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Juan Manuel Pardellas, periodista y autor del libro ‘En este gran mar’

“Detrás de las muertes de la migración estamos nosotros, que les impedimos venir de forma regular y segura”

Román Delgado

Santa Cruz de Tenerife —

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Juan Manuel Pardellas (Santa Cruz de Tenerife, 1966) lo ha conseguido, pese a que no lo ha tenido nada fácil. En esta entrevista explica por qué, y además relata todas las razones y avatares de esta crónica periodística ahora convertida en una única publicación. Todo llevó su tiempo, pero la demora, por lo que ya algunos hemos podido leer, ha merecido mucho la pena.

El libro En este gran mar, que lleva su firma y ha sido publicado por Gaveta Ediciones, narra la historia real de 48 africanos que finalmente embarcaron en un yate chatarra en Palmeira (isla de Sal, Cabo Verde) hacia Canarias (tras pagar la cantidad convenida al propietario y sus socios, que no hicieron la travesía con ellos) y se perdieron en el inmenso océano Atlántico, con el fallecimiento de todos esos jóvenes y la recuperación de 11 cadáveres momificados en el interior de la embarcación, tras esta ser recuperada en el mar Caribe, en aguas de la isla estado de Barbados.

La narración empieza así: “Un cayuco ha aparecido hace unos días en la isla de Barbados, con una decena de migrantes africanos fallecidos en su interior; se desconoce de dónde y cuándo partieron de África y las autoridades locales tratan de identificar los cuerpos”. “Este flash informativo -reconoce ahora el periodista y escritor tinerfeño- me dejó paralizado. Era la una de la tarde del domingo 30 de abril de 2006 (…)” y Pardellas entonces trabajaba desde Canarias para el diario El País.

En esta charla con el autor, que el miércoles 11 de octubre presenta en Madrid este libro tan esperado, Pardellas desentraña las claves de uno de los episodios más dramáticos de la migración de jóvenes africanos hacia Europa: la historia de los africanos que la noche del 24 de diciembre de 2005, en la playa de Palmeira, entregaron más de 1.000 euros cada uno a un español, propietario del yate Bonnie and Clyde, con la promesa de alcanzar Canarias en apenas cuatro días. La embarcación no tocó tierra de las islas, pero sí llegó a Barbados. Durante la travesía, tras perder el rumbo, murieron 48 jóvenes.

Como usted mismo ha asegurado en su círculo de amigos y como habitualmente se suele decir, el nacimiento de este libro, de esta crónica periodística titulada En este gran mar, ha sido doloroso y tardío. ¿Por qué esta historia tan trágica y a la vez tan reconocible hoy en día se demoró tanto? ¿Cuál fue el impulso final que definitivamente la ha llevado a la imprenta y a las librerías?

He tardado tanto tiempo en terminar el libro porque llegó a convertirse en una obsesión, hasta el punto de que me colapsé, me superó, no sabía cómo seguir escribiendo sin que me afectara tanto. Cada vez que lo retomaba, me parecía un muro infranqueable y volvía a la gaveta. Además, en este mismo periodo escribí un libro más, hubo cuatro mudanzas, seis empleos distintos a los que dedicaba todos mis esfuerzos… No había tiempo para mucho más. El impulso final se lo debo a un profesional que desenredó pacientemente y durante muchos meses mi madeja interior. A partir de entonces, todo comenzó a fluir mucho mejor. En realidad, en este libro se cuentan dos historias paralelas: una, la principal, es cómo en un primer intento 53 jóvenes y finalmente 48 embarcaron en un yate de un español fondeado en una playa de la isla de Sal y cuatro meses después apareció el mismo barco con once cadáveres en su interior en Barbados, en las Antillas menores. Y la segunda es cómo gestiona un caso tan tremendo un simple corresponsal de prensa de provincia, con sus miedos, inseguridades, incluso con (y lo reconozco sin ningún tipo de complejo) su fragilidad emocional. Y luego con sus limitaciones económicas para costearse los viajes a Senegal, Cabo Verde y Barbados, pero con la suficiente determinación y constancia como para llegar hasta aquí.

Durante estos años, me pasó de todo y me siento muy identificado con el personaje torpe del actor Pepe Viyuela, en la pieza de la silla, o con el actor Rowan Atkinson y su interpretación de Mr. Bean, a los que no paran de sucederles contratiempos. Finalmente, para ser justo y agradecido, le debo este trabajo también a un muy reducido, pero para mí fundamental, número de amigos y amigas que confiaron en mí en todo este tiempo y me alentaron. Terminé el libro y luego tuve la inmensa alegría de que llegó un editor como Antonio Salazar, con Gaveta Ediciones, y apostó por él para lanzarlo en toda España.

