La violencia, el cambio climático y el negocio del control de fronteras empujan a los asiáticos a la ruta canaria
El 16 de octubre, un cayuco sorprendió al muelle de La Restinga. En el último año, este puerto de El Hierro no ha dejado de recibir embarcaciones precarias con cientos de personas a bordo. Sin embargo, esa noche, algo llamó la atención de los servicios de emergencia. De los 75 ocupantes que viajaban en esta barcaza mauritana, 63 eran asiáticos. Además, entre los supervivientes había una familia completa de diez refugiados afganos: un hombre, sus dos esposas y los siete hijos de los dos matrimonios. La escalada de la violencia en los países de origen, el cambio climático, así como las políticas migratorias y el negocio del control de fronteras han empujado a nacionales de Afganistán, Pakistán, Bangladesh, Siria o Yemen a la ruta de las pateras y los cayucos hacia Canarias.
La familia abandonó su hogar en 2021, con el regreso de los talibanes al poder. Tras dos años moviéndose por varios puntos del país, se desplazaron a Irán para después viajar al continente africano. Desde Guinea pasaron a Mauritania, y en la capital se embarcaron en un cayuco la noche del 9 de octubre, tal y como adelantó la agencia Efe. Según ACNUR, los afganos llevan huyendo del país desde 1979. En este contexto de conflictos inacabados, la esta agencia de la ONU alerta de que la mitad de la población del país está en situación de hambre extrema, con seis millones de personas en riesgo de hambruna. Además, las vidas de las mujeres y las niñas han perdido su valor. Tal y como señala ACNUR, la mayoría de escuelas de secundaria para niñas permanecen cerradas, muchas niñas han sido forzadas a casarse y muchas mujeres han perdido sus empleos.
Aunque tras la vuelta al poder del grupo fundamentalista España ha organizado vuelos de evacuación para personas cuya vida estaba en peligro, miles de afganos se han quedado atrapados en el país. Por ello, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) reclama la apertura de vías regulares y seguras hacia Europa, visados humanitarios y procesos ágiles de reagrupación familiar.
Según los datos de Frontex consultados por este periódico, entre enero y septiembre de 2024 llegaron a Canarias 109 personas pakistaníes, 13 sirios, ocho nacionales de Yemen y 45 de Bangladesh. En el registro analizado no está recogido el número de afganos rescatados en la ruta de África Occidental. “Sin lugar a duda es el resultado de nuevas tendencias en los movimientos migratorios como la intensificación, diversificación, globalización y feminización”, explica Barbara Rostecka, doctora en Sociología y profesora de la Universidad de La Laguna (ULL).
En el caso de Afganistán, la reducción de oportunidades de protección en Irán y Pakistán influye en la redirección de los viajes hacia la Unión Europea. Estos dos países han recibido en los últimos treinta años 2,7 y 1,6 millones de afganos respectivamente. “Les dejaban quedarse si demostraban su derecho a quedarse”, recuerda la secretaria técnica de la Cátedra Cultural Globalización, Migraciones y Nuevas Ciudadanías adscrita a la ULL. Ahora, han crecido los retornos forzosos. “Cuando la gente siente que ya no puede quedarse en la región, busca otras opciones”, añade la experta.
Por su parte, Yemen lleva nueve años inmerso en una guerra civil. Amnistía Internacional define la situación del país como “una de las peores crisis humanitarias del mundo” con 4,56 millones de desplazados y más de 70.000 personas refugiadas y solicitantes de asilo, según ACNUR. Paradójicamente, España impuso este año el visado de tránsito a las personas yemeníes, un requisito, que tal y como denuncia CEAR, les impide formalizar su solicitud de asilo en los aeropuertos españoles de forma legal y segura. La entidad considera en un comunicado que esta medida es una contradicción, ya que la yemení es una de las nacionalidades con mayor grado de reconocimiento de protección internacional en España.
Los sueños rotos de 12 pakistaníes en Barranco Seco
En el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Barranco Seco, en Las Palmas de Gran Canaria, permanecen doce pakistaníes que llegaron en el mismo cayuco de la familia afgana. El capellán Víctor Domínguez visita una vez a la semana el centro, y sostiene que los sentimientos generalizados entre los pakistaníes son el miedo a la deportación y la frustración. “Miedo porque luego van a vivir situaciones peligrosas. Además, sienten sus sueños rotos, ya que son personas que se han jugado la vida en el mar”, se lamenta.
Todos los migrantes pakistaníes que están en el CIE han pedido asilo, pero si sus solicitudes no se resuelven favorablemente, serán deportados previsiblemente a Mauritania, un país a más de 7.000 kilómetros de Pakistán. El acuerdo bilateral que mantienen Mauritania y España establece que el estado africano readmitirá a un nacional de un tercer estado siempre que acredite que ha transitado por su territorio.
Domínguez señala que este grupo de pakistaníes, que son en su mayoría chicos muy jóvenes, probaron suerte en Europa por la pobreza que sufrían en su país. Se alejaron de la ruta clásica y optaron por una mucho más lejana pero, según ellos, más segura. “Nosotros les hemos dicho que esta ruta es más complicada. Ellos nos dicen que no, que la mediterránea es más peligrosa, donde su vida corre más peligro”, matiza.
