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“Animo a las familias a que acojan niños saharauis, es muy gratificante”

En la casa de Ana Rodríguez Martín, en el barrio de Calsinas de Santa Cruz de La Palma, se respira solidaridad y compromiso social. Sus paredes han acogido ya, durante los meses estivales, a siete niños saharauis. “Empecé en 1997 cuando uno de mis hijos, el segundo, me dijo que había visto un cartel en el Ayuntamiento y que llamara; me animé y la experiencia ha sido bonita”, ha recordado a La Palma Ahora

Cuatro niños y tres niñas procedentes de los campamentos de refugiados de Tinduff, desde 1997, han pasado inolvidables veranos con Ana, su marido, sus tres hijos y su hija. Algunos han venido hasta cinco años seguidos.  “A mí me gustan mucho los niños y los acojo por solidaridad; tuve uno apadrinado durante años, pero a estos los veo y me parece que les llega más la ayuda”, dice. 

Vacaciones en paz en un proyecto de acogida de menores saharauis durante los meses de julio y agosto. En La Palma esta iniciativa está impulsada por la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui Elías Martín, que coordina Celia Fernández. 

Mohamed, de 12 años, ha vuelto, por cuarto año, a su hogar palmero. Está feliz en casa de Ana. Recorre las habitaciones, sonríe constantemente y se sienta en el sillón sobre las piernas de Alicia, la hija de Rosa que reside en Tenerife y pasa unos días de vacaciones con sus padres. Es uno más de la familia. “El niño está en casa conmigo y con mi marido, y mis hijos me echan una mano, lo sacan de paseo, lo llevan a la playa…También ha ido a Tenerife a casa de mi hija”, cuenta. “Es muy gratificante y animo a la familias a que acojan; lo que se necesita no es tanto,  solo voluntad porque muchas veces tiramos el dinero en cosas que no son necesarias; es mejor ir poniéndolo en una hucha para cuando vengan los niños comprarles sus cositas”, asegura. 

Todos los menores que ha acogido Ana “han sido muy buenos”. “Cuando vienen por primera vez llegan con caritas de asustados, mirando a ver quién los coge, pero al año siguiente ya conocen a uno”. “Las llegadas son más bonitas que las despedidas, pero hay que dar paso a que venga el siguiente”, señala. “Sé que  se van con su familia, y con los años me he ido acostumbrando, para mí es como cuando viene un familiar y se tiene que ir”, añade. “Tuvimos uno que vino cinco años y que no se quería ir, y esas despedidas eran más tristes porque quería quedarse con nosotros”, reconoce. 

Ana se ha planteado en más de una ocasión ir a los campamentos de Tinduff a visitar a sus niños, pero “me ha faltado valor”. “Prefiero que vengan a casa y aquí los ayudo, aunque a lo mejor algún día voy”. “Siempre intentamos mantener el contacto con ellos, y ahora con el whatsapp es más fácil”, apunta. 

En los próximos días, Ana llevará a Mohamed al pediatra y lo someterá a todas las revisiones médicas que le corresponden. “Si tiene anemia o cualquier otro problema se va con su tratamiento”, explica. 

Cuando llega el momento de la partida, Ana se vuelca. “Le lleno el bolsito de cosas, lo cargo con todo lo que pueda, le pongo dinero en el bolsillo del pantalón y se lo coso para que no lo pierda; siempre le digo que se lo dé a su madre”. 

Y si Ana tiene un corazón grande, su hija Alicia no tiene nada que envidiarle. “El primer niño que acogimos en casa era casi de la misma edad que yo y fue como un hermanito”, comenta. “Cuando son pequeños y salen por primera vez extrañan a su madre y algunos lloran, pero todos son muy cariñosos”. “Los primeros días se sorprenden con muchas cosas, como la luz, el agua o el lavabo”. “Tengo muy buenos recuerdos de todos ellos, y el día que mi madre no pueda seguir acogiendo, seguramente seguiré yo”. Una familia ejemplar.