La apicultura le apasiona, es su mundo, pero no puede vivir en exclusiva de él. Vanessa Martín Martín se dedica desde hace 11 años a la crianza de las abejas, una profesión desempeñada tradicionalmente por hombres, en la que, sin embargo, recuerda en una entrevista con La Palma Ahora, “la mujer siempre ha estado detrás limpiando cacharros, organizando o vendiendo la miel, aunque a nosotras no se nos reconoce el trabajo”.
Estudio Capacitación Agraria, en la rama de Trabajos Forestales y Conservación del Medio Natural, y heredó las colmenas de su abuelo. “Las abandonaron al morir él, pero cuando yo crecí las recuperé”, cuenta, y lamenta que no pueda dedicarse por entero a esta actividad, que ahora es complementaria. “Tengo solo 40 colmenas, necesitaría más, y la producción de miel depende de la naturaleza, de si llueve o no”.
Cuando Vanessa descubrió las colmenas de su abuelo en estado de abandonado, señala, “causalmente estudiaba un ciclo de aprovechamiento del monte en el que se incluía la apicultura”. A partir de entonces “empecé a hacer cursos, muchos de ellos en la Casa de la Miel de Tenerife; cada día aprendo algo nuevo, porque no lo sé todo, me falta mucho por conocer”, asegura. “Ahora la apicultura ya forma parte de mí, es mi espacio, y me gusta enseñar a la gente”, añade.
Vanessa está comprometida con la sostenibilidad ambiental y por eso hace hincapié en que “hay que respetar las abejas, porque esos bichitos, junto a otros insectos, se encargan de la polinización de las plantas”. Además, agrega, “la agricultura cada día tiene más residuos y las mata, y también se ven afectadas por el cambio climático y las plagas”.
Esta apicultora, que en 2010 ganó el premio a la Mejor Miel de Costa, comercializa su producción con la marca El Poleal. “Mis colmenas son de miel de costa, pero algunos años las llevo al monte y saco un poco de miel de castaño y brezo”, explica. El traslado de la costa al monte es laborioso y Vanessa precisa de la ayuda de su tío y de su compañero. “Hay que esperar a la noche, a que entren todas las abejas y después tapar las colmenas para transportarlas; se dejan en el sitio, se destapan, y al día siguiente ya vuelven a orientarse”, detalla.
Insiste en que la abeja es “un insecto al que se debe respetar” y afirma que “no pica si no se siente atacada; hay que ser más considerados con ellas y con el medio en general”.