Cuando la partida de nacimiento no te salva de un campamento para migrantes adultos

Cheik (nombre ficticio), uno de los posibles menores acogidos en el campamento para migrantes de Las Raíces, en Tenerife

Natalia G. Vargas / Andrea Domínguez Torres

La Laguna —

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Pape (nombre ficticio) cumplió 17 años en noviembre en un centro para migrantes adultos. Con 16, abandonó Mbour (Senegal) para cruzar el mar en un cayuco hacia Canarias. Cuando pisó tierra firme en el sur de Tenerife, poco pudo hacer para explicar que era menor de edad, ya que tuvo que ser trasladado de inmediato al hospital por el mal estado en el que se encontraba. “Tenía mucho sueño y no podía hablar”, asegura. Los ocho días que duró la travesía, sin alimentos ni agua potable, dañaron su salud. Después de siete meses en Canarias y uno en el campamento para migrantes de Las Raíces, la poca fuerza que guardaba se ha esfumado entre las carpas del mayor recurso de emergencia instalado en el Archipiélago.

Al requerir asistencia médica, Pape asegura que la Policía Nacional no habló con él para su filiación, por lo que fue registrado como un hombre adulto. Desde entonces todas sus esperanzas se quedaron estancadas en la isla. Cuando salió del complejo hospitalario le trasladaron a un hotel cerrado por la pandemia y habilitado como recurso alojativo temporal en el que convivió con hombres mayores de edad. Según su versión, en este lugar manifestó que era menor varias veces, pero Cruz Roja, la ONG encargada del lugar, “no atendió a sus quejas”. “Me decían: 'espera, espera'”, asevera.

Cruz Roja ha explicado a este periódico que el protocolo que se sigue en la organización cuando un migrante manifiesta ser menor pasa por recopilar “todos los indicios y documentos que puedan fundamentar esta solicitud”. Después se elabora un informe que se comunica formalmente a Fiscalía y esta es la que decide si se hacen pruebas de edad o cualquier otro test y la que dictamina si se reconoce la minoría de edad.

Desde el hotel, Pape fue trasladado a Las Raíces, descrito como el campamento de migrantes más “temido de Canarias”. El número de posibles menores albergados en este recurso de La Laguna oscila entre 50 y 80, según datos ofrecidos por el área de Bienestar Social del Ayuntamiento, fuentes jurídicas que han trabajado en el recinto y la Asamblea de Apoyo a Migrantes de Tenerife. Esta organización explica que la mayoría ha nacido entre 2004 y 2006. “Casi todos son marroquíes, pero también hay algunos menores de Gambia, de Malí y de Senegal”, especifican desde la Asamblea.

Pape asegura que no se le ha realizado ninguna prueba de determinación de edad, a pesar de que ha insistido en varias ocasiones en que es menor. No tiene documentos que lo prueben y tampoco un teléfono para conseguir hacerse con esos certificados a través de su familia. En el más de medio año que el joven senegalés ha pasado en el Archipiélago, le ha sido imposible hablar con sus familiares porque no tiene móvil.

La fiscal de Extranjería de la provincia de Las Palmas, Teseida García, reconoció en una entrevista en televisión que se están “vulnerando los derechos” de los posibles menores. García admitió que la Fiscalía no siempre “los ve cara a cara”. En los meses de mayor hacinamiento en el campamento de Arguineguín, la falta de previsión provocó una “vulneración reiterada de la legalidad”, según el último informe publicado por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), Migración en Canarias, la emergencia previsible. Muchos colectivos en situación de extrema vulnerabilidad que “merecen especial protección y cuidado”, como los menores no acompañados, no fueron identificados.

La filiación policial, la primera traba

Fuentes jurídicas explican que, cuando una persona expone ser menor o se muestran indicios de que puede serlo, la organización encargada del campamento debe ponerlo en conocimiento de la Brigada de Extranjería de la Policía Nacional y paralelamente de la Fiscalía. Después, la Policía debe comprobar si en el registro esta persona circula como menor o como adulto.

Al llegar a Canarias, todos los migrantes pasan por la filiación policial, en la que se detallan sus datos. Aquí aparece el primer problema, ya que son varios los posibles menores que aseguran que por su aspecto físico algunos agentes han modificado sus fechas de nacimiento. Este filtro determina cuál será su proceso migratorio. Si se concluye que tienen menos de 18 años, pasan a un centro de menores extranjeros no acompañados. Si no, pueden ser reubicados en uno de los centros de acogida para adultos instalados en Canarias o incluso deportados.

Varios jóvenes que afirman ser menores de edad aseguran que en el registro policial se les otorgó una fecha de nacimiento determinada por los agentes y “no se les creyó” cuando dijeron su edad. A cientos de migrantes se les ha cambiado durante el registro su apellido, su mes de nacimiento o su fecha completa. Es el caso de Cheik*, que por un error en su mes de nacimiento aparece registrado como un adulto de 18 años y dos meses, pese a que llegó a Canarias hace medio año con 17 y no cumplirá la mayoría de edad hasta julio, de acuerdo con su partida de nacimiento senegalesa.

