Rubén López, vulcanólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN), no se explica cómo ha podido sobrevivir un ejemplar de pino canario al que le cuelgan restos de lava en sus ramas. “¿Cómo lo ha conseguido?”, ha preguntado a sus seguidores en Twitter, donde ha compartido las espectaculares fotografías de lo que queda del árbol localizado en Las Manchas. El tronco, además, está prácticamente sepultado bajo la ceniza.
Los canarios le han contestado con orgullo que se trata de una especie superviviente, capaz de adaptarse a las condiciones volcánicas y a los incendios, y lo que es aún más sorprendente: capaz de rebrotar a pesar de todo.
La erupción del volcán de La Palma no solo ha destruido viviendas, sino también animales y plantas, ha quemado el monte de la Isla Bonita, haciendo que lo que antes era verde, ahora sea negro. La gran mayoría de árboles que han ardido en estos días son ejemplares de pino canario (Pinus canariensis), una conífera considerada símbolo natural de la isla, del que se sabía que era resistente al fuego. Hoy, gracias a los estudios del ingeniero de montes y miembro de la Real Academia de Ingeniería, Luis Gil, se sabe que estos ejemplares son, en realidad, resistentes a los volcanes.
Así lo contó en el mes de octubre para Radio Televisión Canaria (RTVC). “El pino canario lleva conviviendo con el vulcanismo desde hace al menos 13,5 millones de años y ha desarrollado una serie de adaptaciones a estos procesos. Durante las erupciones, los árboles se ven expuestos a elementos nocivos como el mercurio; la acumulación de cenizas puede provocar la pérdida de hojas y ramas, y la lluvia de piroclastos puede partir el árbol o causar graves heridas al tronco. A diferencia de los pinos peninsulares, el canario posee un abundante parénquima axial que le permite almacenar grandes cantidades de sustancias de reserva. Y si la copa desaparece, es capaz de regenerarla. Además, presenta una gruesa corteza y gracias a su elevada altura puede seguir viviendo aunque la capa de ceniza se eleve decenas de metros”, explicó.
Otra adaptación al fuego son los conos serotinos que se abren por el calor liberando las semillas. “A lo largo de la historia geológica, violentas erupciones volcánicas lanzaron árboles y conos a decenas, cientos de kilómetros de distancia y fue el método empleado por esta conífera para colonizar las islas Canarias”, concluyó.