Históricamente los pakistaníes han elegido las rutas del Mediterráneo y de Los Balcanes para llegar a la Unión Europea. En 2023, el 80% de ellos alcanzó el continente europeo por Italia, según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Esta ruta implica viajar en avión primero a Emiratos Árabes Unidos y después a Egipto o Libia. Desde este último país, las personas cruzan el Mediterráneo central para llegar a Italia. Un trayecto que puede llegar a costar hasta 5.000 dólares.
Libia, uno de los principales países de tránsito de los migrantes asiáticos durante los últimos años, ha sido acusado por algunas organizaciones no gubernamentales y por varias investigaciones periodísticas de tortura y violación de derechos humanos hacia la población migrante. Las personas que intentan cruzar el Mediterráneo en embarcaciones precarias son interceptadas en alta mar por las fuerzas de rescate libias en operaciones sufragadas por la UE. Una vez retornadas a Libia, les esperan centros de detención en los que se cometen todo tipo de violaciones: “Las personas refugiadas y migrantes en Libia, tanto detenidas como no detenidas, son sometidas de manera sistemática a un rosario de abusos por las milicias, los grupos armados y las fuerzas de seguridad”, señala Amnistía Internacional. El mismo organismo detalló que en 2023 casi 4.000 personas extranjeras permanecían recluidas arbitrariamente en centros de detención del país.
El efecto del cambio climático
Un informe de la OIM sobre pakistaníes en Europa recoge que la mayoría procede de dos regiones: Punjab y Jaiber Pakhtunkhwa, una zona al oeste del país limítrofe con Afganistán en permanente conflicto. Al mismo tiempo, Pakistán es un país sujeto a las consecuencias del cambio climático. “Los fenómenos meteorológicos extremos recientes ejemplifican la extremada vulnerabilidad climática que afronta Pakistán”, señala Amnistía Internacional. Las intensas nevadas y las inundaciones, como la ocurrida en 2022, que según la ONU dejó más de 1.700 fallecidos y afectó a más de 30 millones de personas, ponen en riesgo la seguridad alimentaria, aumenta la pobreza y la propagación de enfermedades, como la malaria o la fiebre tifoidea.
Bangladesh también sufre los efectos del cambio climático. Un informe de CEAR de 2021 concluye que se trata de uno de los países más propensos del mundo a los desastres naturales, que ya han empujado a desplazamientos forzosos a más de 4,4 millones de personas. “Se estima que millones de bangladesíes se verán desplazados internamente debido a desastres ambientales en los próximos años, pero aquí, a Europa, llegarán como siempre, los más pudientes”, adelanta Rostecka.
A lo largo de los años, los bangladesíes han alcanzado suelo europeo a través de la ruta del Mediterráneo Central para alcanzar suelo europeo. Según ACNUR, a principios de este año, Bangladés era el principal país de origen de los migrantes que desembarcaron en Italia vía Libia, un país que ya ha sido acusado de violación de derechos humanos hacia las personas migrantes.
El negocio de las fronteras
El refuerzo de la vigilancia fronteriza determina qué vías pueden utilizar las personas migrantes. “El desarrollo normativo, como los visados, las multas a las compañías de transporte, los acuerdos de readmisión y la paralela eclosión de estructuras institucionales como Frontex, incluso algunas ONG, creadas para control del orden establecido, lo único que consiguen es legitimar muy variadas formas de violencia legal hacia los y las migrantes”, subraya la doctora en Sociología.
En esta línea, en 2023 se firmó un acuerdo en materia de control migratorio entre Túnez y la UE con el objetivo de impulsar medidas para luchar contra la migración irregular y que ha supuesto un desembolso de 900 millones de euros. Este acuerdo ha repercutido especialmente en Italia, donde las llegadas en un año se han reducido a la mitad: hasta octubre de este año habían llegado poco más de 50.000 personas, mientras que en 2023, desembarcaron 105.561 migrantes, según datos de Frontex. Sin embargo, Túnez también ha estado en el punto de mira como un país que viola los derechos humanos.
Según denuncia Amnistía Internacional, las autoridades tunecinas han abandonado a migrantes solicitantes de asilo en zonas desérticas del país y durante los rescates en alta mar las fuerzas de seguridad tunecinas han puesto en peligro la vida de las personas. El mismo organismo destaca que esta violación sistemática se dirige especialmente contra las personas negras. De hecho, el presidente del país, Kais Said, llegó a afirmar que el país corría el peligro de perder su cultura árabe y convertirse “solo un país africano”, debido a la presencia de migrantes subsaharianos. Sus palabras desataron una ola racista en las calles contra la población negra.
El mes pasado, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, instó a copiar el plan de la presidenta italiana, Giorgia Meloni, y establecer centros de refugiados fuera de las fronteras de la Unión Europea. Italia instaló centros de identificación y repatriación de migrantes en Albania. Entre las personas enviadas a este recinto había nacionales de Bangladesh. Sin embargo, las autoridades italianas tuvieron que sacar de allí a algunos de ellos al país después de que un tribunal de Roma concluyera que Bangladesh no era un lugar seguro. Para Rostecka, las decisiones políticas “influyen en la reconfiguración de las rutas e impulsan una tenebrosa escala de los riesgos y pérdidas humanas, pero ni controlan ni pueden controlar el impulso de supervivencia de pueblos enteros”.
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