Un menor pasa nueve días perdido en el “muelle de la vergüenza” de Gran Canaria tras ver a 16 personas morir en el mar rumbo a las Islas
Nadie sabía dónde estaba Hamza (nombre ficticio). Ni la Policía, ni las ONG, ni los sanitarios del Servicio Canario de Salud que atienden a los migrantes llegados a Canarias por vía marítima. El joven de 17 años llegó en patera a Gran Canaria el 19 de octubre y desembarcó en el muelle de Arguineguín. Sin embargo, durante nueve días nadie supo dónde estaba. “Será un error, supusimos. Se habrá fugado del muelle, pensaron otros”, narra el pediatra Abián Montesdeoca. En declaraciones recogidas por Efe, el sanitario explica que la Policía les había enviado un oficio con el listado de menores que habían llegado. “Los tenían fichados como que habían llegado a Arguineguín y los habían derivado a un centro. Pero este chico no estaba. Llegué a pensar que quizá tenía redes familiares aquí y a lo mejor se escapó del muelle, cosa difícil, por no decir imposible”.
Hamza nació en un pequeño pueblo de Marruecos. Su padre falleció cuando él tenía once años. En ese momento se convirtió en “el único hombre de la casa” y tuvo que dejar de estudiar para empezar a trabajar. En la actualidad, no sabe leer ni escribir. Después de mucho tiempo pensándolo, decidió embarcarse en una patera rumbo a Europa junto a seis primos.
Estaba previsto que la travesía durara tres días, pero el GPS se rompió y ahí comenzó el infierno que se prolongó durante dos semanas. Los migrantes se perdieron y pasaron 15 días a la deriva. Primero se acabó el agua. Después se acabaron las galletas, el único alimento con el que contaban durante el viaje. A partir del tercer día comenzaron a beber agua del mar. Poco a poco fueron muriendo compañeros. La cifra fue aumentando. Murieron 16 de las 26 personas que iban rumbo “a la tierra prometida”, relata el pediatra. Entre los fallecidos, cuyos cadáveres fueron tirados al mar, estaban todos sus primos, explican a este medio fuentes de la Dirección General de Protección a la Infancia y la Familia del Gobierno de Canarias.
Hamza creía que iba a morir, pero en medio del océano avistaron la luz de la Salvamar que los llevó al muelle de Arguineguín. Una vez allí, el menor no pudo contar a nadie lo que había ocurrido. “Nadie hablaba árabe y en esos momentos había más de mil personas hacinadas en el muelle”, explica Montesdeoca.
En un rincón, sobre el asfalto, bajo una carpa de Cruz Roja y al borde del shock permaneció nueve días. “Alguien tuvo que alimentarlo e hidratarlo, porque seguro que no podría ni moverse. Podría haber muerto, entre la multitud, como un perro”.
Más de una semana después, Cruz Roja avisó a los sanitarios de que Hamza había ingresado en uno de sus recursos de acogida en la isla. Fue derivado desde el muelle por la Policía Nacional. María Espino, una de las pediatras del equipo y la primera persona que lo atendió una vez fuera del muelle de Arguineguín, recuerda que estaba “físicamente agotado y con la mente en otra parte”. “Está anímicamente destrozado. Le cuesta dormir. Su historia es desgarradora”, explica.
En la actualidad, se encuentra en uno de los establecimientos reservados para menores extranjeros no acompañados del Gobierno de Canarias, y se estudia la posibilidad de pedir que un psiquiatra atienda al menor después del shock en el que se encuentra después de la travesía. Fuentes de la Consejería de Derechos Sociales apuntan que la estancia prolongada del menor en el muelle de Arguineguín se debe a la saturación por el elevado número de expedientes y a la escasez de personal.
A la difícil situación que vivió en origen, en la travesía y en el muelle de Arguineguín, se suma otro escenario de obstáculos. Espino cuenta que el próximo mes Hamza cumple los 18 años, por lo que, según la normativa, deberá abandonar su plaza para menores extranjeros no acompañados. “Tenemos miedo de que se quede en la calle o de que lo deporten”, confiesa la sanitaria.
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