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La tecnología de fronteras en Canarias: cuando la llamada desde la patera es la única esperanza

Imagen de archivo de una patera que llegó por sus propios medios al muelle de Arguineguín, en Gran Canaria

Natalia G. Vargas

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A las 3.45 de la madrugada, una llamada llegaba desde el Atlántico el pasado 26 de octubre. Un cayuco con 150 personas había salido desde Senegal hacia Canarias. Sus ocupantes, agotados tras cinco días de travesía, pedían auxilio. A través de un teléfono satelital, los migrantes pudieron contactar con la ONG Alarm Phone, que cuenta con una línea de emergencia para quienes corren peligro en el océano. También pudieron facilitar su localización exacta. Sin embargo, no consta que se hayan activado los medios de rescate ni hay novedades sobre la embarcación. Los móviles satelitales son, en muchos casos, la única herramienta que las personas migrantes tienen para pedir ayuda y salvar su vida. Así lo explica la investigación Tecnología digital para el control migratorio en la frontera sur de España, que concluye que en Canarias prima el uso de la tecnología para el control fronterizo y no para facilitar rescates. 

Los teléfonos satelitales proporcionan la única cobertura disponible en alta mar, explica este estudio elaborado por las entidades EuroMed Rights y AlgoRace con testimonios de agentes de la Policía Nacional, la Guardia Civil, abogados y otros profesionales implicados en la gestión del fenómeno migratorio. Los organizadores de los viajes son quienes suelen entregar estos dispositivos. Sobre todo para las personas que salen de Senegal, Mauritania o Gambia “continúa siendo uno de los métodos más seguros para que los migrantes puedan orientarse durante su travesía y alcanzar las islas con seguridad”, recoge el informe. Sin embargo, quienes los utilizan se arriesgan a ser procesados por tráfico de personas. 

Estas llamadas requieren traductores al otro lado de la línea para interpretar las coordenadas transmitidas. En este punto, el papel de las ONG es clave. Las estimaciones de la Guardia Civil recogidas por la investigación apuntan que un 75% de las alertas que reciben sobre pateras en la ruta vienen de organizaciones como Alarm Phone o Caminando Fronteras. En otros casos, son los propios supervivientes que ya están acogidos en el Archipiélago los que saben que hay una embarcación en el Atlántico porque viaja en ella algún amigo o familiar. 

La eficacia de los radares

La Guardia Civil cuenta con su propio mecanismo de búsqueda: el SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior). Este sistema es la principal herramienta tecnológica para monitorizar la llegada de pateras a Canarias y cuenta con 24 estaciones repartidas por el Archipiélago: 17 en la provincia de Las Palmas y siete en la de Santa Cruz de Tenerife. En concreto, suelen estar cerca de la costa o en áreas montañosas. Cuando el radar detecta un objeto en el mar, envía una alerta a los centros de coordinación de rescates. 

El alcance del SIVE es limitado y oscila entre los 19 y los 22 kilómetros. Para controlar distancias más largas, las autoridades hacen uso de barcos, aviones y, en algunos casos, drones. Por otra parte, la eficacia de las cámaras del SIVE se ve sometida a las condiciones meteorológicas. “En condiciones adversas como niebla o calima (común en las islas orientales), el rango puede reducirse a la mitad”, reza la investigación. Cuando las imágenes no son nítidas, la decisión de activar los protocolos de rescate depende de la Guardia Civil. En ocasiones se ha llegado a confundir grandes olas con pateras y, en otras, el radar no ha logrado detectar la presencia de embarcaciones con personas a bordo. 

En 2009, un SIVE de Lanzarote recibió miles de señales producidas por fuertes olas, pero una de estas alertas correspondía a una patera. Los operarios no iniciaron el protocolo de rescate, y el naufragio se saldó con 25 muertos. En 2018, en la misma isla, pasó desapercibida una barcaza en la que perdieron la vida siete migrantes. Según justificó entonces el Gobierno de España, el radar no detectó la embarcación por las malas condiciones meteorológicas. “Los radares son eficaces para localizar embarcaciones grandes, pero presentan dificultades para detectar aquellas que son pequeñas [...] En condiciones de oleaje intenso, el radar emite el eco, pero el mar refleja continuamente la señal, lo que provoca que el sistema emita alertas constantes para objetos no existentes”, recoge el informe. 

En este punto, la formación de los trabajadores es clave. La investigación concluye que los guardias fronterizos que trabajan con el SIVE necesitan hasta diez años para dominar el sistema. No solo el manejo del software, sino también para comprender el entorno fronterizo. En Canarias, la formación no es continuada. De acuerdo con el estudio, la inestabilidad en el mantenimiento del SIVE y la sustitución de piezas también dificulta que funcione “a su máxima capacidad”. Según informó un miembro de la Guardia Civil, se apuesta por reutilizar piezas de otros dispositivos en lugar de reemplazar los sistemas por completo. 

A pesar de estas carencias, la herramienta se ha ido sofisticando con los años hasta incorporar la Inteligencia Artificial (IA). Ahora, se utilizan algoritmos basados en IA para clasificar las embarcaciones como “sospechosas”. Esta tecnología analiza la silueta y el tamaño de las barcas que detecta el SIVE para dilucidar si se trata de buques mercantes, barcos de tráfico de drogas o pateras. Algunos de los indicadores empleados para ello son la trayectoria, el área donde fue detectada o su velocidad. “Una embarcación que proviene del mar abierto es un indicio de que podría ser sospechosa”, apunta el estudio. 

La identificación de los migrantes

La tecnología atraviesa todo el proceso migratorio. Uno de los puntos más “críticos” está en la identificación de las personas migrantes. La mayoría de ellas viaja sin documentación y pisan tierra firme desorientadas y con dificultades para comunicarse por haber vivido una travesía complicada y, en muchos casos, traumática. Esto, sumado a la toma de datos manual por parte de los agentes, hace que los datos personales de los supervivientes contengan errores que permanecen a lo largo de todos sus trámites administrativos. En el caso de los menores, estas lagunas pueden traer peores consecuencias, ya que la edad con la que sean reseñados condiciona su futuro. 

Según han podido comprobar los investigadores, cuando los migrantes llegan a puerto sin recordar con exactitud su fecha de nacimiento, la Policía solo registra un año obviando el mes de nacimiento, un dato que resulta clave para clasificar a la persona como mayor o menor de edad. Después de recibir la primera asistencia a pie de muelle, los supervivientes pasan un máximo de 72 horas en centros policiales, donde aún se toman las huellas con tinta y no con las herramientas de escaneo digital que se usan en las comisarías. Esto, sumado al alto número de personas que suelen convivir en estos centros, ralentiza el proceso de filiación y la entrada de las personas en la red de acogida.

El análisis concluye que Canarias carece de tecnología avanzada. Además, las herramientas de las que dispone están enfocadas a reforzar la vigilancia y el control de las fronteras frente al rescate de las personas que migran. La eficacia de estos recursos dependen al mismo tiempo de la capacitación técnica de los agentes. Por esta razón, a pesar de la aplicación de la vigilancia digital, cruzar el Atlántico sigue siendo “extremadamente peligroso”.

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