Aprender a nadar para reconciliarse con el mar tras sobrevivir a la Ruta Canaria

Alberto Valdés / Efe

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Janko llegó aproximadamente hace un mes a la isla de El Hierro en un cayuco tras 13 días de travesía por la Ruta Atlántica, a pesar de tener únicamente unas nociones muy básicas sobre cómo nadar, tiempo en el que admite que vio cosas “muy duras” que “jamás había imaginado” como la muerte de “muchas personas”, incluidos “dos amigos”.

Sin embargo, el joven gambiano repite varias veces que “así es la vida” y que ahora es momento de “mirar hacia delante”, porque la vida se resume en “seguir avanzando” y “cada día es un nuevo reto en el que aprender nuevas habilidades”, unas reflexiones que comparte con EFE con la mirada puesta en el suelo, confiado pero esquivo.

A pesar de todo, las palabras de Janko suenan decididas y alegres, mientras a su alrededor conversan entre risas varios grupos de migrantes procedentes de países como Guinea Conakry, Mali, Mauritania, Marruecos y, sobre todo, Senegal, con quienes participa durante estos meses en un taller enfocado, en principio, a que algunos aprendan a nadar, pero también en realidad a que casi todos se reconcilien con el agua después de sobrevivir al océano.

La ONG Proemaid es la encargada de llevar a cabo esta actividad con la colaboración de ACCEM, la entidad que administra el centro de atención temporal para extranjeros de Las Raíces en Tenerife, uno de los mayores dispositivos de esta índole en Canarias.

“He tenido que enfrentar muchas cosas, sobre todo psicológicas, pero también he conocido a mucha gente maravillosa que me hacen sentir valiente y me ha ayudado a remover esas partes más emocionales de mi mente. Porque estoy convencido de que es algo que si no consigues dejar atrás no puedes seguir adelante”, afirma Janko.

Esta historia, que pudiera parecer única y anecdótica, representa la realidad de las mayoría de las 5.000 personas que han perdido la vida intentando llegar a las costas de Canarias en el primer semestre de 2024, según cifras de la ONG Caminando Fronteras.

Los supervivientes que llegan al archipiélago son derivados en poco tiempo a la península, pero mientras tanto, muchos de ellos aprovechan oportunidades como la que les ofrece este curso de natación que, según explica el responsable de ACCEM en las islas, Francisco Navarro, este año espera llegar a los 500 usuarios durante las ocho semanas que tiene de duración.

“Este proyecto se ejecuta en Canarias desde el 2022 y básicamente busca la reconciliación con el mar (...) en este caso en la playa de Las Teresitas, donde se pretende volver a reconducir el miedo que se les ha quedado a esas personas e incluso enseñarles a nadar, a enseñarles técnicas de inmersión, de respiración y de todo lo relacionado con desenvolverse en el medio acuático”, indica Navarro.

Un ejercicio que comienza con dificultades los primeros días, según detalla Julia, una de las monitoras de Proemaid, ya que muchos de los migrantes “presentan mucho miedo al agua” y otros “se ponen muy nerviosos” al realizar “ejercicios de flotar”, pero tras un par de semanas asistiendo a las clases van ganando confianza y están “más relajados”, incluso los que vienen de pueblos, ciudades o países sin costa.

Para Janko ha sido una tarea fácil, ya que Gambia tiene costa y uno de los ríos de mayor longitud del continente africano, y con unas cuantas sesiones del curso ha podido mejorar su técnica y sumar una nueva habilidad, aunque su objetivo principal es continuar su formación como pastelero.

“Mi futuro está decidido desde que estaba en Gambia. Allí obtuve dos certificados profesionales, mientras trabajaba y estudiaba, pero ahora me gustaría aprender las diferentes técnicas de cocina que existen aquí, que pasan también por el uso de otros ingredientes. Da igual si me quedo en aquí o si me voy a la península, el objetivo es el mismo”, afirma el joven migrante.

Mientras esperan a que su futuro se decida, muchos de los migrantes tienen claro que no quieren permanecer en Canarias, un territorio alejado del continente europeo que registra uno de los peores datos de empleo, salario medio y pobreza de España.

Sin embargo, Janko admite que le ha agarrado cariño a Tenerife y a los trabajadores y monitores del campamento, a los que agradece por su “amabilidad y simpatía”, razón por la cual admite que tanto él como otros compañeros ven con tristeza seguir su camino hacia el continente porque van a dejar “a gente increíble detrás” que no sabe si volverá a ver, pero con los que mantiene la promesa de volver a visitar algún día.