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HERMANO ISLAM

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Juan José Tamayo, en su obra Hermano islam, que publica Editorial Trotta, nos invita a descubrir esa religión tan vilipendiada en Occidente y la compara con el cristianismo a partir de sus orígenes.

De esta forma apreciamos que las religiones monoteístas -judaísmo, cristianismo e islam- parten todas de Abraham y todas tienen unos libros en las que se imparten enseñanzas para convivir. El énfasis está en el sentido literal de ese verbo; es decir “vivir con otro”.

Es más, aunque parezca mentira, el Corán, el libro del islam, es en muchos aspectos -sobretodo en lo relacionado con la mujer- mucho más permisivo y liberal que la biblia cristiana. En ésta se dice que la mujer se crea a partir de una costilla del varón -tomado de la biblia judía- además de ser la mujer la causante del pecado al comer la manzana en el paraíso. Sin embargo, en el Corán tanto el hombre como la mujer son creados iguales, sin subordinación o dependencia. Y no se incluye relato alguno de responsabilidad del pecado.

Además, en ningún momento el Corán incita a una vida beligerante o de confrontación. Y en cuanto al islamismo, ése que hoy en día se iguala sin pensar con terrorismo, se trata, en realidad, de la “politización del islam en un contexto poscolonial, en un discurso contemporáneo de oposición y debate, relacionado con asuntos de justicia social, poder legítimo y vida ética de un modo que desafía la hegemonía de las normas políticas y culturales occidentales”, tal y como comenta Susan Buck-Morss.

Siguiendo con los orígenes, Abraham, Ismael, Isaac, Jacob, Jesús de Nazaret y Mahoma, todos son profetas según los escritos del Corán. Sí, Jesús es Jesucristo, al que los cristianos adoran como hijo de Dios.

Visto lo visto, no debería haber competitividad entre los creyentes monoteístas, ¿verdad?

Y sin embargo, la hay. Una rivalidad que roza la locura, desde hace siglos. Las Cruzadas, por ejemplo, cuentan en su haber con miles de muertos por disputas acerca de la propiedad de los lugares sagrados, mientras que la “guerra contra el terror” que libró Estados Unidos de América y sus aliados, bajo el mandato de George Bush, tras lo acontecido el once de septiembre, no se queda a la zaga...

La razón de tal forma de pensar la ejemplifica el libro de Samuel P. Huntington “El choque de civilizaciones y la reconstrucción del orden mundial”, base de la política de exteriores de EEUU durante los dos mandatos de Bush, belicista y antiislamista. Según las tesis de este autor, tan solo existe un modelo económico válido, el neoliberal, y Occidente debe mantener su superioridad, su identidad occidental, dado que el islam es una amenaza. ¿A que les suena, de los discursos que proclamó el presidente norteamericano de la época?

Huntington, empero, no está solo en esta forma de pensar. El que fuera cardenal Ratzinger -luego el único Papa que se ha jubilado, sin morirse antes- proclamó que la Iglesia católica era la Iglesia verdadera, en el excluyente y frentista discurso de la Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe Dominus Iesus, de 2000.

¿Acaso esa forma de pensar, tanto la de Huntington como la de Ratzinger no se puede calificar de fundamentalista, de integrista? Según Roger Garaudy, creador de lo que hoy en día se conoce como “paradigma Córdoba”, se recogen seis tipos de integrismo, que desglosa en su libro Los integrismos. El fundamentalismo en el mundo. Éstos son los siguientes: cientista y tecnocrático; estalinismo; integrismo romano -que pone el magistero eclesiástico frente a las enseñanzas de Jesús de Nazaret; colonialismo; integrismo israelí -que rompe con la tradición profética del judaísmo y se traduce en una política permanente de agresión, expansión, colonización y masacre de los territorios ocupados; e integrismo islamista en sus distintas manifestaciones.

Para lidiar con esta problemática, Juan José Tamayo nos propone un cambio; es decir, del choque al diálogo de civilizaciones.

