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Omar, el niño con parálisis cerebral que llegó en patera a Canarias en 2020, logra un año de residencia

Imagen de archivo de Mbarka y su hijo Omar en un parque de Santa Cruz de Tenerife

Natalia G. Vargas

Arrecife —

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La noche del 24 de noviembre de 2020, Omar desembarcó en Lanzarote. Tenía solo 13 años cuando, junto a su madre, Mbarka, salió en patera desde Sidi Ifni. Él tiene una parálisis cerebral, y la misión imposible de recibir tratamiento en Marruecos le empujó al mar. Las barreras para regularizar su situación han llevado a esta familia a pasar casi tres años dando tumbos por España en busca de oportunidades. En junio de 2023, recurrieron a esta redacción para denunciar que la falta de residencia los mantenía viviendo en los márgenes, sin acceso a una vida digna. Tres meses después, el Estado ha concedido a ambos un permiso de un año de residencia. 

Omar y Mbarka han salido adelante gracias al apoyo de sus compatriotas y de diferentes entidades especializadas. La Asociación Pro Derechos Humanos de Canarias y Médicos del Mundo fueron los encargados de emitir un informe a la Secretaría de Estado de Migraciones advirtiendo de los riesgos que la familia enfrentaba por no tener documentación ni permiso de residencia. 

Los ayuntamientos de Lanzarote, como el del municipio de Tías, también han seguido de cerca este caso. Han sido los servicios sociales de estas administraciones locales las que les han facilitado comida y los medicamentos que Omar necesita para poder vivir.

Los informes elaborados por los ayuntamientos y a los que ha tenido acceso este periódico concluyeron que la irregularidad administrativa ha llevado al menor y también a su madre a una situación de ''necesidad económica que pone en peligro'' tanto la cobertura de los bienes básicos como la integridad de ambos.

Ahora, el Ministerio de Migraciones ha concedido a Mbarka y a Omar un permiso de residencia que estará en vigor un año. Sin embargo, los especialistas que les acompañan advierten que no está todo hecho. Para poder renovar este permiso, Mbarka necesita contar con una oferta de trabajo

Lograr una vida estable

Omar nació en marzo de 2007 en Marruecos, en el hospital público de Sidi Ifni. Sus primeras convulsiones comenzaron a los diez meses y fue diagnosticado de parálisis cerebral y encefalopatía epiléptica. Según los numerosos informes médicos que la familia conserva, algunas crisis duran un minuto o menos, pero otras se prolongan hasta cinco. 

El hospital en el que nació no disponía de pruebas diagnósticas ni de seguimiento para la patología de Omar. Tampoco había especialistas. Además, la situación económica de la familia hacía muy difícil que pudiera costearse una atención privada. Siempre tenían que recorrer 176 kilómetros hasta Agadir para llegar al hospital público de referencia. Otro problema era poder conseguir la medicación. 

Omar nunca pudo ser escolarizado en Marruecos. El niño necesitaba una atención especializada y cualificada, de forma que pudiera mejorar su calidad de vida, su autonomía y sus capacidades físicas, sociales y mentales. Su madre, Mbarka, tampoco fue nunca escolarizada. No sabe leer ni escribir en árabe y a lo largo de su vida se ha dedicado a todo tipo de trabajos informales. El dinero con el que contaba para poder cubrir sus necesidades básicas y las de su hijo fue siempre bajo y fluctuante. 

Después de ser rescatados por Salvamento Marítimo, fueron ubicados en un recurso de acogida para familias de Santa Cruz de Tenerife. Desde allí denunciaron que el dispositivo, una antigua prisión de la isla, no era el adecuado para que el estado de salud de Omar. Un día decidieron marcharse a Bilbao a buscar suerte, pero no la encontraron. Pasaron también por Andalucía, hasta que en febrero de 2022 regresaron a Lanzarote.

En esta isla, Omar ha podido matricularse en un centro de educación especial. Médicos del Mundo, en el informe entregado al Gobierno central, advierte del mal pronóstico. El menor reúne varios factores de riesgo para sufrir muerte súbita, como el consumo de más de dos antiepilépticos y la alta frecuencia de crisis convulsivas generalizadas. Es “imprescindible”, apuntó la organización, que el menor pueda acceder de forma “pública y gratuita” a las diferentes especialidades médicas cualificadas. Para ello, es crucial el permiso de residencia que ahora ha conseguido. 

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