Las emisiones contaminantes se reactivan en China: la cuarentena no es solución para la emergencia climática
Saturados por las malas noticias sobre la crisis sanitaria y económica azotando el planeta, muchos han buscado alivio en los datos sobre el impacto de la pandemia de COVID-19 en la emergencia climática, otra gran amenaza para la especie humana. Aunque es verdad que el parón económico reduce temporalmente la huella de la civilización en el planeta, expertos advierten que se debe tener cuidado al analizar los datos y no ser demasiado optimistas.
Un ejemplo de estas noticias medioambientales positivas, muy difundido en los medios y las redes sociales, ha sido la mejora de la calidad del aire en China en base a los mapas de concentración de dióxido de nitrógeno (NO2) publicados por la Agencia Espacial Europea (ESA). Una animación de la ESA muestra una caída pronunciada de la concentración de NO2 en las ciudades industriales chinas empezando a finales de enero, después de que el país, el primero en ser golpeado por la el nuevo coronavirus, impusiera duras restricciones al movimiento y al trabajo de las fábricas para frenar la expansión del virus.
El parón económico y social causado por la pandemia mejoró, temporalmente, la calidad del aire en China, pero la animación de la ESA también muestra que a finales de marzo la concentración de NO2 empiezan a remontar a medida que el país controla el brote de COVID-19 y vuelve a la normalidad.
“Una vez pase la cuarentena, previsiblemente la actividad industrial se reactivará y seguiremos teniendo el mismo problema”, avisa Aridane González, profesor de química e investigador del Instituto de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC).
El investigador niega que la detención de la actividad económica durante unas semanas o meses pueda tener un impacto significativo en el cambio climático. “El cambio climático afecta a los climas, procesos largos que se alteran a lo largo de mucho tiempo”, explica.
“Si nosotros dejásemos de emitir hoy, para volver a un equilibrio con menor concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera tendrían que pasar por lo menos 100 años para que se transfiriera el CO2 de la atmósfera a la tierra a través de sus sumideros naturales, que pueden ser el océano o las grandes masas forestales”, añade.
Cambio climático y contaminación del aire
Según el investigador, cuando se analizan datos medioambientales como estos, se confunde a menudo la contaminación del aire y la emisión de gases invernadero que causan el cambio climático. Estos son dos problemas distintos, aunque ambos estén relacionados a la industria y al transporte basados en los combustibles fósiles.
La contaminación del aire afecta a los entornos humanos, especialmente a las grandes ciudades, y sus principales ingredientes son el ozono, el monóxido de carbono, el dióxido de azufre y las partículas en suspensión, además del ya mencionado dióxido de nitrógeno (NO2). La reducción de la actividad en las ciudades, como ha sucedido estos días en Las Palmas de Gran Canaria o Santa Cruz de Tenerife, puede permitir que se renueve y limpie de manera más o menos rápida el aire de la zona, como se ha visto en China.
El cambio climático, sin embargo, es un proceso más complejo que afecta a todo el planeta. Como explica González, el reequilibrio de la concentración de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero, puede requerir más de un siglo sin emisiones. El NO2, cuya concentración se ilustra en la animación de la ESA, está relacionado con las enfermedades de las vías respiratorias, pero no tiene un impacto significativo en el cambio climático como el CO2 o el metano.
En Canarias, el confinamiento también ha limpiado los cielos. Una semana después de que el Gobierno de España declarara el estado de alarma ante la emergencia sanitaria del COVID-19, la calidad del aire de Canarias ha pasado de suponer un “riesgo inminente para las personas más vulnerables” a no implicar ningún peligro, según los datos del Sistema Caliope del Centro Nacional de Supercomputación de Barcelona.
Estos son datos positivos para la salud humana, pero no deberían interpretarse como una mejora significativa del estado de salud del planeta. La reducción de las emisiones debido a las medidas contra el nuevo coronavirus puede tener un efecto rápido contra la degradación de nuestro entorno inmediato, pero no son una solución para los problemas de profundidad que afectan al medioambiente y, con especial gravedad, a los territorios insulares. Canarias respira aire más limpio estos días pero sigue bajo la misma amenaza de pérdida de biodiversidad, subida del nivel del mar, desertificación e incendios.
Efectos indirectos
La crisis del coronavirus amenaza, además, muchos proyectos que estaban en marcha por la emergencia climática. Por ejemplo, según informa The New York Times, las compañías aéreas están utilizando la crisis del sector para oponerse con mayor fuerza a la regulación de las emisiones contaminantes del tráfico aéreo y la imposición de nuevas tasas o de sistemas de comercio de emisiones. También se ha cancelado, entre otros eventos de importancia, la próxima reunión del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático programada para mediados de abril.
González subraya la importancia del trabajo continuado para proteger el planeta y espera que la actual coyuntura no haga que la sociedad se olvide de la emergencia climática. “Tenemos una emergencia sanitaria y económica, pero nuestro compromiso con el medioambiente tiene que seguir a largo plazo”, dice.
Por otro lado, el confinamiento ha permitido que la población experimente con un estilo de vida totalmente distinto al habitual que tiene un menor impacto sobre el medio. Durante las últimas semanas, han aflorado muchas historias sobre cómo la gente encuentra nuevos placeres y formas de entretenimiento sencillos que no requieren desplazarse ni consumir.
“Un parón de la actividad de un mes o un mes y medio no va a cambiar nada, pero podemos aprender de esta experiencia. Espero que esto sea una oportunidad para cambiar nuestros hábitos. Hemos visto como un cambio de nuestros hábitos diarios tiene un impacto directo en la calidad de nuestro entorno”, concluye González.
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