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Llegó a Canarias en patera con 16 años y entró en prisión acusado de ser patrón: ahora está en libertad provisional pendiente de juicio

Cuando entró en prisión, acusado de ser patrón de una patera, Ablaye tenía 16 años. Por eso, allí lo llamaban Junior. Todos dentro sabían que era menor. Después de un año y ocho meses preso, habiendo cumplido los 18 en la cárcel, se encuentra ahora en libertad provisional desde hace dos semanas. Sonríe tímidamente al recordar el momento en el que por fin se vio fuera: “Estaba muy contento, fue maravilloso, fue genial”. Sin embargo, aún está pendiente de juicio.

El juez acordó la semana pasada continuar el enjuiciamiento por la Audiencia Provincial, a pesar de las “irregularidades” que presenta el procedimiento y de la patente nulidad que expresa su abogada, Sara Rodríguez Trigo. Esta decisión está aún a la espera de confirmarse tras la interposición de varios recursos por parte de la letrada.

Al mismo tiempo que fue puesto en libertad “tras mucha insistencia”, tal y como señala su representante legal, se dictó un auto declarando su mayoría de edad con “irregularidades patentes” al que ha tenido acceso este periódico. En él, se recoge que, en base a un documento médico, Ablaye era mayor de edad cuando llegó a Canarias, en 2021, a pesar de que tenía su certificado original de nacimiento fechado en 2005. Además, no existe un informe médico avalado por un perito. Su abogada pretende que se declare que era menor para que no sea juzgado como un adulto.

Para comprobar la autenticidad del certificado, este debe ser remitido al Consulado de Gambia, pero la abogada asegura que, tras haber hablado con el cónsul, no les ha llegado el documento. Es más, apunta que “ha sido el propio juez unilateralmente quien ha decidido sobre la autenticidad del mismo, sin rigor o fundamento alguno”. Este periódico ha podido acceder a la copia de la diligencia en la que se acuerda el envío de dicho certificado al consulado para su cotejo.

Desde 2021, Ablaye ha elaborado varios escritos en los que declara ser menor de edad y pide que se revise su situación. El juez de vigilancia intentó tramitar lo relativo a la minoría de edad y ponerlo en conocimiento de la Fiscalía de Extranjería. Sin embargo, según cuenta Rodríguez, se le negó su competencia en la tramitación de procedimientos de determinación de edad.

La historia de Ablaye comienza en Gambia en el año 2005. Allí vivía con su familia y es el quinto de seis hijos. Estudiaba en secundaria, trabajaba pescando y soñaba con ser futbolista. Aunque tenían poco dinero y “la vida allí es muy dura”, habla de su familia con mucho cariño y amor.

El deseo de prosperar, tener una vida mejor y ayudar a sus padres fue lo que le llevó a tomar la decisión de embarcarse en una patera. Se lo dijo solamente a su madre, pero ella se negó la primera vez. Más tarde volvió a insistir y, entonces sí, le permitió hacer el viaje: “Ella vio que había tomado mi decisión y me dejó”.

Así fue cómo, a sus 16 años, atravesó Mauritania y Senegal antes de subirse a la patera en la que llegaría a Canarias tras seis días “muy difíciles” en el mar. Cuando por fin llegaron a tierra, apenas habló con una traductora que les pidió que declarasen su edad.

Ablaye dijo que era menor y que uno de sus hermanos mayores vive en el Sur de Tenerife desde hace algunos años, por lo que quería ir con él. La traductora le explicó que, al no tener los 18 años cumplidos, lo enviarían a un centro de menores, así que no podrían reunirse. Por eso, dijo que tenía 19. El problema llegó poco después, cuando otras personas que viajaron con él lo acusaron en falso de ser el patrón de la patera.

Después de la llegada de estas embarcaciones, siempre se toma la declaración a los migrantes para identificar quiénes han sido los patrones durante el viaje, es decir, los que han dirigido las pateras. Ablaye no era el patrón, pero varias personas lo señalaron a él. Es habitual que se dé esta situación, dado que el testimonio acusatorio puede dar beneficios (autorizaciones de residencia) a quienes hablan, según explica la abogada. Así, es suficiente con dos testimonios para que el acusado entre en prisión.

En apenas dos días llevaron a Ablaye a la cárcel. Él sabía que lo habían señalado y que por eso estaba allí, pero no entendía el motivo detrás. Cuenta que el patrón no escoge serlo, sino que lo designan las personas que organizan las travesías. Para él, no tiene sentido que acaben en la cárcel porque “todos vienen aquí para buscarse la vida y mejorar, no han hecho nada”.

Al principio, no sabía hablar nada de español, “ni buenos días”, por lo que su estancia en prisión fue dura. Durante ese proceso, nunca habló personalmente con el abogado de oficio que le fue asignado, sino que se comunicaron exclusivamente por teléfono. “Lo pasé muy mal”, rememora.

Los escritos que presentó para declarar su minoría de edad y salir de la cárcel no fueron tenidos en cuenta, según explican tanto Ablaye como su abogada. La letrada ya ha presentado varios recursos de reforma y de apelación a la Audiencia Provincial y al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción 4 de Granadilla de Abona. También ha interpuesto una queja al Consejo General del Poder Judicial que continúa en tramitación porque “la actuación del juez presenta indicios de ser contraria al derecho”.

En prisión, Ablaye conoció a algunos hombres que lo ayudaron a no decaer y con los que trabó amistad. Una buena parte de los presos procedían de Gambia, Senegal o Mali, entre otros países africanos, y hablaban wólof, igual que él. Su compañero de celda, que era canario, también le fue de gran ayuda, pero está especialmente agradecido con su profesor de español, que era “muy bueno” y con el que aprendió mucho.

Sara Rodríguez insiste en los peligros de que haya un niño de 16 años en la cárcel, pero se alegra de que, al menos, Ablaye tuvo la suerte de encontrar un ambiente en el que lo apoyaron y cuidaron. De hecho, la abogada destaca que todos los presos sabían que era menor y, por eso, la llamaron para contarle su situación y agradecerle la insistencia para sacarlo. “Al final, ante el desamparo de todas las instituciones, quienes le han cuidado más han sido los otros presos”, asevera.

Antes de poder salir, pasaba el tiempo estudiando español con su diccionario o practicando con sus compañeros, hablando con su familia en Gambia, entrenando y jugando al fútbol, que es lo que más le gusta. Sin embargo, nunca recibió visitas. Por eso se sorprendió tanto cuando, un día, le dijeron que alguien había venido a verle. Era una integradora social de la asociación Orahan que lo ha estado acompañando desde que tuvo constancia de que estaba en prisión. Desde entonces ha tratado de sacarlo junto a Sara, pero nunca le han comunicado cómo avanzaba ese proceso para no darle esperanzas que después pudieran no cumplirse. Sin más, de repente, un día por fin se vio fuera.

Ablaye vive ahora más tranquilo. Sigue hablando todos los días con su familia, estudia y juega al fútbol. Está haciendo algunos cursos formativos, entre ellos de monitor de comedor, pero él aspira a ser futbolista y empresario para vivir mejor, ayudar económicamente a su familia y a otras personas que lo necesiten. Está pendiente de fichar con un equipo juvenil, pero las tramitaciones para los chicos llegados en patera son un proceso largo y complejo, más aún en su situación.

Por ahora, lo primordial es su juicio, que aún no tiene fecha fijada. Su abogada está tratando de suspender este procedimiento hasta que se declare y reconozca su minoría de edad en el momento de llegada.