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AUSCHWITZ. LOS NAZIS Y LA SOLUCIÓN FINAL. 75 aniversario de la liberación del campo.

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Sangrando y desorientado, mi padre logra ponerse de pie y, junto a mi madre, nos cogen de las manos y, todos juntos, bajamos las escaleras de casa, tan rápido como podemos, mientras los gritos, los ruidos y los ladridos de los mastines que nos encontramos al llegar a la calle continúan martilleando nuestros oídos.

Luego, nos suben a un maloliente camión y, al llegar a la estación de tren, nos empujan hasta meternos, como si fuéramos animales, en un vagón de mercancías, lleno de inmundicias y de personas tan asustadas como nosotros.

El viaje es largo, tedioso, sin casi sitio para poder tumbarse, hacer nuestras necesidades o respirar en medio de aquel ambiente tan viciado. Sólo podemos ver lo que pasa por los rescoldos de las maderas que, por el paso del tiempo, se han ido separando. Casas, árboles, farolas, algunos coches y granjas y prados verdes o negruzcos es todo lo que podemos ver por aquella improvisada atalaya, a falta de una ventana convencional. Tras dos días de calvario, logro ver una señal que nos dice dónde estamos, Auschwitz-Birkenau, y alguien dice que ése será nuestro destino final del viaje.

Para mí ya da igual, con tal de bajar del vagón y ayudar a mi hermana y mi madre, las cuales están cada vez más débiles. ¿Qué puede ser peor que todo esto? Quizás ese sitio al que nos llevan no sea tan malo después de todo. Además, nosotros no hemos hecho nada malo. Ni tan siquiera nos saltamos un solo día de clase... ¿Por qué nos tiene que pasar esto?

Han pasado setenta y cinco años desde que las tropas soviéticas liberaron a los supervivientes del complejo de campos de concentración y exterminio de Auschwitz I, Auschwitz II–Birkenau, Auschwitz III–Monowitz y una docena se pequeños campos anexos y, si pudiéramos hablar con quien logró sobrevivir a todo aquel horror, nos contaría una historia similar, o igual, a la que se cuenta en los primeros párrafos de esta reseña.

Durante años y de una manera fría, metódica, calculadora y sistemática, el régimen nacionalsocialista persiguió y ejecutó a todos aquellos que, según sus retorcidas y dementes psiques, atentaban contra la seguridad del pueblo alemán. Por mucho que se empeñen los que niegan estos sucesos, los líderes nazis conspiraron para exterminar a una raza -la judía-, además de a todos aquellos que consideraban inferiores y/ o impuros; es decir, gitanos, eslavos, homosexuales, intelectuales y personas vinculadas con la cultura y la educación, disidentes políticos e ideológicos, y personas con algún tipo de retraso mental.

Luego de tomar la decisión, el plan fue ejecutado por asesinos tan despiadados y competentes como el Obersturmbannführer Rudolf Höss, responsable del complejo de campos conocido como Auschwitz II-Birkenau desde sus comienzos y, a su vez, responsable directo de los mayores avances en el arte del extermino de seres humanos, de la forma más rápida, eficaz y rentable para el régimen nazi. O el no menos sanguinario y demente Obersturmbannführer Adolf Eichmann, uno de los ideólogos de lo que luego se conoció como “la solución final”, todo un maestro en el arte de organizar deportaciones masivas de personas, las cuales terminaron muriendo en las cámaras de gas de Auschwitz II-Birkenau y en otros mataderos de similares características.

La historia de aquellos campos y sus eficientes carniceros esconden los prejuicios, la doble moral y los sinsentidos de una sociedad que permaneció ciega ante los abusos de los jerarcas nazis hasta casi el mismo día en el que los campos fueron liberados. Con el extermino de los judíos, muchos ganaban, -tanto económicamente como socialmente- y, por añadidura, los culpables eran otros.

En la puerta de entrada a uno de los campos que componían el enorme complejo -Auschwitz I- se podía leer la frase en alemán “Arbeit macht frei” (El trabajo libera), con el que aquel dantesco escenario y las fuerzas de las Schutzstaffel SS, que estaban a cargo del centro, recibían a los deportados.

De ahí, tal y como cuenta el sensacional libro del documentalista y productor de la cadena BBC británica, Laurence Ress Auschwitz. Los nazis y la solución final -libro ganador del British Book Award for History Book of the Year en 2006, publicado en España por la Editorial Crítica- fueron muchos los países europeos, incluyendo el régimen colaboracionista francés de Vichy, los que secundaron las deportaciones de judíos durante aquellos años e, incluso, las apoyaron abiertamente. Nuestro país, entonces liderado por el nacional catolicismo del general Francisco Franco, también aportó su grano de arena a todo el sinsentido.

El máximo responsable de dicha acción fue Ramón Serrano Suñer, ministro de la Gobernación y de Asuntos Exteriores, quien acordó con el régimen nacionalsocialista alemán el buscar a los miles de españoles que habían servido en el ejército francés y que permanecían encerrados en campos de prisioneros de guerra, donde se respetaban las convenciones internacionales para, luego de haberlos reunidos, enviarlos al campo de concentración de Mauthausen-Gusen para que fueran exterminados.