Preguntada por esta redacción, la Consejería de Derechos Sociales del Gobierno de Canarias ha asegurado que ha exigido ya una mejor reseña de los migrantes al llegar a las islas, para evitar la presencia de menores no acompañados en campamentos para adultos. La consejera Noemí Santana explicó que su área trabaja con el Gobierno central para que haya ONG especializadas en protección a la infancia durante la reseña policial.

El pasado 25 de febrero, la Fiscalía de Menores de Santa Cruz de Tenerife ordenó el traslado a un centro de menores de cuatro migrantes que llevaban meses en un recurso de acogida para adultos. Los cuatro, nacionales de Senegal, se negaron a entrar al recurso para adultos justificando con su partida de nacimiento que eran menores de edad.

Un abogado especializado en migraciones señala que una vez se pone en conocimiento de la Fiscalía la presencia de posibles menores en campamentos de adultos, esta “debería autorizar el traslado a un centro de menores hasta que se determine la edad de la persona”. En el caso del campamento de Las Raíces, los migrantes y posibles menores que han puesto en conocimiento de Accem su situación han recibido solo palabras de calma. De nuevo, “espera, espera”, narra Cheik. “Ya se lo he dicho a todo el mundo”, confiesa desanimado, pero su situación permanece igual.

Fuentes de Accem han reconocido a esta redacción que en el campamento de Las Raíces hay posibles menores, o bien porque ellos mismos lo han verbalizado o porque lo son “visiblemente”. Aseguran que se está haciendo un seguimiento por parte de los trabajadores especializados en perfiles vulnerables como los menores o los solicitantes de asilo desde un punto de vista psicosocial y jurídico. También dicen que hay reuniones con Fiscalía y las instituciones competentes.

Probatio Diabolica, probar algo que no se puede probar

Cheik llegó hace seis meses a El Hierro, isla en la que pasó una larga cuarentena hasta que después fue trasladado a Tenerife. Una vez en la isla capitalina, permaneció en un hotel para adultos en el que se le realizó una prueba ósea. Este examen determinó que era un hombre adulto.

Caracterizado por su timidez y la dificultad para enlazar una frase completa en español, Cheik muestra en su móvil una fotografía de su certificado de nacimiento senegalés con fecha de 2003. Aunque el año es el mismo, el mes de nacimiento original fue cambiado en su ficha policial española. Fuentes jurídicas explican que, de acuerdo con el Tribunal Supremo, “si la persona aporta documentación indiciaria, es suficiente para tenerlo como menor”. “En este caso, no habría que hacer la prueba”.

La Fiscalía también acepta el pasaporte como prueba. Pero muchos menores no cuentan con este documento. Por eso, “la situación se convierte en la pescadilla que se muerde la cola o en términos jurídicos es una probatio diabolica, es decir, que te obligan a probar algo que no se puede probar”. Por el momento, a Cheik no le quedan más opciones que cumplir la mayoría de edad en Las Raíces. No tiene pasaporte, solo un documento senegalés capturado en su móvil y una prueba que dice que es mayor de edad. La fiabilidad de la radiografía de la mano ha sido puesta en cuestión en varias ocasiones, al tener como referencia los huesos de menores estadounidenses.

“Si primero los derivan a un centro de mayores, después es más difícil que los saquen de ahí para mandarlos a un centro de menores”. Es más complejo porque se entiende que están bajo la tutela de una organización y por tanto “están protegidos”. “Al llegar, después de siete u ocho días en una patera, también hay muchos que piensan que les perjudican si dicen que son menores y otros, mayores de edad, que piensan que les facilita si dicen que son menores”, apuntan fuentes jurídicas.

Vivir entre revueltas

La Asamblea de Apoyo a Migrantes de Tenerife envió a Fiscalía el pasado 6 de abril un listado con los datos de 77 posibles menores acogidos en Las Raíces y otros 68 en el recurso de Las Canteras, gestionado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y ubicado también en La Laguna. “Hay muchos menores aquí”, comentan muchas de las 1.500 personas que conviven en el antiguo acuartelamiento militar. Fuentes de Accem también han reconocido que hay varias personas que han asegurado ser menores o que por su apariencia pueden serlo.

El sueño de Pape es “ir al colegio y aprender con todos los demás chicos”. Su objetivo es ser pescador o trabajar en la industria del hierro. Pero no le ha quedado otro remedio que familiarizarse con las peleas por la comida, la presencia policial y algunas personas que consumen tabaco y alcohol. “Soy menor y aquí hay personas que me han robado la ropa”, insiste al tiempo que esconde la cabeza entre sus rodillas.

El responsable del servicio de atención psicológica de CEAR, Juan Ramón Benítez, especifica que su ONG no trabaja con menores, aunque los jóvenes que atiende suelen presentar estrés postraumático, dificultades para conciliar el sueño y miedo. La situación de la que escapan depende del país del que procedan. El psicólogo explica que los jóvenes malienses suelen ser huérfanos sin familia de apoyo que han salido para no ser reclutados en las milicias y convertirse en “niños de la guerra”. En el caso de los jóvenes magrebíes, sufren en Marruecos una situación de calle o sus familias no están estructuradas. Aquellos que proceden de Senegal vienen empujados por la precariedad laboral. En todos los casos, convivir con personas adultas puede derivar en conflictos de convivencia o abusos de mayores a menores.

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