El libro se da a conocer por primera vez el miércoles 11 de octubre próximo en Madrid, en la sede de la Asociación de la Prensa, y en él cuenta con todo lujo de detalles la tragedia de la migración desde África hasta Europa y cómo las mafias o los aprovechados sin escrúpulos se lucran de ella. Además, usted lo hace apoyándose en una historia real, en algo que en efecto ocurrió y como periodista lo contó para El País. ¿Qué lo conduce a plasmarlo todo en un libro? ¿Qué lo comprometió a contar tremenda tragedia tras revivirla en Senegal, Cabo Verde y Barbados, incluso con familiares de los fallecidos?

El formato de libro era la salida natural a este caso. Tuve la fortuna de que la noticia surgiera en mi etapa de once años como corresponsal de El País en Canarias y de que en la sede central hubiera un equipo de compañeros y jefes que me apoyaron. Toda la primera parte, la africana, se publicó en el periódico. A los familiares con los que hablé, le hice la promesa de este libro. Tardé años en viajar a Barbados y, cuando lo hice, ya no trabajaba en el periódico. Este libro da respuesta a las interrogantes surgidas en la costa africana que luego resolví en Barbados. Hay una frase que me comentó en su día el periodista Carmelo Rivero: “La mayoría de los periodistas suelen pasarse la vida buscando una buena historia y muchos se retiran sin ella, pero tú la tienes, Juanma; tú la tienes; cuéntala bien”. Desgraciadamente, no es la historia sobre migraciones más trágica ni la más numerosa, ni será la última, pero sí es a la que he entregado todo lo poco o mucho que soy como profesional.

La historia central de En este gran mar se sigue reproduciendo día tras día en el océano Atlántico y en el mar Mediterráneo; está casi todas las jornadas en sumarios de telediarios y en primeras de los periódicos. Esto es así, y bien que se sabe en Canarias. ¿Qué cree usted que no hemos aprendido?

No hemos aprendido a callar, ni a escuchar, entender, aprender, asumir y meditar. Tan legítimo es que nuestros hijos nacidos en Canarias vuelen y busquen mejores opciones de vida y trabajo fuera de las islas como que lo intenten los demás hijos de cualquier otro lugar. La diferencia entre el aquí y el allí es enorme. Y este mundo, el occidental de nosotros, es minoría en el planeta. Lo normal, al menos en muchos países que yo he conocido, es vivir rodeado de un océano de dificultades; vivir entre dificultades de todo tipo para salir adelante.

Su trabajo narrativo y periodístico se ha caracterizado por estar cerca de África, por intentar entender ese continente y a sus gentes. ¿Qué enseñanza más potente saca de todo el trabajo de campo realizado para escribir este libro y qué cree que la copiosa Europa aún no ha asimilado para contribuir de verdad a gestionar de forma más decente esta desgracia?

Me paso la vida preguntando. Las veces que viajé para este y otros trabajos, o por placer, me ha gustado conocer a las personas y sus vidas, sentarme y escuchar sus historias. Creo que parte de lo que nos cuesta entender es porque no nos hemos parado un momento a escuchar y a contemplar, con la mente liberada de prejuicios. Recuerdo cómo un periodista senegalés me enseñó entre risas hace muchos años a hacer mi primera conexión por Skype o cómo un agricultor caboverdiano me mostró de qué manera controlaba sus cosechas vía satélite. Allí siempre se pudo pagar en cualquier lugar con el móvil. Pensemos por un momento si nuestras relaciones fueran de igual a igual, de persona a persona, de empresa a empresa, de gobierno a gobierno. Explícame por qué nosotros dos podemos viajar relativamente libres y seguros por casi toda África, pero ellos no pueden hacer lo mismo aquí. No hay una relación de igual a igual, respetuosa, con intereses legítimos por ambas partes. Eso es lo que no hemos asimilado.

¿Cuál fue el impacto personal del trágico final de los migrantes africanos que partieron de Cabo Verde en un yate chatarra y en qué momento se dijo: “Esto tengo que contarlo; no lo puedo dejar pasar”? ¿Cuándo asumió el compromiso de componer esta historia real, la que ahora ve la luz?

La decisión la tomé cuando fui conociendo a algunos de los familiares de las víctimas: hermanos, padres, madres, amigos, que sólo me pidieron que esta historia se conociera lo más ampliamente posible para que el culpable pague por lo que había hecho.

El libro recoge en numerables pasajes la desesperación, la desgracia humana y el fatalismo de algunos protagonistas, la maldad de otros tantos, el negocio ilegítimo y vergonzoso, y sobre todo la voluntad de muchos jóvenes africanos de aspirar a un mejor futuro en Europa, lo que no siempre se consigue, pero se sigue intentando, aunque lo que se encuentre en el camino sea la muerte, como es el caso que narra en En este gran mar. ¿Qué momento fue el que más le rompió el corazón? ¿Cuándo esta historia lo derrotó emocionalmente?

