El Comité Federal del PSOE ha formalizado este sábado la candidatura a la presidencia del Gobierno de Alfredo Pérez Rubalcaba, que ahora tiene por delante el difícil reto de dar la vuelta a las encuestas que le sitúan a 14 puntos del PP y con un partido que ha perdido prácticamente todo su poder territorial en las últimas municipales y autonómicas.
El desafío le corresponde así a un veterano, que cumplirá 60 años este mes y atesora en su currículum nueve años como ministro socialista, cinco legislaturas como diputado y, además, experiencia como velocista y un doctorado en Químicas, donde es especialista en “mecanismos de reacción”, según consta en su biografía oficial.
Portavoz del felipismo en los tiempos más duros de las revelaciones sobre los GAL, negociador del Estatut, ministro de Interior durante la última negociación con ETA y responsable también de los éxitos policiales contra la banda -más de 530 presuntos etarras detenidos en su mandato-, el PSOE se encomienda ahora a Rubalcaba para intentar vencer el profundo desgaste de su marca y el grave descontento popular tras tres años de crisis económica.
A ojos del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, Rubalcaba es capaz de hacerlo. “Alguien que corre 100 metros en poco más de 10 segundos es capaz de ganar en 10 meses unas elecciones”, manifestó cuando le propuso al PSOE como su sucesor.
“Es la persona que quieren nuestros compañeros y nuestros votantes, es querido y apreciado por los nuestros, respetado por los adversarios y temido por algunos, por los terroristas de ETA”, resumió el jefe del Ejecutivo en esa cita, el pasado 28 de mayo, y con esas palabras puso fin a una semana de infarto en la que llegó a estar en cuestión el propio liderazgo de Zapatero en el PSOE.
Zapatero anunció el 2 de abril que no competiría por un tercer mandato y expresó su deseo de que el sucesor fuese elegido por el PSOE en primarias, pero un mes y medio después, tras la derrota histórica de los socialistas en las municipales y autonómicas, arreciaron las presiones para no abrir un proceso interno que podría dañar más al partido.
El punto álgido llegó el martes 24 de mayo, cuando el lehendakari y secretario general de los socialistas vascos, Patxi López, pidió al PSOE un Congreso extraordinario para analizar la grave derrota electoral, más allá de la elección de cartel que son las primarias.
López ha insistido después en que sólo buscaba un debate de ideas, pero el Gobierno y parte del PSOE advirtieron en esos días que un Congreso supondría elegir a un nuevo secretario general del PSOE y ello, a su vez, habría obligado a convocar elecciones, ante el absurdo que supondría tener un presidente del Gobierno que no contase con el apoyo de su propio partido.
Dos días después, la ministra de Defensa, Carme Chacón, anunciaba que daba un paso atrás y no se presentaría a un proceso de primarias, aludiendo a los “movimientos” que, a su juicio, llegaron a poner en riesgo la “unidad” del PSOE, la “autoridad del presidente del Gobierno y secretario general, la imagen colectiva del partido, incluso la estabilidad del Gobierno”.
El camino de Rubalcaba quedó así despejado. El viernes 27, en una cena a puerta cerrada en Ferraz, Zapatero propuso a los barones del PSOE la candidatura de Rubalcaba, y al día siguiente éste recibió el aval del Comité Federal, el máximo órgano del partido entre Congresos. El PSOE abrió formalmente el proceso de primarias, y lo volvió a cerrar dos semanas después porque, como esperaba, nadie logró los avales necesarios para competir con el aspirante de la dirección.
Apoyado por barones y vieja guardia
El nombre del candidato y el procedimiento para nombrarlo respondían así a los deseos de la mayoría de los barones, de buena parte del PSOE -jóvenes incluidos- que no quería enfrentarse en primarias tras la dura derrota del 22-M, y también de la vieja guardia. El ex presidente Felipe González dijo en público poco después del 2 de abril que Zapatero debió resolver rápidamente la sucesión en el Comité Federal.
Aunque entre sus virtudes más elogiadas por la izquierda está la oratoria, Rubalcaba ha apuntalado su camino hasta la candidatura más bien en la discreción, sin decir una palabra sobre sus intenciones. Todavía en junio de 2010 afirmaba en una entrevista que ya había estado en Moncloa y que no tenía ninguna intención de volver.
El encumbramiento de Rubalcaba era reclamado por un sector del partido desde que el PSOE empezó a hundirse en las encuestas -sobre todo a raíz de los recortes de mayo de 2010-, y empezó a vislumbrarse el 20 de octubre del año pasado, cuando Zapatero hizo una amplia remodelación de su Gobierno y le dio a Rubalcaba, ministro de Interior desde 2006, la cartera de vicepresidente primero y la responsabilidad de ser portavoz.
Busca ganar, no una 'derrota digna'
Muchos socialistas han depositado en Rubalcaba su confianza de no ser arrasados por el PP en las urnas en las próximas generales, así que cuando él aceptó el reto empezó por advertir a los suyos de que se presenta para ganar, no para una “derrota digna”. Tal vez pretendía prevenir así lo que a su juicio le pasó a González en 1996. Según ha opinado alguna vez en privado, González perdió entonces porque era el único en el PSOE que de verdad quería ganar.
Antes de ser número uno, Rubalcaba lo ha sido casi todo en el PSOE, desde que en 1982, en el primer Gobierno de Felipez González, fue nombrado director del gabinete técnico de la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación. En mayo de 1985 pasó a ser director general de Enseñanzas Universitarias y, en septiembre de 1986, secretario general de Educación.
El 29 de julio de 1988 fue nombrado secretario de Estado de Educación y el 23 de junio de 1992 ministro de Educación y Ciencia. El 13 de julio de 1993, en el último Gobierno de González, fue nombrado ministro de la Presidencia, cargo que ejerció hasta el 6 de mayo de 1996, cuando tomó posesión el primer Ejecutivo de José María Aznar.
Ha sido diputado por Toledo, Madrid, Cantabria y Cádiz y portavoz parlamentario socialista entre abril de 2004 y de 2006, en el primer Gobierno de Zapatero. Rubalcaba optó por José Bono en el 35 Congreso del PSOE que encumbró a Zapatero, pero luego tuvo un papel clave en la campaña de Zapatero en 2004, hasta el día antes de la cita electoral. En plenas protestas contra el PP para reclamar la verdad de la autoría, sobre el atentado del 11-M, Rubalcaba proclamó la frase “los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta”.
Como portavoz parlamentario, Rubalcaba negoció el Estatuto catalán y, desde abril de 2006, como ministro de Interior, se implicó personalmente en la negociación con ETA y vivió directamente su fracaso, con el atentado del 30 de diciembre en el aeropuerto madrileño de Barajas.
Descartado el diálogo, Rubalcaba es elogiado por los suyos como el artífice de los mayores éxitos contra ETA y de haber llevado a la banda al peor momento de su historia. Desde que es ministro, han sido detenidos más de 530 presuntos miembros de la banda y otros 200 personas por actos de kale borroka. Sólo este año, después de que en enero ETA declarase su alto el fuego unilateral, ya son 48 los presuntos miembros de la banda que han sido detenidos.