una conferencia a los jóvenes estudiantes a los que alentó a que persiguieran sus sueños pero que conocieran la cruda realidad de lo que a un africano le supone soñar.
¿Cuándo decidiste salir de tu país y cómo llegaste a España?
Decidí salir de Camerún con destino Nigeria porque quería estudiar y a pesar de que había ganado una beca para estudiar en Canadá, el gobierno de mi país me pedía 7500 euros para optar a la plaza que había ganado. Entonces, sin decir nada a mis padres comencé el viaje de más de dos años que no me detuvo en Nigeria y que terminé en España.
No te gusta mucho hablar del sufrimiento que pasaste durante tu viaje, sin embargo, sí que crees que la gente deba conocerlo.
Sí, me ahorro los detalles del viaje porque no son muy agradables, pero es mi historia y sólo a mí me corresponde contarla. Estuve recorriendo Camerún, Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos. Mi intención era quedarme en Nigeria, pero las dificultades que me encontré en el camino, un chaval de quince años que sólo pensaba establecerse y estudiar, se complicaron. No cuento los detalles, pero me fue imposible quedarme allí. Llegué a la frontera del Tarahal, donde tampoco fue un camino de rosas y cuando conseguí la oportunidad, me lancé al mar para entrar por el espigón hacia Ceuta. Siempre digo que soy el fruto de un milagro, hoy estoy aquí. Ese día recibí varios golpes en la cabeza con las pelotas de goma que me disparó la Guardia Civil. Me ahogué y una ola me trajo a la playa. Desperté en un hospital y a partir de ese momento hice un gran esfuerzo por incluirme en esta cultura aprendiendo el castellano, mi quinto idioma. Pasé un año en el CETI de Ceuta y posteriormente me llevaron al CIE de Tarifa. He de decir que de todo el tiempo que he vivido en España, el peor momento de mi vida ha sido los dos meses que pasé internado en esa cárcel. Llegué a desear que me deportaran, fue tal el desgaste psicológico, mayor incluso que el viaje que había vivido, que mis fuerzas sólo pedían que me devolvieran a casa.
¿Cómo conociste a tu familia española?
Por mis ansias de estudiar y aportar a la sociedad en la que vivía. Al salir del CIE, una ONG de Almería me acogió, pero ellos solo querían que yo fuese un jornalero de los invernaderos, así que me fui a Córdoba. Allí comencé a dar clases de francés gratis en un parque, en el mismo parque donde dormía por las noches. Conocí a una señora francesa que también era maestra de francés y cedía un espacio en su floristería para dar clases. Una noche pasó con sus amigas por el parque donde yo dormía y me descubrió allí, no se lo podía creer. Después de hablarlo con sus hijos, decidieron acogerme y ahora son mi familia española. Desde entonces, no he parado de estudiar y ahora estoy becado por una universidad privada. A pesar de solicitar las becas públicas todos los años, nunca me la concedieron. La razón: porque no formaba parte de ninguna unidad familiar, ¡paradójico! Porque yo lo que trabajo lo tributo en este país.
Actualmente en Canarias estamos ante un drama humanitario que se alarga en el tiempo y suma cada día más personas. Según tu experiencia y estudios, ¿qué crees que se puede hacer para aliviar esta situación?
Yo lo divido en cuatro puntos que me parecen cruciales, empezando por el más importante, por la urgencia en la que nos encontramos actualmente y son:
primero, descongestionar la isla de Gran Canaria, descongestionar Canarias. Poder empezar los traslados efectivos hacia diferentes centros que hay en la península, porque ya sabemos que hay plazas en península, de hecho hay muchos centros que ya se han manifestado la intención de acoger, pero el Ministerio del Interior, en este caso no sabemos por qué, pero no lo permite.
Segundo, es importante que haya vías legales y seguras para que la gente pueda migrar. Si las hubiese, la gente migraría de una forma más ordenada y repartida y mucho más segura, sin traumas para los que viajan o incluso sin perder la vida y sin perjuicios para el lugar que los reciba.
Tercero, una reforma de la Ley de Extranjería, porque muchas cosas que están sucediendo el problema radica en esa Ley actual que se ha quedado obsoleta y contribuye sólo a perseguir a los inmigrantes y no a incluirles.
Cuarto, quizás sea la idea más imposible o más utópica, y eso sería provocar una segunda descolonización en el continente africano. El resultado de lo que vemos en Canarias es solo la punta del iceberg de todo lo que está pasando con la relación entre África y Europa. Un ejemplo claro son los acuerdos de pesca que empujan a la gente a salir de su tierra, gente que toda la vida han vivido de la pesca se ven obligados a irse en busca de trabajo. Los pescadores de Senegal no pueden competir con los grandes buques de los países europeos, en este caso los buques españoles. Por lo tanto, este último punto, esa segunda descolonización, debe producirse para que de una vez por todas África sea independiente realmente, tanto económica como política y sus habitantes puedan circular libremente igual que lo hace un español hoy o cualquier persona europea.
¿Qué le dirías a los ciudadanos españoles para superar mejor estos acontecimientos?
La gente tiene que entender que la emigración siempre va a existir, que es algo que nunca se va a parar, y puede sonar muy fuerte y muy atrevido, la gente se tiene que relajar porque no se puede luchar contra un fenómeno natural como es la emigración. Y lo único que puede hacer la gente es derribar su muro interno. Los muros personales son los que crean los muros físicos. Los muros físicos son el resultado de los muros que nos ponemos como son los prejuicios o los estereotipos que creamos, porque cuando desconocemos algo nos creamos un miedo. Acercarse a las personas que llegan, ¿por qué no?, detrás de cada persona hay historias, hay una vida, familia, dramas y alegrías. Cuando conoces a las personas la cosa cambia, empieza un vínculo empático y de entendimiento. Pensar que con el odio se va a parar la inmigración es hacernos volver a vivir los peores estragos de la historia de la humanidad. Entender y asimilar que este proceso es un proceso natural en el que la gente que viene no representa una amenaza, conocer el motivo por el cual vienen es primordial para llegar a ese entendimiento y en definitiva para la buena convivencia. Si no conseguimos ese entendimiento, la convivencia se va a degradar y cuando eso ocurre se ataca a las víctimas. Quizás las personas sean devueltas a sus países, pero el daño que se ha provocado en la propia sociedad española con la polarización, porque hay gente que está a favor de la inmigración y otra en contra, ese daño se quedará aquí y el ejemplo lo tenemos con el pueblo alemán cuando se perseguía a los judíos.