En varios momentos, la historia me superó y tuve que parar un tiempo. Llegó a afectarme muy adentro. Es más, sigo llevando a estas personas tan en el interior que aún hoy leo algunos pasajes del libro y me sigo emocionando mucho, porque viajo inmediatamente al momento tal cual lo viví. Por ejemplo, Adama Sano, la hermana de uno de los fallecidos, Malang. Esa mujer tuvo una vida de sufrimiento y muerte de su hija, hermano mayor, padres, luego su hermano Malang en el yate y ella termina muriendo por la covid en 2020. Te preguntas, ¿por qué? El día en que los responsables del juzgado de instrucción de Barbados me entregaron la carpeta que contenía el sumario del caso también fue muy difícil de gestionar emocionalmente. Fue la primera vez que vi los cadáveres de esas personas, momificados, retorcidos, indefensos, y quién sabe si estaba entre ellos alguno de los hijos de las familias que había conocido en Casamance [región sur de Senegal] años atrás. Tantos años buscándolos y en ese momento los tenía ahí, frente a mí. Hubo más situaciones. Estos son solo dos ejemplos. Por eso, ha sido todo un reto personal y emocional haber llegado al final y que, por fin, se haya cumplido la promesa con esas familias.

Si algo cuenta la publicación, queda bien reflejado en ella, es la maldad humana, la desconsideración, el engaño deliberado, el negocio ilegítimo de llevar a mucha gente a la muerte, sin consideración ética alguna, aprovechando la desesperación y el cierre de fronteras para alcanzar Europa de forma legal. ¿Qué hay que cambiar, más pronto que tarde, si no queremos seguir sumando muertes y dramas, cadáveres en las costas o en alta mar?

Cuando ocurrieron las riadas de Tenerife o la tormenta Delta, con los cortes de luz y las ciudades a oscuras, hubo comerciantes que pedían veinte veces su valor por una simple vela. Cuando ocurrió la erupción volcánica en La Palma (septiembre de 2021), el precio de los pisos libres se disparó. Son ejemplos de la mierda que los seres humanos afloran en determinadas situaciones. Parece como si se dieran las circunstancias adecuadas para ser miserable, lo que también forma parte de la condición humana. En el caso que nos ocupa, para venir legalmente a Europa lo tiene más fácil un pescado, por ejemplo, un cherne, al que recibimos placenteramente en todas nuestras mesas, que una persona a la que le negamos el visado, aunque tenga dinero y recursos y quiera venir legalmente. Pero los pateamos con saña y odio en una frontera llena de alambres y concertinas mortales. Vienen en barcas porque es la única manera que les estamos permitiendo; lanzándose al agua. En realidad, no hemos asumido que tenemos las manos manchadas de sangre. Detrás de esas muertes estamos nosotros, que les impedimos venir de forma regular y segura.

En esta historia real que usted revive, explica y ordena con exactitud, hay, seguro, una enseñanza, un mensaje nítido que la gente, Europa y sus políticos deben entender. ¿Cuál es?

Las relaciones norte sur deben cambiar. Mejor que sea pronto y por las buenas. Pero no estoy viendo que ese sea el camino que hayamos elegido.

Tras muchos acercamientos a la realidad de África, a sus aciertos y fracasos, quizá esta sea la más profunda y completa narración de alguien que se desvive por ese continente y que habita a pocos kilómetros de su costa noroccidental. ¿Por qué Canarias sigue dando la espalda a África?

Ha habido y hay pasos interesantes, tanto desde lo público como desde iniciativas empresariales pioneras y ejemplares en el mundo de la alimentación, la moda, el turismo, el transporte aéreo, la agricultura… Cada vez más, estamos dispuestos a aprender y dejar a un lado esa especie de mentalidad colonialista, superior, condescendiente y paternalista. Coincido en que, siquiera por lógica geográfica, deberíamos dominar como sociedad al menos un mayor conocimiento sobre el continente. Esa tarea nos queda pendiente. Por ejemplo, introduciendo en la enseñanza una asignatura obligatoria sobre el conocimiento de África.

Tras la experiencia de esta escritura y su presentación en Madrid con presencia del periodista de la Cadena SER y amigo Nicolás Castellano, habrá citas similares en Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria. ¿Cuáles son las fechas y los lugares y qué espera de ellas?

Me hace mucha ilusión que sea precisamente Nico, uno de los profesionales a los que más admiro por dar voz a los discriminados y las víctimas, el que presente este trabajo en Madrid, porque fue justamente por un flash informativo que él leyó en la radio como llegué a este caso. Así que le estoy muy agradecido, por eso, por su trabajo, que es tan inspirador, y por su continuada amistad y apoyo.

Por el momento, está cerrada la fecha del 18 de octubre a las siete de la tarde en Ámbito Cultural El Corte Inglés (Santa Cruz de Tenerife), con la responsable de Salvamento Marítimo en las islas, la capitana María Dolores Septién, y con el director del Observatorio de la Inmigración de Tenerife, Vicente Zapata. El 2 de noviembre, también a las siete de la tarde, será la cita en Casa África, en Las Palmas de Gran Canaria, junto con su director, José Segura (con quien coincidí en 2006, yo como corresponsal y él como delegado del Gobierno en Canarias), y con Luis Padilla, director general de Relaciones con África en el Gobierno de Canarias.