Unicef España: “El modelo de acogida de los menores migrantes a través de familias sería una buena opción”
El director ejecutivo de Unicef España, José María Vera, plantea que España tiene la obligación de facilitar la acogida de los menores migrantes que llegan solos y, por tanto, las comunidades autónomas, que tienen la competencia de su atención hasta los 18 años, deben crear las plazas necesarias para ello.
“Hay una necesidad de que funcione mucho mejor el sistema de contingencia y de derivación de los menores y que, por lo tanto, se comparta la atención y la protección de estos niños que llegan sin acompañar en todas las comunidades autónomas”, explica a la agencia EFE el director en España de la agencia de la ONU para la infancia en vísperas del Día Internacional del Migrante.
Las comunidades autónomas tienen en sus servicios de protección a la infancia a casi 12.400 menores extranjeros no acompañados, de los cuales cerca del 40% están acogidos en la red de Canarias, desbordada por la incesante llegada de cayucos registrada este año.
La cifra se ha disparado por las continuas llegadas hasta alcanzar alrededor de 4.700 menores acogidos, mientras que el mecanismo de derivación voluntario y solidario entre comunidades apenas distribuye hacia a la península a unos pocos cientos.
Tras Canarias, el mayor número de niños y adolescentes migrantes están en Andalucía (1.707), Cataluña (1.337) y Comunidad Valenciana (1.016).
Cifras gestionables para España
El hecho de que el sistema de derivación sea voluntario y no un mandato está provocando “un cierto 'ping-pong' entre algunas comunidades, el Ministerio y el Gobierno canario”, ante una situación “manejable y que debería ser gestionable por un país como España”.
“Si algunas comunidades dicen que no tienen plazas suficientes, pues habrá que abrir más plazas, no se puede esperar que solo se abran plazas en Canarias”, asevera el responsable de Unicef, quien recuerda que “los menores tienen derecho a la protección, está recogido en la Convención sobre los Derechos del Niño firmada por España hace ya muchas décadas”.
Pero no es solo una cuestión de garantizar ese espacio en los centros, sino de dotarlos también mejor.
“Más allá de los recursos económicos necesarios es importante que se dote de las capacidades humanas, se reduzca el número de niños por centro, haya mayor seguridad, se aborde la salud mental y se preste el apoyo psicosocial a estos niños con un trauma que hay que atender, es una responsabilidad pública”.
Considera que la acogida es solo uno de los desafíos que España tiene por delante, aunque el primero y más urgente es el de garantizar la seguridad de los niños durante las rutas migratorias.
“Sigue habiendo muertes de niños y niñas, como vemos en los últimos meses de una forma especial en la ruta atlántica hacia las islas”, añade Vera. “Es el primer desafío, reforzar todo lo que tiene que ver con el salvamento, la detección y las rutas migratorias”.
A Vera le preocupa que fallen los procedimientos de determinación de edad de los jóvenes migrantes que carecen de documentos: “Hay casos de menores que están en centros de adultos y también adultos en centros de los de menores; ahí hace falta actuar con una claridad y con una contundencia mayor”.
La alternativa de las familias
El modelo de acogida de los menores migrantes a través de familias sería una buena opción para el director de Unicef, así como los mecanismos que se activaron para la atención de refugiados ucranianos. “Hay que tomar nota de las buenas lecciones de la acogida en la respuesta a la crisis ucraniana”.
Aboga por poner en marcha más vías de desinstitucionalización, como el acogimiento familiar. “Siempre van a estar mejor acogidos en una familia que en un centro de protección y también sería una forma de distribuir más a los menores”.
“Ya hay casos de menores migrantes en acogimiento familiar, pero no se producen con esa explosión de solidaridad que hubo en el caso ucraniano”, señala Vera, quien opina que las administraciones deberían incentivar estos casos a través de campañas y ofreciendo facilidades a estas familias solidarias.
Respecto a los discursos de odio desde ámbitos extremistas, cree que no son masivos y que la ciudadanía en general no los comparte.
Como “esa simplificación de datos falsos, la utilización de argumentos de generalizaciones y sobre todo esa falta de humanidad de niños y niñas que han pasado por esas rutas, pasado conflictos y guerras buscando una mínima expectativa vital”.
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