Un niño, un viaje en patera y dos familias en dos países: “Acoger es una de las mejores decisiones que hemos tomado”
Como otros niños de su edad, Mamadou (nombre ficticio) va a clase cada día, bromea con sus amigos y disfruta entrenando por las tardes. Hace dos años y medio, cuando llegó en patera a Canarias, no sabía nada de español. Ahora, se ríe con su segunda familia al quejarse de que la asignatura que más le cuesta es el inglés. “El español es más fácil”, insiste.
Mercedes y Elías acogieron hace más de un año y medio a Mamadou y, desde entonces, su vida es más alegre: “Es una de las mejores decisiones que hemos tomado”. Marta y Ariadna, las dos hijas del matrimonio, lo consideran su hermano pequeño. Aunque Ariadna, la mayor de las dos, ya se ha independizado, todavía mantiene un fuerte vínculo con él.
Cada semana, Mamadou habla con sus padres, hermanos y tíos. Hace de traductor entre sus dos familias que, a pesar de la barrera idiomática y las fronteras, se sienten unidas por el objetivo común de que el pequeño “tire hacia delante y estudie”.
Su situación actual, con 14 años, es muy diferente de lo que hubiera podido imaginar recién llegado a Tenerife. Antes vivía en Senegal, cerca de la costa, donde iba al colegio y ayudaba a su padre a pescar. Uno de sus tíos decidió marcharse del país y Mamadou fue con él, aunque nadie de su familia sabía realmente lo duro que iba a ser el viaje.
“La comida sabía a gasolina”
“Yo me pongo en la tesitura de que es mi hija la que coge una patera para hacer una travesía de 11 días y siento un sinvivir. Su madre tuvo que dar un amor tan incondicional… Tiene una familia maravillosa. Lo quieren tanto que han dejado que su hijo se busque la vida para que mejore”, cuenta Mercedes emocionada.
Cuando Mamadou emprendió el viaje con su tío, que en aquel momento tenía 17 años, eran 27 personas las que salieron de Senegal. En Gambia se sumaron alrededor de 60 y desde ahí partieron, pasando también por Cabo Verde.
Los primeros días le picaba toda la piel debido al impacto del sol. Muchas de las personas de la embarcación no fueron capaces de orinar ni defecar durante días, incluso después de haber llegado a tierra. Además, esos 11 días Mamadou comió muy poco. “No tenía hambre y la comida sabía a gasolina”, recuerda.
Pasó gran parte de la travesía en la parte delantera de la patera, tratando de dormir con mucha dificultad debido a que apenas había espacio y las olas azotaban la embarcación a medida que se acercaban a Canarias: “Por las noches teníamos que remar despacito porque si no… uf”.
Lejos quedaron ya los días en que temió por su vida, y tampoco quiso recordarlos por mucho tiempo. Estuvo más de un mes sin saber nada de su tío porque, al llegar a las Islas, se quedó dormido a causa del cansancio acumulado y los separaron sin siquiera notarlo.
Mamadou no tenía un móvil con el que llamar a su familia en Senegal para decirles que estaba bien, así que cuando por fin le prestaron uno, lloraron de alegría y alivio. Desde entonces, siguió contándoles cómo avanzaba su situación hasta que pudo comenzar el proceso de acogimiento. Hace tiempo que su tío se fue a vivir a Madrid y actualmente estudia jardinería, con la confianza de que su sobrino está bien cuidado.
Mercedes y Elías sabían desde hace muchos años que querían ser una familia de acogida. De hecho, ya habían participado en el programa Vacaciones en Paz para niños saharauis e iniciaron el proceso para acoger a una niña de Costa de Marfil, aunque no culminó la convivencia porque se fue a Francia con su madre a través de una reunificación familiar.
“El empujón definitivo” llegó cuando vieron las imágenes de “tanta gente” llegando en pateras. Empezaron a buscar información y la manera de ayudar, hasta que entraron en contacto con la asociación Sumas, que trabaja en colaboración con la Dirección General de Protección a la Infancia y la Familia para gestionar los acogimientos. Actualmente, según la Consejería de Derechos Sociales del Gobierno de Canarias, hay 2126 menores tutelados en el Archipiélago y 467 pendientes de determinación de edad.
Dos años sin hablar sobre el viaje: “Mi hermana quería venir también, pero le dije que era muy peligroso. No volvería a hacerlo”
Antes de poder hacer la primera acogida, estuvieron varios meses estudiando el caso de Mercedes y Elías para asegurarse de que la familia y la casa reunían los requisitos necesarios para cuidar de un niño.
