El confidente Abdelkader El Farssaoui, Cartagena, acusó este miércoles a la Unidad Central de Información Exterior (UCIE) de la Policía de manipular sus declaraciones judiciales y aseguró que antes del 11-M vio al suicida Serhane Ben Abdelmajid, El Tunecino, reunirse con agentes de este departamento en una cafetería de Madrid.
Estas fueron las principales revelaciones, en esta duodécima jornada de juicio, del que ha sido el primer testigo protegido que comparece en la vista, en la que también declararon una agente de la Unidad Central de Inteligencia (UCI) de la Policía y el policía que la misma mañana de los atentados inspeccionó desde el exterior la furgoneta Renault Kangoo en la que los terroristas transportaron las bombas que explotaron en los trenes.
Con su testimonio, Cartagena se desdijo de todas las declaraciones que prestó ante jueces de la Audiencia Nacional como Baltasar Garzón o Juan del Olmo en las que incriminaba a algunos de los acusados, entre ellos, a Rabei Osman El Sayed, Mohamed El Egipcio o a Mohamed Larbi Ben Sellam, a los que ahora exculpa.
Explicó que si hasta ahora no había dicho la verdad era por miedo y que si ahora lo confesaba era porque había perdido ese miedo, no porque le hubieran presionado.
En ese momento la fiscal Olga Sánchez le preguntó que si no tenía miedo por qué había pedido entonces declarar como testigo protegido y permanecer oculto a la vista del público y de los acusados, a lo que él contestó retador: “tenía miedo por los medios de comunicación. Ahora mismo pueden subir la persiana si quieren”.
No obstante, corroboró las afirmaciones que hizo acerca del extremismo del presunto líder de la célula que perpetró los atentados, el suicida Serhane Ben Abdelmajid, El Tunecino, al que conoció en la mezquita de la que era imán, y al que se tuvo que acercar, según él, obligado por la UCIE.
De este modo, indicó, pudo advertir a la Policía de que “El Tunecino” buscaba mártires tras estudiar su comportamiento en las reuniones, sobre todo, a la última que él asistió, y en las que, confirmó, se hacían cantos y proclamas a la yihad (guerra santa) e, “individualmente”, se hablaba de “ir a Afganistán”.
Sobre El Tunecino también contó que en una ocasión antes de los atentados le vio montarse en una moto con el huido Said Berraj, les siguió y vio que entraban en una cafetería madrileña.
Explicó que una vez en el interior del establecimiento, pudo ver a Abdelmajid hablando con uno de los agentes, “con los que yo me reunía”, precisó, y a otro miembro de la UCIE leyendo una revista e indicó que al no ver a Berraj supuso que éste estaba en el aseo.
Tras este encuentro, Cartagena indicó que en su siguiente reunión con los agentes les preguntó si El Tunecino trabajaba para algún servicio secreto, lo que, dijo, “no les gustó”, y agregó que a partir de ese momento fue cuando en los informes de la UCIE aparecía que el grupo de Abdelmajid, al que denominaban el “grupo de Madrid”, “sospechaba de él”.
También relató que informó a la Policía de que en una conversación que tuvo antes del 11-M en una mezquita madrileña con Berraj y otro individuo al que se refirió como Mustafá Riffi hablaron de la posibilidad de solicitar ayuda a grupos terroristas para cometer sus acciones y entre éstos, recordó, hicieron referencia a ETA, aunque dijo que los agentes “no quisieron reflejarlo” en ningún informe.
Sobre las conexiones con ETA añadió además que Mohamed Achraf, procesado en la denominada operación Nova en octubre de 2004 tras ser detenido en Suiza en agosto de ese mismo año, coincidió en la cárcel con el etarra Juan José Rego Vidal, condenado por intentar matar al Rey Juan Carlos, y señaló que fue allí donde éste último “facilitó” al primero varios números de teléfonos de miembros de la banda armada.
Esta sorprendente declaración de este confidente policial, que, no obstante, en diciembre de 2006, envió una carta de 17 folios a la Audiencia Nacional en la que ya se desdecía de sus testimonios y que aseguró elaboró con la ayuda de un abogado que contrató como asesor, provocó que el abogado de una acusación particular Gonzalo Boye pidiera al tribunal una copia del acta de lo que declaró en la vista con la intención de querellarse contra él por falso testimonio.
Fuentes jurídicas señalaron que aunque el tribunal entregará el acta a este abogado no podría querellarse contra este testigo sin su autorización, ya que el Código Penal así lo prevé para evitar que se perturbe con este tipo de maniobras el desarrollo de la vista o ello suponga una coacción a los testigos que le sucederán.
De apreciarse que este testigo ha mentido, el tribunal decidirá en sentencia si debe abrir un procedimiento aparte contra él por falso testimonio.