Apostarlo todo a una ruta mortal y que te deporten: el miedo con el que conviven miles de personas en Canarias

Imagen de archivo de un grupo de migrantes en el CIE de Barranco Seco

Natalia G. Vargas

8 de febrero de 2025 05:30 h

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Apostar la vida al Atlántico para luego perderlo todo. Que los ahorros y los sueños de toda una familia terminen en un vuelo de deportación es uno de los mayores miedos de quienes llegan a Canarias en patera. Después de sobrevivir a una travesía mortal, regresar al país de origen es un temor que “siempre está en el horizonte” y que daña la salud mental de los migrantes. Esta medida disuasoria forma parte de las políticas migratorias europeas y define durante años el día a día de las personas extranjeras. No solo de aquellas que están en situación administrativa irregular y, por tanto, en “riesgo de deportación”, sino también de aquellas que ya han alcanzado la nacionalidad o un permiso de residencia.

“La irregularidad se incorpora encarnándose en las personas migrantes, afectando profundamente su vida”, señala el estudio El síndrome de deportabilidad: un efecto del racismo institucional, elaborado por los investigadores Daniel Buraschi y María José Aguilar Idáñez. La posibilidad de ser devueltos a sus países de origen hace que los migrantes estén en un “estado persistente de vulnerabilidad” que condiciona su rutina. “Deben ocultar su presencia y sus actividades cotidianas por temor a ser identificados”, rompiendo así con lazos familiares y sociales y cayendo, por tanto, en el aislamiento.

“El régimen de deportabilidad se extiende más allá de la simple ejecución de deportaciones, constituyendo una estructura de poder que produce y mantiene la ilegalidad de los migrantes”, indica el estudio. En esta línea, las políticas de deportación establecen un “marco de vigilancia y control” sobre quienes son considerados “indeseables o ilegales”. 

Los investigadores han detectado este síndrome en perfiles diferentes: jóvenes llegados en patera a Canarias, mujeres latinas en situación administrativa irregular que trabajan en el sector de los cuidados o migrantes racializados que ya han obtenido la nacionalidad.

Las políticas europeas apuestan por las deportaciones como mecanismo para frenar los flujos migratorios. Según las cifras de Eurostat, España fue el tercer país que expulsó a más personas a terceros países (3.160), solo por detrás de Francia (3.655) y Alemania (3.260). La mayoría de las personas devueltas en ese período desde la Unión Europea a países extracomunitarios eran nacionales de Argelia, Marruecos y Siria. 

En la práctica, este mecanismo no ha conseguido frenar las llegadas y tampoco las muertes en el Atlántico. Además, son muchas las personas que vuelven a subirse a la patera una vez devueltos, arriesgando la vida en más de una ocasión. En 2024, llegaron a las islas 46.843 personas por vía marítima, según las cifras del Ministerio del Interior, y cerca de 10.000 perdieron la vida en esta misma travesía, que lleva años siendo la más mortal del mundo.

Por el contrario, el sistema de deportaciones sí ha favorecido “la creación de una población vulnerable y explotable” con problemas de salud física y mental. Estrés, ansiedad crónica, depresión, discriminación laboral, explotación, segregación, aislamiento y violencia son algunos de los efectos de estas políticas en las personas migrantes. 

“En los casos más preocupantes, las personas experimentan flashbacks o recuerdos intrusivos de situaciones traumáticas pasadas, como detenciones o amenazas de deportación”. Para afrontar la incertidumbre y el estrés constante, las personas recurren a “conductas autodestructivas” como el consumo de alcohol o drogas. Así se desprende de los testimonios de los supervivientes de la ruta canaria recogidos por los investigadores. El miedo a que el viaje no haya valido la pena hace que los migrantes convivan con sensaciones de culpabilidad, inseguridad y de “poder perderlo todo en cualquier momento”. 

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