Precisamente el presidente norteamericano Barack Obama, en su discurso en El Cairo en 2009, optó por la conciliación, el mea culpa y el diálogo. Sin embargo, según Tamayo, aunque se ha empezado con buen pie no es suficiente, ni creíble que se pueda sostener ese esquema.

En contraposición a él, Tamayo postula copiar lo que ya pusieron en práctica los filósofos andalusíes -que no andaluces- en Córdoba, cuando ésta era el centro cultural de Europa del siglo IX al siglo XIII.

En otras palabras, dejar atrás el salafismo religioso -que resucita conflictos ideológicos de ayer y busca adversarios en el presente y futuro; el liberalismo árabe de tendencia orientalista -que incide en los orígenes culturales y religiosos; y el pensamiento contemporáneo árabe de izquierdas -que pretende reflejar la lucha de clases y el conflicto entre materialismo e idealismo- para consolidar lo que se llama el “paradigma Córdoba”.

Basándose en las teorías de Ibn Tufayl, Ibn Hazm de Córdoba, Averroes y Avempace, por nombrar unos pocos filósofos de Al-Ándalus, Tamayo incide en el hecho de que España es diferente. Es Europa, pero con matices. Y la diferencia es precisamente el elemento andalusí, en su relación con el islam.

Al-Ándalus y, en su mayor apogeo, Córdoba, fue un ejemplo de convivencia intercultural, y el primer Renacimiento, en sentido estricto, en suelo europeo fue el islam, pues integraba las tradiciones monoteístas anteriores; es decir, el judaísmo y el cristianismo. Es más, Tamayo postula que “el tiempo euro-árabe de al-Ándalus fue el eslabón entre el helenismo fertilizado con más Oriente y la Europa de tantas luces”.

Dicho esto, resulta lamentable el que en España no solo se haya olvidado lo que significó al-Ándalus, sino que se haya vilipendiado y hasta negado, tanto que apenas consta en los temarios de estudio. Un triste ejemplo es la situación en la que se encuentra la mezquita-catedral de Córdoba, que, aunque se ha solicitado de forma activa y reiterada el que sea un centro hasta donde puedan acudir cristianos y musulmanes a practicar sus ritos, ésta es propiedad y negocio -las visitas turísticas y las limosnas, que no hay que declarar a Hacienda- de la Iglesia católica, y la alta jerarquía considera que la mezquita-catedral de Córdoba siempre fue cristiana...

Hermano islam resulta una lectura apasionante e instructiva que desvela los mayores mitos -y estereotipos- que los no-musulmanes tienen acerca del islam. Narrada a modo de discurso -hay ocasiones que el lector parece que está en una clase de universidad- esta obra debería ser imprescindible para todos.

A título personal, debo admitir que ha sido increíble aprender -repito, no solo es leer lo que se hace con esta obra- todo lo relacionado con los filósofos andalusíes y su visión del mundo. A buen seguro que, si se siguieran las enseñanzas de, por ejemplo, Ibn Tufayl y Averroes, el mundo no solo sería más cívico y justo, sino más crítico, menos dogmático.

Termino esta reseña con una cita de Tomás de Aquino, santo según la Iglesia católica, “la perfección del universo consiste en la diversidad de las cosas”. ¿Por qué, entonces, nos empeñamos en nutrir nuestros egos y pensar que lo mío es mejor, o más válido que lo de otro?

Agradezco las facilidades dadas por Editorial Trotta para escribir esta reseña.

© Elena Santana Guevara, Helsinki, 2019

Hermano islam

Autor: Juan José Tamayo

ISBN: 978-84-9879-798-5

Páginas: 128

Fecha de publicación: octubre 2019

Encuadernado en Rústica

Dimensiones: 145 x 230 mm, peso 190 g

Juan José Tamayo, en su obra Hermano islam, que publica Editorial Trotta, nos invita a descubrir esa religión tan vilipendiada en Occidente y la compara con el cristianismo a partir de sus orígenes.

De esta forma apreciamos que las religiones monoteístas -judaísmo, cristianismo e islam- parten todas de Abraham y todas tienen unos libros en las que se imparten enseñanzas para convivir. El énfasis está en el sentido literal de ese verbo; es decir “vivir con otro”.