Otro de los aciertos de Laurence Ress es describirnos la verdadera realidad del campo, el cual contaba incluso con un burdel –un detalle que ha servido de excusa para quienes creen que en aquel lugar no se exterminó a más de 1.100.000 personas. En realidad, y en el universo como lo fue el complejo de campos de Auschwitz hubo de todo, desde una galopante corrupción -la cual obligó al Reichsführer SS Heinrich Himmler a desplazar una unidad especial de la Schutzstaffel para investigarla- y una fuga de prisioneros, hasta romances entre oficiales alemanes y reclusas judías, algo que iba en contra del ideario del soldado alemán.

Dicho esto, en el campo de exterminio de Auschwitz II- Birkenau hubo una constante que se repitió, durante años; es decir, la llegada de trenes cargados de personas quienes, tras una rápida selección, eran conducidos hasta un recinto en el que se les pedía que se desnudaran y, luego, dichas personas eran gaseadas e incineradas tras comprobar que habían muerto. Y toda esta secuencia se lograba en tan solo dos horas…

Nunca antes la locura, el sadismo y la megalomanía habían alcanzado tales cotas de irracionalidad durante tanto tiempo y, por eso, la memoria de lo que sucedió en aquel escenario debe ser no solo preservada, sino que hay que transmitirla a las nuevas generaciones para que éstas se den cuenta de los peligros que entraña cualquier fantoche endomingado que promulga la xenofobia, el racismo, el miedo hacía quienes vienen de fuera, o la intolerancia soportada sobre los pilares de la raza, la religión, la ideología y, en los últimos tiempos, en consideraciones económicas tan torcieras como mentirosas.

AUSCHWITZ: LOS NAZIS Y LA SOLUCION FINAL no es un libro fácil de leer. No, por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. Su autor narra, por ejemplo, los esfuerzos del Obersturmbannführer Rudolf Höss por lograr asesinar a cuanta más gente mejor y con el menor coste de tiempo y material posible, de la misma forma que uno trata de maximizar los recursos cuando hace frente a las obras de reforma de una casa. Y eso es lo más terrible de todo el asunto; es decir, la forma en la que el régimen nazi afrontó la “solución final” como si se tratara de una gran empresa que busca el beneficio por encima de todo. Quizás el régimen alemán solamente se basó en los modos y las maneras de muchas de las grandes firmas industriales, la cuales abrazaron la llegada de Adolf Hitler al poder de la misma forma que las bolsas mundiales aplauden la llegada de líderes populistas que les ayudan a cuadrar las cuentas de resultados a final del año.

El problema vino cuando el mundo se dio cuenta de que la maquinaria de guerra nazi no sólo era terrible en el campo de batalla, sino en el “arte” de exterminar a todo aquel que no entraba en el ideario de pureza espiritual y racial impuesto por sus máximos líderes. En ese momento, ya fue tarde para hacer nada por los seis millones de personas que murieron bajo el horror del Reich de los mil años, el cual, con tan sólo doce años de existencia, marcó a la humanidad para el resto de sus días.

El problema ha venido después, empero. En estos últimos tiempos, Auschwitz se ha convertido en un destino turístico en el que buena parte de quienes lo visitan trivializa todo lo que allí sucede, hasta la misma nausea. Poco importa el sufrimiento y el dolor que se vivió sobre aquel suelo que pisaban todos aquellos que entraban -y ya no salían por su propio pie- en las que ahora está prohibido sacarse una foto. Es más importante sacarse la foto de rigor, con cara de mamarracho y obviar que hay lugares donde lo único se puede hacer es mantener la boca cerrada y tratar de asimilar lo que allí pasó, sin ninguna otra consideración. Bastante tiene el mundo con unas redes sociales que gustan de darle un altavoz a quienes pretenden negar lo acontecido en nuestra historia contemporánea para que, ahora, la barbarie humana se valore en base a un “selfie” baladí, irresponsable y fuera de lugar. Esto en nada ayuda a mantener viva la memoria de lo que sucedió en Auschwitz, ni en todos los lugares donde la insensatez y el fanatismo terminó por ser un arma más asesina de lo que nunca antes había sido.

© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2020

© 2020 PaÅ„stwowe Muzeum Auschwitz-Birkenau.

Auschwitz. Los nazis y la “solución final”

Editorial Crítica

Colección: Memoria Crítica

Encuadernación: Cartoné

Páginas: 368

ISBN: 978-84-8432-606-9

EAN: 9788484326069

Fecha publicación: 14.01.2005

Sangrando y desorientado, mi padre logra ponerse de pie y, junto a mi madre, nos cogen de las manos y, todos juntos, bajamos las escaleras de casa, tan rápido como podemos, mientras los gritos, los ruidos y los ladridos de los mastines que nos encontramos al llegar a la calle continúan martilleando nuestros oídos.

Luego, nos suben a un maloliente camión y, al llegar a la estación de tren, nos empujan hasta meternos, como si fuéramos animales, en un vagón de mercancías, lleno de inmundicias y de personas tan asustadas como nosotros.