Dar a luz en una patera, otra forma de violencia contra las mujeres que arriesgan su vida en el mar
Cuatro horas antes de pisar tierra firme, una mujer dio a luz a gemelos en una patera donde viajaba con 50 personas más hacia Gran Canaria. Uno de los niños sobrevivió, pero el otro no resistió a las adversidades de nacer en una embarcación precaria rumbo al sueño de una vida mejor. El cuerpo del menor fallecido fue arrojado al mar, y la madre y el niño superviviente fueron evacuados con urgencia desde el puerto de Arguineguín hasta el Hospital Doctor Negrín. ''No podemos romantizar el nacimiento de una bebé en una patera y pensar que todo salió bien, cuando realmente hay una cadena de sucesos violentos que se han dado para que eso ocurra'', asevera Artemi Dámaso, matrona y miembro de Médicos del Mundo.
Para dar a luz en buenas condiciones, una mujer necesita ''un ambiente donde tenga poca adrenalina, donde se sienta en confianza, segura y sin estrés''. ''Una patera es justo lo contrario'', apunta la psicóloga perinatal Rosa Javier. Las madres que se ven obligadas a parir durante la travesía quedan sometidas a las inclemencias del tiempo, con frío y calor extremos. Además, tanto para ellas como para los bebés, el riesgo de infección aumenta ante la ausencia total de higiene.
''Cualquier complicación es incontrolable, teniendo en cuenta el impacto en la salud de estar en una patera durante varios días y el posible estado de deshidratación de la madre'', explica la fisioterapeuta especializada en suelo pélvico Mónica Vargas. En cuanto a la musculatura, un desgarro tampoco podrá ser solventado de inmediato.
El entorno se vuelve aún más hostil si los compañeros de viaje son hombres. El sanitario de Médicos del Mundo apunta que supone un riesgo fisiológico enorme que haya mucha gente mirando durante el parto. ''Desaparece el cóctel de hormonas que tienen que estar presentes para que el parto se dé en condiciones de normalidad y, sobre todo, para que la mujer no sangre cuando se expulsa la placenta'', detalla.
Antes del embarazo
Muchos de los embarazos de las mujeres que llegan al Archipiélago por la ruta canaria son fruto de una violación. Hawa Touré, activista mauritana asentada en Fuerteventura, lleva años trabajando con mujeres que han llegado al Archipiélago en pateras y cayucos, y explica que antes de comenzar la travesía muchas de ellas han sufrido abusos sexuales incluso en más de una ocasión. ''Ellas me cuentan que a veces ni siquiera pueden identificar a su agresor, porque tiene la cara tapada'', recuerda. Ellos, en muchas ocasiones, ni siquiera emprenden el viaje, y las mujeres sufren las violaciones en las viviendas donde esperan el aviso de los traficantes para subir a la barcaza.
Cuando se conoció la muerte del niño, muchas personas culpabilizaron en las redes sociales a su madre del fallecimiento del menor por coger una patera embarazada. Hawa Touré señala que las políticas migratorias europeas obligan a las mujeres a arriesgarse a coger una embarcación precaria en esas condiciones para evitar la expulsión y garantizar a sus hijos una vida mejor en Europa. La Ley reguladora del derecho de asilo en España reserva una protección especial para las personas con perfiles especialmente vulnerables, como los menores, las mujeres embarazadas, las familias monoparentales o las personas que hayan sufrido violaciones u otras formas de violencia psicológica, física o sexual, así como también víctimas de trata.
''Hay una sucesión de violencias en general. Por ejemplo, tanto la violencia institucional que sufren en su país de origen como la de la Unión Europea, que impide que haya rutas seguras para personas que quieren migrar'', defiende Artemi Dámaso. Para el sanitario, las mujeres africanas sufren en sus países de origen violencia económica, al ser sometidas a restricciones y condiciones de vida ''infinitamente desfavorables'' en comparación con las de los hombres. Asimismo, también sufren violencia sexual y de género. Entre ellas, la mutilación genital femenina: “Es una caja de Pandora que poca gente quiere destapar''.
El duelo
Dar a luz en una patera y que el bebé muera en el acto dibuja un escenario ''dantesco'' al que se ven empujadas decenas de mujeres migrantes. La psicóloga Rosa Javier asevera que después de sufrir una situación como esta, las mujeres pueden sufrir un trastorno de estrés postraumático. En el caso de la madre que vio morir a su bebé este 14 de octubre en el mar rumbo a Gran Canaria, puede sufrir ''ambivalencias muy grandes''. ''Por un lado, la pérdida y por otro, la esperanza, porque uno de esos niños sí está vivo. Por un lado, el desarraigo por haber dejado su tierra, y por otro el haber logrado llegar a donde quería'', especifica la psicóloga. No tener el cuerpo del menor condiciona el duelo. ''A veces se ven forzados a arrojar los cadáveres por la borda por seguridad. Emocionalmente es un ejemplo más de violencia extrema que ella ha tenido que sufrir'', cuenta Artemi Dámaso.
''Como país acogedor, lo que deberíamos hacer es tomarnos muy en serio la salud mental de esta mujer y dotarle de los profesionales y los recursos que pueda necesitar'', defiende. Sin embargo, la realidad en la que se enmarca el proceso de recuperación de las mujeres no siempre es el adecuado. ''A veces pueden pasar días esperando para que haya un lugar apropiado donde estar. Cuando ese lugar llega, hay poca intimidad porque deben compartirlo con muchas otras personas. No existe ese contexto agradable que pueden tener muchas mujeres en su domicilio después de tener un hijo'', explica el miembro de Médicos del Mundo.
En marzo, Canarias vivió la muerte una niña maliense que llegó en parada cardiorrespiratoria al puerto de Arguineguín y murió días más tarde en un centro hospitalario de la isla. Mientras la pequeña luchaba por su vida en la habitación de un hospital, la madre de la menor pasó varias noches en el Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE) de Barranco Seco. Las condiciones de este campamento policial, donde no hay asistencia psicológica, fueron criticadas por el Defensor del Pueblo desde que fue instalado como solución al hacinamiento de migrantes en el muelle del sur de la isla. Las gestiones de un grupo de sanitarios permitieron identificar la relación entre ambas y “la madre pudo despedirse de su hija”.
Una vez en Europa, las mujeres migrantes también tuvieron que enfrentarse en 2020 a la orden de la Fiscalía de Las Palmas que exigía la separación de las familias hasta que una prueba de ADN confirmara el parentesco. ''Tenemos que garantizar que las mujeres vean cumplidos sus derechos y que no les falte de nada ni a ellas, ni a sus bebés. Solo con la experiencia que han sufrido, ¿qué más retos les vamos a poner? Deben ser asistidas por un equipo multidisciplinar que tenga una mirada multicultural para que pueda digerir todas las violencias que han vivido y que tienen una repercusión brutal“, concluye la psicóloga Rosa Javier.
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