La familia Mamadou vivió el proceso desde Senegal a través de sus llamadas semanales. Al ver cuánto había prosperado y la buena acogida de su segunda familia, una de sus hermanas le dijo que ella también se iría en patera.
Hasta ese momento, Mamadou no había contado nada sobre el viaje y los peligros a los que había sobrevivido. Esa fue la primera vez que se abrió a hablar sobre ello y, tal y como recuerda, su madre terminó llorando. No solo persuadió a su hermana, sino que asegura que en ninguna circunstancia volvería a subirse a una patera.
Actualmente, el pequeño está integrado en el colegio y en el barrio, tiene buenos amigos y buenos profesores. Para Mercedes y Elías, es importante que esté cómodo en el entorno, pero sin olvidar sus orígenes. Por ello, insisten en que no deje de hablar wólof, mantenga el contacto con su familia y recuerde la cultura de su país. Elías cuenta que utiliza distintos pretextos para ello. Por ejemplo, en el 8M le pide que le hable de mujeres senegalesas famosas.
De hecho, planean ir de visita a Senegal para conocer a la familia de Mamadou que ya consideran como propia. Siempre insisten en que cuando cumpla los 18 años seguirá teniendo una casa, tendrá la posibilidad de estudiar lo que le guste y se marchará cuando él lo desee. “Nos está dando más de lo que le podemos dar a él. Ha sido una alegría para toda la familia”.
El agradecimiento, la ternura y la familiaridad se sienten en todas direcciones. Lo habitual en un proceso de acogimiento es que la adaptación al nuevo hogar se haga gradualmente, pudiendo durar uno o dos meses. En el caso de Mamadou, estaba tan cómodo con su nueva familia que después de unos 15 días ya se instaló definitivamente.
Aunque pueda parecer precipitado, la familia lo sintió como algo natural. Desde el principio, tenían el objetivo claro de “ir todos a por una”, así que llevaron todo el proceso mediante el diálogo y con la certeza de que era algo que querían todos. Para Marta es enriquecedor y una alegría tener un hermano pequeño al que darle cariño. “Agranda la familia y aprendemos el uno del otro”, asegura.
También consideran importante que Mamadou no pierda otros vínculos. Durante más de un año, estuvo conviviendo con algunos de sus amigos en un centro para menores con los que sigue manteniendo el contacto. Organizan muchos encuentros entre todas las familias de acogida para que mantengan la amistad y, al mismo tiempo, para fomentar redes de padres y madres que les ayuden a “vaciar la mente” de formas de pensar eurocentradas.
No poder jugar a fútbol por la FIFA
En ocasiones, notan la necesidad de que la gente se deshaga de esos estereotipos, normalmente cuando viajan o van en familia a visitar un museo. Aseguran que no es raro que le pidan el pasaporte a Mamadou o que les hagan controles aleatorios.
Otra dificultad que han experimentado bastantes veces es la del fútbol. Este es su deporte favorito, como el de muchos otros niños de su edad. Sin embargo, la FIFA le niega la ficha para jugar, al igual que a otros menores migrantes, aunque hay casos en que sí se les ha concedido.
“Me parece increíble que una institución como la FIFA se permita el lujo de decirle a un niño que viene en patera que no juegue en el equipo de su barrio”, lamenta Elías. En una ocasión, Mamadou llegó a casa emocionado porque iba a venir el Madrid a jugar unos amistosos, así que insistió para que Mercedes y Elías fueran a la reunión. En ella, les contaron que cualquier niño podría jugar pero, cuando preguntaron específicamente por Mamadou, les dijeron que él no, por lo que tuvieron que transmitirle otra decepción.
La diferencia fue abismal cuando probó con el atletismo. “En menos de una semana ya lo tenían compitiendo”, rememoran. En su primera carrera, le impactó tanto ver a mucha gente viéndole desde las gradas que, en vez de mirar a la pista, corrió con la cabeza girada para ver cómo lo animaban. Recientemente, consiguió una medalla de bronce.
Mamadou disfruta de este deporte y está motivado para entrenar, aunque sigue bromeando con que, si llegaran a ficharlo en el Barça, no se lo pensaría un momento: “Hago las maletas y me voy”.
La familia señala que, a veces, hay personas que se preguntan por cómo es la convivencia con un niño musulmán y cómo se las arreglan para las comidas. “No hay que llevarlo de ninguna manera”, afirman. “Nosotros somos vegetarianos, cada uno tiene su espacio. Él nos respeta y nosotros lo respetamos”.
Por eso, al final, prácticamente todo lo que tienen que decir es positivo. Aseguran que los pequeños problemas que pueden tener no son más que los que daría cualquier adolescente, pero no son nada frente a la alegría que les ha traído hacer su familia más grande.
0