Los malienses dejan de ser invisibles para el sistema de asilo en Canarias

Efe

16 de junio de 2022 14:32 h

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El 82% de los ciudadanos de Malí que llegaron en 2021 en patera a Canarias y solicitaron protección internacional de la mano de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) la obtuvieron, en un giro radical a la situación que se vivió en 2020, cuando se detectó que la inmensa mayoría ni siquiera tenía acceso al primer escalón del sistema: la presentación de la solicitud.

En el informe especial sobre Canarias que presentó en 2021 al Congreso, el Defensor del Pueblo alertaba de que la credibilidad del sistema español de asilo estaba “comprometida” por varios motivos, el primero de los cuales era este: en un año, 2020, en el que más de 23.000 personas habían llegado en patera a Canarias, solo el 8% de los solicitantes de asilo en las islas eran africanos.

Y el segundo se fijaba específicamente en Malí, un país azotado desde años atrás por la guerra y el terrorismo yihadista sobre el que el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) viene emitiendo reiterados informes, con dos recomendaciones a todos los países: acogida y no retorno de los malienses.

Para Francisco Fernández Marugán, Defensor del Pueblo en aquellos momentos, resultaba muy extraño que con la situación que dejaban atrás en su país y las recomendaciones de ACNUR que les beneficiaban solo 189 de los 4.126 malienses que llegaron en patera o cayuco a Canarias hubieran pedido protección, lo que le llevaba a cuestionarse si fueron informados adecuadamente de sus derechos.

Y exponía otro dato llamativo: 3.200 inmigrantes pasaron en 2020 por el Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE) del sur de Tenerife -la infraestructura policial donde quienes llegan en patera permanecen detenidos las primeras 72 horas para su filiación-, de ellas 514 menores y 108 mujeres. La mayoría eran senegaleses, malienses y gambianos, y ninguno de los 3.200 pidió asilo.

El coordinador de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Canarias, Juan Carlos Lorenzo, y la abogada de la ONG, Beatriz Afonso, han explicado este jueves que la situación con los malienses cambió “radicalmente” en 2021: sus solicitudes de asilo en Canarias se dispararon respecto a las 189 del año precedente y la gran mayoría, ocho de cada diez, fue aceptada.

¿Por qué? Lorenzo no tiene dudas, lo atribuye a la presión que ejercieron el Defensor del Pueblo y los diferentes colectivos sociales para que España reconociera la especial situación de ese país del Sahel, pero cree que sobre todo se debió “a ACNUR”.

Desde que la Ruta Canaria se reactivó, en el verano de 2019, hasta que estalló la pandemia de la COVID-19, en marzo de 2020, España fletó varios vuelos de deportación a Mauritania de inmigrantes subsaharianos llegados a Canarias, en su mayoría malienses, como acreditó en diferentes visitas de inspección el Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, dependiente del Defensor del Pueblo.

En sus informes sobre esos vuelos, este organismo alertaba al Defensor del Pueblo de que al expulsar a los malienses a Mauritania, que a su vez los devolvía a su país, España contravenía las recomendaciones expresas emitidas por ACNUR durante 2019.

CEAR Canarias subraya que, después de todo aquello, ACNUR volvió a publicar otro informe explícito de no retorno de los refugiados malienses, y la respuesta de España cambió.

Los responsables de esta ONG han presentado este jueves su memoria anual en Canarias en compañía de uno de los jóvenes malienses que llegaron a las islas en 2020 y que ha conseguido protección internacional en España: Moussa Berthe, un carpintero de 27 años.

Berthe ha relatado el complejo periplo que siguió hasta llegar a la patera que le trasladó desde El Aaiún hasta Fuerteventura, tras cruzar el desierto del Sahara, malvivir durante casi un año en Argelia, llegar como pudo a Dajla para ganar el dinero del “pasaje”.

“Yo no he venido aquí para hacerme rico. Solo quiero tranquilidad y paz”, ha confesado Berthe, que desde los 13 años vivió en la calle, solo, vio cómo la aldea a la que se mudó era arrasada por un grupo terrorista, fue secuestrado y, cuando se refugió en Argelia, tuvo que huir porque al pariente que lo acogió le apuñalaron.