El drama de la madre de Alhassane, el niño que murió de hambre y frío en una patera hacia Canarias

Una de las menores que viajaban en la patera en la que falleció el pequeño rumbo a Canarias

Efe

25 de febrero de 2021 21:11 h

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Desesperada tras haber visto consumirse de hambre y frío en solo dos días a su hijo en la patera que habría de llevarles a Canarias, incapaz de soportar por más tiempo el recuerdo de cómo habían tirado su cuerpo al mar, la madre del niño Alhassane D. intentó saltar al océano por dos veces cuando su otra hija, Awa, y ella estaban ya a salvo de todo peligro.

Todos los que prestaron servicio en el puerto de Arguineguín (Gran Canaria) la noche del 15 al 16 de enero recuerdan aquella patera de 34 personas que trajo a tierra la Guardamar Talía como una de las más dramáticas a las que han asistido en su carrera: policías, voluntarios de la Cruz Roja, sanitarios e, incluso, dos reporteros gráficos acabaron con el corazón encogido, algunos llorando.

La Policía hizo público este miércoles que ha detenido a quienes supuestamente gobernaban aquella barquilla y manejaban el rumbo con el navegador GPS, tres hombres que ahora se enfrentan a cargos por delito contra los ciudadanos extranjeros y homicidio imprudente. 

De hecho, los tres, K., D. y K., están en prisión desde el pasado 16 de febrero.

La Agencia EFE ha tenido acceso al relato de varios de los supervivientes, a la narración de los hechos que explican las escenas que presenciaron los tripulantes de la Guardamar Talía a más de cien kilómetros de distancia de Gran Canaria, la locura de una mujer que intentó lanzarse al océano cuando ya se acercaban al grupo para rescatarlos y fue frenada por sus compañeros de barquilla.

“Su hijo ha muerto hace solo unas horas”, escuchó de otra mujer el patrón de la Guardamar Talía nada más embarcar a los 34 ocupantes de la patera, que estaban fundidos, algo que resultaba inexplicable para una travesía que, en principio, acababa de empezar su cuarto día. Aún dentro de lo normal si, como decían, habían salido de Dajla, en el Sahara, a 450 kilómetros de Gran Canaria.

En aquella patera viajaban tres niñas, un niño, 18 mujeres (una de ellas embarazadas) y 13 varones adultos. De los 34 que llegaron al muelle de Arguineguín, casi ninguno pudo desembarcar por sus propios medios de la Guardamar, a la mayoría los sacaron en volandas entre los marineros de Salvamento, los policías y los miembros de los equipos de emergencia. Varios salieron directamente en camilla.

La tragedia de esas personas había comenzado a fraguarse unos diez u once días antes. La mafia que fletaba su patera los tuvo en la costa esperando durante unos siete días, escondidos, durmiendo a la intemperie, sin más agua ni víveres que los que cada uno llevaba encima para un viaje de tres o cuatro días que creían inminente.

Ello explica, han relatado los supervivientes, que casi cumplido el primer día de navegación las provisiones ya escasearan y que, al segundo, la situación se revelara ya terrible. Fue entonces cuando el niño Alhassane D., de 9 años, como su melliza Awa, empezó llorar sin consuelo. Se sentía mal y poco a poco se fue poniendo peor.

Al amanecer del tercer día, el niño estaba vivo, pero apenas se movía. Tampoco hablaba ni respondía a los estímulos. Pese a que la situación era dramática para todos, algunos de sus compañeros de patera compartieron con él un poco de comida y agua. Fue inútil.

Murió al día siguiente, muy poco antes de que los encontrara el avión que llevaba tiempo rastreando la zona y solo unas horas antes de que desde la patera vieran aparecer en el horizonte el casco naranja inconfundible de los barcos de Salvamento Marítimo.

Por eso la madre estaba desesperada. Intentó saltar al océano en ese momento y luego volvió a intentarlo desde cubierta de la Talía.

La mujer fue trasladada nada más llegar a tierra al Hospital Universitario Doctor Negrín de Las Palmas de Gran Canaria, a la unidad de psiquiatría. En ese mismo centro sigue ingresada hoy.

Su hija Awa y las otras dos niñas que viajaban con ella llegaron a la isla en muy mal estado, agotadas, mareadas, casi desnutridas. Las tres se han recuperado y residen desde hace tiempo en un centro de menores del Gobierno de Canarias, según han confirmado a Efe fuentes de la Dirección General de Protección a la Infancia. 

Ninguno de los supervivientes quiso explicar a las autoridades por qué tiraron el cuerpo del niño al mar. Puede que por vergüenza, puede que por dolor, puede que simplemente para liberar espacio y peso y ganar unas pocas opciones más de sobrevivir. 

Las personas que escucharon este relato directamente de ellos y se lo han transmitido a Efe tampoco le dan importancia. No es la primera vez que ocurre, tristemente es lo habitual, recuerdan.

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